martes, 27 de marzo de 2018

El acoso en la escuela desde el punto de vista evolucionista


El acoso (bullying) en la escuela es un serio problema que afecta a millones de niños y adolescentes en el mundo. En los Estados Unidos se calcula que el 50% de los jóvenes adolescentes se ven implicados en alguna forma de acoso sea como acosador o como víctima en un periodo de dos meses. Los perpetradores de estas conductas de acoso tienen un riesgo aumentado de posterior conducta antisocial, uso de alcohol y drogas y de conducta delictiva. Y para las víctimas, el acoso se asocia a otros riesgos como problemas mentales y físicos. En esta entrada vamos a resumir un artículo que hace una revisión teórica del acoso desde el punto de vista evolucionista y propone un  programa de intervención basado en este punto de vista. Está dirigido a adolescentes pero lo que hablemos es aplicable en general a todos los tipos de acoso.

El acoso se definiría desde este marco teórico como una conducta agresiva que causa daño a otro individuo  en el contexto de un desequilibrio de poder, es decir, una agresión repetida contra un individuo más débil. Los objetivos materiales y sociales se pueden conseguir en los grupos de dos maneras, de una manera antisocial (robo, engaño, amenazas, agresión) o de una manera prosocial (cooperación, construyendo relaciones amistosas y con colaboración). El acoso pertenece al primer grupo. Para esta entrada nos interesa tener en cuenta que los objetivos que se consiguen con el acoso pueden ser también conseguidos por medios prosociales.

El acoso ha sido documentado en todas las culturas modernas estudiadas así como por antropólogos que han estudiado cazadores recolectores y por historiadores que han estudiado culturas pasadas. Ocurre también en animales sociales -desde peces a gallinas o chimpancés- donde promueve el acceso a recursos físicos, sexuales o sociales. Como dicen Christopher Boehm o Frans de Waal, cualquier especie que tiene una jerarquía de dominancia social tiene probablemente acosadores. Al igual que ocurre en estas especies, a los humanos nos mueve el estatus, conseguir nivel en la jerarquía  es acceder a mas recursos y se asocia a un mayor éxito reproductivo. En primates, por ejemplo, se ha encontrado que los acosadores que suben en la jerarquía tienen más descendencia. Cuanto más acosas, más subes en la jerarquía y más hijos tienes. 

En humanos, el acoso se asocia también a mayor control de recursos, a mayor sexo y reputación. Los acosadores empiezan a salir y a tener relaciones sexuales a una edad más temprana, es más probable que tengan pareja y tienen un mayor número de parejas sexuales. En total hay evidencia  de que es efectivo para conseguir parejas y recursos. Y también lo es para conseguir una mejor posición social y reputación. La reputación parece ser el mayor beneficio del acoso y se encuentra que los acosadores tienen más nivel de dominancia, son más centrales socialmente y tienen mayor popularidad, a pesar de que tienen bajos niveles de simpatía. En este punto conviene recordar las dos formas de ascender en la jerarquía: la dominancia y el prestigio. Los acosadores consiguen fundamentalmente dominancia, no prestigio. 

A nivel psicológico, los acosadores no parecen tener otros déficits cognitivos o de relación que el mayor riesgo de conductas delictivas y antisociales que hemos comentado. A nivel de salud mental parecen encontrarse en un nivel similar (o a veces por encima) del adolescente medio.  No se encuentran déficits de teoría de la mente, de empatía cognitiva ni de competencia social. Lo que sí se encuentran son diferencias en ciertos rasgos de personalidad. Por ejemplo, puntúan bajo en la dimensión Honestidad-Humildad del HEXACO, dimensión que se encuentra en el núcleo de la llamada tríada oscura (psicopatía, narcisismo y maquiavelismo). También tienen un mayor deseo para explotar a los demás lo que explica que puntúen bajo en empatía afectiva frente a cognitiva. Son conscientes del daño que producen a los demás pero no les importa. No hay culpa, les preocupa el éxito y no el dolor de los demás. 

Con respecto a las intervenciones para combatir el acoso, los programas existentes no son muy efectivos. La mayoría de estos programas usan una estrategia de tolerancia cero y el entrenamiento de la empatía. En algunos países escandinavos estos programas consiguen una reducción del acoso del 20% pero en EEUU los resultados son insignificantes. Si miramos el acoso desde un punto de vista del coste-beneficio, estas intervenciones buscan aumentar el coste del acoso, lo cual es razonable, pero se olvidan de que los adolescentes tienen muy pocas razones para abandonar una estrategia que les está dando resultados. Un programa más eficaz es el llamado KiVa en Finlandia que ha conseguido reducciones del acoso del 20-60% y busca, además de aumentar el coste, reducir los beneficios intentando que los compañeros no otorguen ventajas a los acosadores. Pero se ha visto que este programa es eficaz contra acosadores de baja o mediana popularidad y que los de más alta popularidad  son resistentes a los esfuerzos de los compañeros de reducir sus beneficios o imponerles sanciones sociales. Los compañeros no pueden alterar la conducta de los acosadores más poderosos.

Los autores del artículo que contamos proponen una estrategia algo diferente que vamos a resumir. El programa se llama Meaningful Roles (roles con sentido) y se basa en dos tipos de programas previos que ya están en marcha en las escuelas. Un programa es el de Responsabilidades de los alumnos y consiste en adjudicar roles similares a los de los adultos (capitán, monitor de tareas escolares…) a los alumnos, lo que aumenta su estatus. Parece que dar a los alumnos estos roles con sentido y estas responsabilidades funciona. El otro programa es el de utilizar notas de alabanza, que son notas anónimas o firmadas donde se alaban los logros de un alumno, se difunde las cosas que hace bien, etc. Se supone que es una manera de reforzar las conducta prosociales y de aumentar así su frecuencia. Parece que este tipo de programa también funciona y aumenta las conductas prosociales y disminuye la agresividad y la violencia. 

Pues bien, el programa Meaningful Roles lo que hace es combinar elementos de estos dos programas. Se adjudica roles a todos los alumnos pero cuando se detecta a un acosador se le adjudica uno de los mejores roles (en compañía de un alumno destacado) de manera que no tenga oportunidad de acosar y también con la intención de que si consigue sus objetivos por medios prosociales no tenga incentivos para recurrir a la vía antisocial. Por ejemplo, ser el especialista en tecnología y estar encargado de los ordenadores o ser tutor de matemáticas de otros alumnos da mucho prestigio y reforzaría la via prosocial frente a la antisocial. Leído en términos de dominancia y prestigio lo que se busca es ofrecer prestigio al acosador para que no tire por la vía de la dominancia.

La estrategia es difícil de montar a nivel de la escuela y se hace en teoría de forma opaca para los alumnos. Tanto profesores como alumnos pueden identificar a un acosador y entonces se les rota por estos roles pero ni el acosador sabe que ha sido identificado ni lo saben el resto de alumnos. Sólo lo sabe el profesor encargado del programa. Para que esto no se detecte se mantiene un nivel de aleatoridad en la adjudicación de los puestos ya que de otra manera en cuanto se nombrara a alguien encargado de los ordenadores, por ejemplo, todos sabrían que es un acosador. La aleatoridad se calcula que debe ser por lo menos de un 30%. Otro elemento de la estrategia es emparejar a los acosadores con estudiantes altamente competentes en estos roles, estudiantes muy bien adaptados y populares para que sirvan de modelos. En términos de teoría de conducta, se llama reforzamiento diferencial de conductas incompatibles a esta estrategia de hacer incompatible la conducta deseada con la indeseada y de reforzar la deseada. Un rol que se suele dar es el de saludador o recepcionista de los estudiantes cuando llegan al aula entre clase y clase. A la pareja acosador/ buen alumno se les deja salir antes, van al baño, tiene un rato de descanso y luego van a la próxima clase donde reciben a los demás alumnos dándoles la mano.

Bueno, esto es suficiente para hacernos una idea. Lo interesante de este programa es que utiliza un enfoque evolucionista no solo para entender las cosas sino para intentar cambiarlas. Al final , habrá que evaluar la idea en estudios controlados, que no se han llevado a cabo todavía. Los resultados preliminares son esperanzadores pero esto hay que confirmarlo en estudios bien diseñados. El programa tiene puntos fuertes y débiles, desde luego. Los adolescents suelen tener un cierto grado de reacción contra las intervenciones diseñadas por los adultos y pueden mostrarse resistentes a los intentos de los adultos de redefinir lo que es importante para la popularidad y el estatus. Lo que estigmatiza a los acosadores es identificarlos y que sen señalados para intervenciones determinadas. El programa Meaningful Roles evita esta estigmatización pero podría dar lugar a que los acosadores utilicen el poder que les da su nuevo rol (el de encargado de ordenadores o saludador) para cometer abusos de poder y acabar acosando de nuevo al limitar quién tiene acceso a un ordenador o a entrar en clase. En fin, que la idea es buena pero que la ejecución puede tener sus inconvenientes y requiere una gran habilidad y coordinación.

@pitiklinov

Referencia:



domingo, 4 de marzo de 2018

Creencias súper-replicadoras y suicidio.

En esta entrada voy a comentar un concepto que Dan Gilbert explica en su libro Stumbling on Happiness. No he leído el libro pero la idea me ha llegado de forma indirecta y creo que es interesante. Es sabido que los parásitos no son unos meros espectadores de su propia transmisión sino que participan activamente en ella. Muchos agentes infecciosos consiguen aumentar las probabilidades de su propia transmisión porque han desarrollado mecanismos que alteran la fisiología o la conducta de sus huéspedes de modo que la favorecen. Las diarreas, los estornudos y otros síntomas similares -dependiendo de su vía de transmisión- que ocurren en algunas infecciones, parece que han sido seleccionados en algunas especies porque se convierten en útiles mecanismos para favorecer la diseminación del parásito. El caso más llamativo es el de los parásitos multi-huésped como el toxoplasma y otros de los que ya hemos hablado.

En esta línea, el concepto de súper-replicador es simplemente que “cualquier gen, idea o creencia que promueva su propia forma de transmisión estará representado cada vez en mayor proporción en la población a lo largo del tiempo”. Hasta llegar a ser universal seguramente. En el caso de las creencias, que es de lo que vamos a hablar, tener una creencia súper-replicadora implica implicarnos en las actividades que la perpetúan. Hay que señalar que el éxito de una creencia súper-replicadora no tiene nada que ver con que sea cierta o no sino con su capacidad de transmisión.

Uno de los ejemplos que pone Gilbert es la creencia ampliamente difundida en nuestra sociedad (A) de que tener hijos nos hace felices. Algunas investigaciones sugieren que la realidad es más bien la contraria (B), que la gente que no está criando hijos es más feliz. Pero una sociedad que creyera B, que no tener hijos da más felicidad (o que tener hijos es malo moralmente como parece que está empezando a ocurrir con los antinatalistas), y actuara en consecuencia, sería superada por una sociedad que creyera A. La sociedad que creyera B desaparecería.

Como decíamos, las falsas creencias pueden triunfar  dependiendo de las circunstancias y un experimento mental nos puede ayudar a verlo. Imaginad un juego que se juega entre dos equipos de 1.000 jugadores que pueden comunicarse entre sí por teléfono. El objetivo del juego es conseguir que el equipo propio transmita el mayor número posible de creencias ciertas. Cuando los jugadores reciben un mensaje que consideran cierto cogen el teléfono y llaman a un compañero y lo transmiten. Al final del juego el árbitro da un punto a cada equipo por cada creencia cierta transmitida y quita un punto por cada creencia falsa. Bien, pues ahora imaginad que se juega una partida de este juego un día soleado entre dos equipos llamados los Perfectos (un equipo que siempre transmite creencias ciertas) y los Imperfectos (equipo cuyos miembros ocasionalmente transmiten creencias falsas). Lo lógico sería que ganaran los Perfectos, ¿no? Pues igual no, hay circunstancias en las que podrían ganar los Imperfectos. Supongamos que los Imperfectos transmiten la creencia de que hablar por teléfono día y noche te hará feliz y que se la creen y la practican. Es una creencia falsa y les costará un punto al final del torneo pero puede tener el efecto compensatorio de que tendrá al teléfono todo el día a los miembros del grupo de los Imperfectos y así transmitirán también más creencias correctas mientras que los Perfectos estarán en la playa y transmitirán menos creencias, aunque, eso sí, todas ciertas. Bajo ciertas circunstancias, los costes de las creencias falsas pueden ser superados por sus ventajas, como en este caso en el que una creencia falsa favorece la comunicación entre los miembros del equipo.

Con respecto al suicidio existen una serie de ideas culturales en la mayoría de las sociedades que  pueden tener que ver con el hecho de que mantener las ideas contrarias sería perjudicial para la sociedad en su conjunto. En la mayoría de las culturales existe un tabú con respecto al suicidio en el sentido de considerarlo malo moralmente y la mayoría de las religiones lo condenan. Creo que la religión católica predicaba que el suicida iba al infierno y algo parecido ocurre en otras religiones. Estas creencias serían súper-replicadores y se habrían transmitido en la forma que hemos comentado. Las sociedades que hubieran considerado que el suicido es un medio admirable de escapar del dolor y el sufrimiento se habrían auto-destruido acabando así con la creencia que acabó con ellas. Sobre esta base, un grupo que tenga creencias autodestructivas (no tener sexo, no tener niños, facilitar el suicidio, etc.) sería superado por grupos que tengan otras creencias más fértiles, como pensar que los hijos dan la felicidad, que se nos recompensará el sufrimiento en otra vida y otras ideas religiosas similares. Tal vez eso explique la persistencia en la mayoría de la sociedades de una aversión al suicidio, de un tabú hacia el mero hecho de hablar de él y de un estigma.

Hay algunos datos de que este modelo puede ser cierto. Es sabido que el suicido se contagia, los llamados suicidios copycat, o el efecto Werther. Por ejemplo, acaba de salir un estudio que dice que la cifra de suicidios idénticos al de Robin Williams aumentó un 32% tras su muerte. De hecho, existen unas normas periodísticas para informar de los suicidios. En Micronesia ha habido una epidemia de suicidios por ahorcamiento en jóvenes en lugares en los que se ha convertido en normal hablar del suicido como un hecho y una opción en la vida. Rubinstein (ver referencias) dice que se trata de un contagio y que al haberse convertido el suicido en algo familiar entre los jóvenes ha ganado en aceptación, e incluso es algo esperado. Y parece que ahora está costando dar la vuelta a la situación.

Alvarez se preguntaba por qué el hecho del suicido, que es un acto tan privado, despertaba tanta hostilidad por parte del público y de la sociedad en su conjunto. Si todo esto que estamos hablando es acertado, el tabú del suicidio puede tener un efecto protector, especialmente entre los más vulnerables. Lo cual nos coloca en una situación paradójica y contradictoria. Por un lado, el tabú del suicidio tan extendido en todas las culturas puede impedir que algunas personas hablen de sus ideas de suicidio y busquen ayuda lo cual impediría conversaciones entre esas personas y sus cuidadores o asistentes que podrían salvar su vida. Esto es claramente perjudicial. Por ello, algunos clínicos razonan que deberíamos facilitar la discusión del suicidio y tener una visión más empática acerca de aceptar la suicidalidad como problema. Pero, por otro lado, estamos comentando que tomar medidas que disminuyeran el tabú del suicidio podrían ser también contraproducentes.

Es posible que promover una mayor franqueza  y levantar la desaprobación “oficial” o tradicional acerca del suicidio no aumente necesariamente su frecuencia, pero parece claro que necesitamos más investigaciones que nos aclaren lo más posible este problema.



Referencias:

Alvarez, A. (1971). The savage god: A study of suicide. London: Weidenfeld & Nicholson. 
Rubinstein, D. H. (1983). Epidemic suicide among micronesian adolescents. Social Science & Medicine, 17(10), 657-665. doi:http://dx.doi.org/10.1016/0277-9536(83)90372-6 
Rubinstein, D. H. (2002). Youth suicide and social change in Micronesia. In S. Noda (Ed.), Health and medical issues in island areas (Vol. 36, pp. 33-41). Kagoshima, Japan: Kagoshima University Research Center for the Pacific Islands.