El poder es la capacidad de producir efectos deseados en las emociones y acciones de otra persona.
-David G Winter
Poder es poder hacer sufrir
-Jorge Wagensberg
En la entrada anterior veíamos, entre otras cosas, la crítica de David Island y Patrick Letellier al modelo hegemónico actualmente para concebir la violencia de pareja que es el basado en el género: el hombre es el agresor y la mujer es la víctima. Dado que este paradigma no puede acomodar la violencia en parejas homosexuales, los autores con experiencia en estas relaciones se han movido a otra posición teórica que propone que la violencia de pareja es un problema de poder, o de poder y control en su formulación más común. Por ejemplo, en este artículo introductorio a un número especial de la revista Sexualities, las autoras Catherine Donovan y Rebecca Barnes afirman que “existe un consenso entre los autores de esta edición especial en que la violencia doméstica es un asunto de poder y control”. El propósito de esta entrada es argumentar que esta explicación basada en el poder es en realidad una pseudoexplicación.
Tendríamos que empezar por una definición de poder, lo cual siempre es complicado, pero podemos tomar la de Goode, referida aquí, que describe el poder como la capacidad de imponer la voluntad propia sobre otra persona, con o sin consentimiento o resistencia. Yo tengo más poder que tú si lo que yo hago afecta tu vida más de lo que tú haces afecta la mía. Y la forma en que se suele explicar esta teoría sería, como explican Barrientos y cols.: “la violencia en parejas del mismo sexo cuestiona el modelo teórico predominante en el entorno heterosexual que atribuye la violencia sobre la mujer a la tradicional cultura patriarcal y machista de nuestras sociedades. Parece más conveniente acudir a modelos teóricos que dan el protagonismo al poder, el control y la dominación, dentro de los cuales, una forma de dominación sería la del tipo machista. Como indica Renzetti (1992), el principal factor de tipo relacional asociado a la perpetración de violencia en parejas del mismo sexo es el desequilibro de poder existente en la pareja”.
Según MacLaughlin y Rozee, “las relaciones de poder son consideradas constantes y emanando de múltiples puntos dentro de una estructura social, como se ejemplifica en algunos análisis feministas del patriarcado. La crítica feminista postmoderna mira sobre todo a las relaciones de poder, con el género como un subcomponente de estas relaciones. En otras palabras, la opresión femenina es sólo una de las muchas posibles opresiones creadas por una red de estructuras de poder incluyendo, pero no limitándose, el racismo, el sexismo, el capitalismo, heterosexismo y homofobia. La interacción de los sistemas de género con otros sistemas de poder no significa que todas las mujeres experimenten el género como su opresión primaria; ni tampoco todas las mujeres experimentan el género de la misma manera.”
Todo esto puede sonar muy grandilocuente e impresionante pero, a mi modo de ver, tiene los pies de barro. Aunque la cosa puede resultar más confusa porque también se le puede dar la vuelta a esta formulación basada en el poder y el control, para plantear como causa de la violencia precisamente la falta de poder, como hace Babcock (1993), que sugiere -hablando de las parejas heterosexuales- que cuando el marido está en una posición menos poderosa que su esposa, tiene una historia de violencia física, y posee unas pobres capacidades de comunicación, el único método efectivo que el perpetrador puede tener para imponer su posición dominante podría ser la agresión física. Así que parece que tanto el poder como la falta o la búsqueda de poder pueden ser causa de la violencia.
Pero es una obviedad que la persona que es agresiva o violenta con otra es porque puede. Si no tiene la capacidad física de agredir a esa persona es evidente que no es posible la agresión. El animal o la persona que vence a otra en una pelea o que se impone a otra es porque puede. Si un ladrón roba a una persona -o roba un banco- es también porque tiene el poder de hacerlo. Pero muchos hombres tienen el poder o la capacidad de agredir a sus esposas, porque son en general más grandes y más fuertes, pero no lo hacen. También muchas mujeres tienen el poder de agredir a sus maridos con un arma o cuando duermen y tampoco lo hacen. De la misma manera, todos los padres y madres tienen la capacidad de agredir a sus hijos (un bebé o un niño pequeño está absolutamente indefenso) pero tampoco la mayoría lo hace. Asimismo, la mayoría de adultos puede agredir a las personas mayores en edad pero sólo una minoría lo hace.
Thomas Joiner tiene un modelo para explicar el suicidio, la agresión contra uno mismo, que también podríamos aplicar a la agresión y violencia contra los demás y al homicidio. Joiner dice que hay que tener en cuenta dos elementos para explicar el suicidio:
- el individuo tiene que poder suicidarse, tener la capacidad para auto lesionarse de forma letal
- el individuo tiene que querer suicidarse. Entre las razones para querer suicidarse Joiner destaca el sentimiento de ser una carga para los demás y el sentimiento de no pertenecer a nada ni a nadie.
En estas explicaciones de la violencia basadas en el poder falta la segunda parte. Podemos conceder que el poder es una condición necesaria para la existencia de la violencia pero no suficiente, nos hace falta algo más. La gente se mueve por intereses y por razones y las personas no hacen todo aquello que hipotéticamente podrían hacer, por la sencilla razón de que no tienen interés en hacerlo o razones para ello. La mayoría de las personas persiguen su objetivo de conseguir dinero trabajando, estudiando y por medios no violentos. La mayoría de personas influye en los demás con amor, compromiso, negociación, creatividad, regalos y no con el uso de la agresión, la fuerza o la intimidación.
Así que a la hora de explicar un infanticidio, por ejemplo, decir que la causa del infanticidio está en una dinámica de poder no nos aporta mucho, y no veo que esa explicación tenga valor para otros tipos de violencia. No nos explica nada y no nos proporciona herramientas para actuar y prevenir porque no hay manera (por ahora) de hacer que un bebé o un anciano se encuentren en un equilibrio de poder con un adulto. Nunca dos personas van a tener exactamente el mismo poder a no ser que las produzcamos como androides en una cadena de montaje.
El siempre genial Scott Alexander tiene una increíble entrada en su blog Slate Star Codex muy larga y muy recomendable pero me quiero referir aquí a una metáfora que utiliza en una parte de esa entrada (tenéis toda la entrada traducida al castellano aquí). Se trata del “asesinismo” (murderism) algo que por supuesto no existe en este universo (tal vez en un universo alternativo) pero que Scott utiliza como experimento mental para ayudarnos a pensar (las negritas son mías):
Asesinismo es la ideología que consiste en que matar gente es bueno y dejar a la gente vivir es malo. Es prácticamente omnipresente: 14.000 personas son asesinadas en USA cada año. Esto indica que hay un montón de asesinistas y es un testimonio del grado en que nuestras escuelas enseñan valores asesinistas.
Pero no todo el asesinamos es tan obvio. Durante años la gente ha estado apoyando políticas “blandas con el crimen” que reducen fondos para la policía y reducen la longitud de las condenas de cárcel aumentando inevitablemente la tasa de asesinatos. Defensores de estas políticas podrían pensar que como no son gánsters con cuchillos no son asesinos. Pero cualquiera que apoya el asesinato, sea un gánster con cuchillo o un analista político, es asesinista y responsable de los efectos de su asesinismo.
Nuestros dos principales partidos tienen muchas diferencias pero ambos están unidos en su apoyo al asesinismo. Los republicanos apoyan políticas asesinistas como la invasión de Irak, que causó el asesinato de miles de iraquíes. Los demócratas dicen ser mejores pero apoyan ideas asesinistas como la eutanasia promoviendo la muerte de nuestros mayores y más vulnerables ciudadanos. No hay ningún partido en Washington dispuesto a mirarse a sí mismo y desafiar los ideales asesinistas sobre los que nuestro sistema político está construido.
El asesinismo no acabará hasta que la gente no comprenda que no está bien ser asesinista. Por lo que la próxima vez que oigas a la gente oponerse a la militarización de la policía o hablando a favor de la eutanasia, diles que eso es asesinismo y que está mal.
…De acuerdo, es suficiente. De vuelta en nuestro universo nos damos cuenta de que el asesinismo es estúpido: confunde causa con consecuencia.
El asesinato es usualmente el efecto de una estrategia perseguida por otras razones. El traficante de drogas que quiere mantener a los rivales fuera de su territorio, el soldado que quiere ganar en la guerra, el gánster que quiere librarse de un testigo inconveniente. Si quieres estirarlo un poco, pon el neocon que quiere “liberar” países extranjeros, el paciente con cáncer que quiere “morir con dignidad”, o el activista que quiere que la gente salga de la cárcel.
Pero excepto quizás en el caso de los más desviados asesinos en serie nunca es realizado por una inherente preferencia por el asesinato. La mayoría de asesinos preferirían probablemente no tener que matar. Si el traficante de drogas pudiera proteger su negocio igualmente bien pidiendo educadamente a la gente que se mantenga fuera de su territorio, esto sería mucho más fácil. Si el soldado pudiera ganar la guerra sin derramamiento de sangre, mucho mejor para todos. El asesinato es el efecto de otros fines -a veces básicos, a veces nobles- y la invocación al asesinismo sólo sirve para esconder esos fines y combinar diferentes acciones en una única categoría sin sentido.
Hablar de asesinismo no sólo no da ninguna información sino que confunde. Si creyeras que los gánsters matan a sus rivales por asesinismo entonces no tiene sentido analizar cómo la pobreza interacciona con pertenecer a una banda o si la ruptura de la ley fuerza a la gente a formar bandas para defenderse. El problema es sólo que los gánsters tienen valores asesinistas.”
Hasta aquí lo que dice Scott sobre el asesinismo que yo creo que es muy aplicable a nuestro análisis del poder (y a muchas otras ideologías acabadas en -ismo). Yo observo el mismo racionamiento circular en los dos casos:
1- Vemos a una pareja de gays o lesbianas donde hay violencia
2- La causa es un diferencial de poder
3-¿Qué prueba tienes de que la causa es un diferencial de poder?
4- Caramba, no ves que uno le está pegando al otro, ése es el que tiene el poder…
1- Vemos que una persona mata a otra
2- La causa es el asesinismo
3- ¿Qué prueba tienes de que la causa es el asesinismo?
4- Caramba, no ves que ha habido un asesinato…¿qué más pruebas necesitas?
En ambos casos no se analiza nada más, no se va a buscar razones, no se descompone el poder o el asesinismo en posibles subcomponentes, no se mira si hay algo más debajo. Esto no sería un problema si tuviéramos una definición operativa del poder, si pudiéramos medirlo y eso nos permitiera predecir. Pero no es el caso. Cuando observamos la consecuencia la tomamos por causa. Caso cerrado.
Y ahora hablamos de la conceptualización en base al poder pero el paradigma de género tiene el mismo problema:
1- Vemos a un hombre agredir a una mujer
2- Es un caso de violencia de genero
3-¿Qué pruebas tienes de que la causa es el género?
4- Caramba, no ves que un hombre ha agredido a una mujer ¿qué más pruebas necesitas?
Y esto nos lleva a una serie de preguntas: ¿Poder para qué? ¿Por qué es tan importante para la mayoría de las personas encontrar y mantener una pareja? ¿Por qué toda persona -sea del sexo, orientación sexual o identidad sexual que sea- quiere controlar, conocer lo que hace su pareja y se pone celosa si su pareja dedica tiempo y cariño a otras personas? ¿Por qué la mayor parte del deseo humano de control se centra en el mundo social, el poder interpersonal, influir en la gente, mantener o dejar relaciones? ¿Por qué para conseguir ese control algunas personas utilizan la agresión y la violencia?¿Cuáles son las razones para querer poder? ¿Cuáles son los objetivos que buscan las personas con la agresión y la violencia?
Tal vez investigando las respuestas a estas preguntas podamos entender mejor la violencia de pareja y la violencia familiar en general. Y dado que este es un blog de inspiración evolucionista deberíamos tener en cuenta que la agresión, la violencia, el poder y el control ya estaban inventados antes de que los seres humanos apareciéramos sobre la faz de la Tierra. Pero a pesar de que han pasado más de 150 años desde el Origen de las Especies los humanos seguimos pensando que todo empezó cuando aparecimos nosotros, que somos el origen, el fin y la medida de todas las cosas.
@pitiklinov
Las relaciones de poder no solo se producen en las parejas sino que están presentes en toda la sociedad aunque es dentro de la relaciones de las familias (no solo de las parejas) donde se pueden ver mejor. Los que dominan casi nunca llegan al crimen pero a menudo tienen sometidos a otros obteniendo beneficios de todo tipo; cuando se les va de las manos tienen que aniquilar por completo al que dominan. Por supuesto, no tiene que ver con el sexo: el que la mayoría de los dominadores sean hombres es el resultado de que el origen de la jerarquía social estuvo basado en la fuerza pero no es difícil encontrar mujeres dominadoras.
ResponderEliminar“[…] la agresión, la violencia, el poder y el control ya estaban inventados antes de que los seres humanos apareciéramos sobre la faz de la Tierra”.
ResponderEliminarClaro que estaban y continúan ahí como si nada. Así que lo extraordinario es que son más los humanos que ni controlan ni golpean ni acosan ni asesinan ni a sus parejas ni a los otros.
Pero, como están las cosas, el futuro está siendo dominando por los que provocan el miedo de la “multitud”. Y eso si que produce miedo.
"deberíamos tener en cuenta que la agresión, la violencia, el poder y el control ya estaban inventados antes de que los seres humanos apareciéramos sobre la faz de la Tierra. "
ResponderEliminarLo que los seres humanos hemos ido inventando en los últimos siglos son mecanismos para controlar la agresión. En ello consiste básicamente la civilización humana.http://unpocodesabiduria21.blogspot.com/2013/03/el-proceso-de-civilizacion-1936-norbert.html
Las relaciones de poder forman parte de nuestra forma de vida y todavía hoy no contamos con una cultura lo suficientemente prosocial que logre un control total sobre la agresión aunque los éxitos alcanzados son notables http://unpocodesabiduria21.blogspot.com/2013/10/los-angeles-que-llevamos-dentro-2011.html
En la sociedad humana "natural" (es decir, los cazadores-recolectores que hemos sido durante cientos de miles de años, periodo abrumadoramente más importante a nivel genotípico que el breve periodo civilizado que conocemos) el control mutuo era imprescindible, tanto como en las manadas de lobos o chimpancés. Todavía hoy contamos con mecanismos de control (competitivos, por ejemplo) institucionalizados, como el sistema de notas escolares o la distribución de roles mediante estructuras de estatus social. Acabaremos con la obsesión por el control y la agresión cuando creemos pautas civilizatorias totalmente prosociales y antiagresivas, y elaboremos estrategias de comportamiento en base a tales pautas definidas. Algo que hoy ni siquiera nadie está buscando...
Qué buen blog
ResponderEliminarQué buen blog
ResponderEliminarMuy bueno. Me encanta tu blog.
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