martes, 6 de diciembre de 2016

El derecho al egoísmo de las víctimas

Imagina que un individuo se siente engañado por algún suceso de la vida diaria: un ejecutivo ve que se promociona a alguien que lo merece menos que él mientras que a él se le relega; un escritor está a punto de mandar su obra pero un fallo del ordenador borra semanas de trabajo y se le penaliza por no cumplir el plazo de entrega. ¿Cómo estarían de motivados estos sujetos para ayudar a otras personas? Uno podría imaginar que las personas que han tenido mala suerte en la vida o a las que les han salido mal las cosas estarían especialmente motivados para ayudar a otros o que se sentirían mejor y reconfortados al hacer el bien. Pues no, los autores del artículo que comento hacen la predicción contraria y la demuestran en unos experimentos: sentirse agraviado da a la gente una percepción de tener un derecho para obtener un resultado positivo -y evitar los negativos- que le libera de las obligaciones de la vida social. En la vida social normalmente nos guiamos por el principio de ayudar a los demás y de evitar el egoísmo. Los autores proponen que debido a este elevado sentido de tener un derecho, los agraviados se sienten liberados de esta obligación comunitaria y exhiben unas conductas más egoístas.

Los individuos se sienten agraviados cuando obtienen resultados que no coinciden con lo que ellos creen que se merecen, como ser tratados con respeto, de manera similar a otros, recibir justificaciones por las decisiones que les afectan, o incluso tener una infancia feliz. Diferentes personas creen que se merecen diferentes cosas por lo que el agravio puede tomar varias formas pero la experiencia de ser agraviado es siempre desagradable y produce un afecto negativo, muchas veces de ira. Los autores proponen que la percepción de ser agraviado produce el sentimiento de tener el derecho a evitar más sufrimiento y de obtener buenos resultados para uno mismo. Es como si estas personas pensaran que ya han recibido su cuota de sufrimiento -como si hubiera una cantidad máxima de victimización que una persona debe razonablemente soportar- y, consecuentemente, se sienten autorizados a pasar de algunos de los inconvenientes de la vida, como ser atento a las necesidades de los demás.

Hay psicólogos clínicos que han sugerido antes esta relación. Hay tanto pruebas de que la victimización lleva a la sensación de tener un derecho como que sentirse con derechos lleva a ser más egoísta y los autores las revisan. Por ejemplo, en un estudio las personas que puntúan alto en la escala Psychological Entitlement Scale cogían más caramelos que en teoría eran para compartir con niños, decían merecer un salario más alto, eran más avaros en juegos de dinero y trataban a sus parejas de forma más egoísta. A pesar de ello, la hipótesis completa que defienden los autores no se ha investigado directamente aunque hay sugerencias que la apoyan. Hay experimentos que investigan la llamada “equidad con el mundo”: si somos menos beneficiados en una cosa intentamos beneficiarnos más en otra. En un estudio los sujetos a los que se les había pagado poco en una tarea  pagaban menos a otros sujetos en otra tarea y se pagaban más a sí mismos.

Estas investigaciones apoyan que si nos sentimos maltratados en un dominio esto lleva a conducta egoísta en ese dominio (por ejemplo, si nos han robado la luz de la bici nos sentimos autorizados robar la luz a cualquier otra bici) pero los autores del trabajo proponen que el egoísmo se puede extender a otros dominios diferentes que no tienen nada que ver con el agravio inicial. Otra diferencia con investigaciones previas es que los trabajos previos dan una valor central a la ira, consideran que es la ira el motor de esas conductas egoístas, mientras que los autores de este artículo insisten en que es el hecho de sentirse con más derechos que los demás lo que lleva al egoísmo.

Para probar su hipótesis realizan tres experimentos. En el primero estudian si hacer recordar a los sujetos del experimento episodios de su vida en los que han sido tratados injustamente hace que ayuden menos a los demás. En el segundo miden si hacerles recordar episodios de injusticia les hace manifestarse más egoístas y si es por un sentido de tener derechos. En el tercer experimento en vez de hacerles recordar injusticias pasadas se les provoca una situación injusta (por un fallo del ordenador) y se observa si entonces piden más de una recompensa común con otros sujetos.

Efectivamente, los resultados son que los sujetos que recuerdan o viven injusticias ayudan menos, se creen más autorizados a ser egoístas en situaciones futuras y a no sufrir inconvenientes (algunos de forma anecdótica dejan más basura o se llevan el boli del experimentador…), y en el tercer experimento perder en un juego por una razón injusta les hace sentirse con más derechos y se auto adjudican dinero de una manera más egoísta. Así que los autores consideran su hipótesis apoyada y luego desacreditan otras posibles explicaciones de los resultados (la de que la conducta se deba a ira, a un sentimiento de “equidad con el mundo”, como antes comentamos y otras). 

Creo que este estudio es interesante por varias razones. Por un lado se demuestra que las víctimas se siente con más derechos, se comportan de forma egoísta y reclaman una mayor parte del pastel pero hay otros datos que sugieren que sentirse agraviado puede conducir a hacer daño a los demás. Está toda la literatura que trata del peso de “víctima a verdugo”, de cómo personas que han sido víctimas de maltrato o abusos se convierten a su vez en maltratadores. Es una literatura puramente correlacional y no pueden extraerse conclusiones sobre causalidad porque intervienen muchas causas y factores pero tiene cierto valor ese vínculo en este contexto que estamos tratando y merece ser investigado.

En segundo lugar, estos estudios se han llevado a cabo en individuos pero el fenómeno podría darse también a nivel de grupo. Hay estudios recientes que encuentran que grupos a los que se les recuerda su victimización es menos probable que se sientan culpables de hacer daño a otros grupos. Por ejemplo, norteamericanos a los que se les recuerda el 11-S sienten menos culpa del sufrimiento de los iraquíes por la invasión norteamericana del país. Investigaciones futuras deberían ahondar en la posibilidad de que tanto individuos como grupos puedan sentirse autorizados a hacer daño a otros cuando les beneficia.

Por último, según algunos, vivimos en una cultura del victimismo en la que nos sentimos agraviados cada vez por cosas más leves y en la que todo el mundo reclama para sí la condición de víctima para demandar ventajas y compensaciones. En este contexto son importantes los resultados de este estudio porque sugieren que la injusticia puede tener un efecto dominó que va más allá del evento inicial. Si la víctima (individuo o grupo) hace daño a una tercera parte por su comportamiento egoísta, tenemos una segunda víctima que se sentirá injustamente tratada y que a su vez se comportará de forma egoísta o hará daño a los demás…y así ad infinitum. 

@pitiklinov

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7 comentarios:

  1. Muy interesante.
    Explica muchos comportamientos,de grupos ocupas...
    También en el a ambiente laboral...

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  2. Hola, Mr Pitiklinov, soy estudiante de psicología y me encantan sus artículos y la forma tan amena de y sencilla de la que hace gala a la hora de redactarlos. Me gustaría, si no es demasiada molestia, conocer su opinión acerca del psicoanálisis.

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    1. mi opinión del psicoanálisis coincide en líneas generales con la de Mario Bunge, creo que es una pseudociencia y que no va a quedar prácticamente nada de sus presupuestos teóricos, más allá del concepto de inconsciente (con retoques, mira mis entradas sobre el nuevo inconsciente). Como terapia creo que es efecto placebo y funciona por los factores inespecíficos de cualquier psicoterapia.
      http://cultura.elpais.com/cultura/2015/01/15/babelia/1421325878_600598.html

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  3. Lo que describe el estudio es la infantilización de la sociedad que hoy se produce, en la reclamación constante de "derechos" porque se interpretan que sí o si deben de ser entregados, y sin embargo, no asumir las "obligaciones", que esos mismos "derechos" implican. Las personas siempre vamos a encontrar argumentos para justificar esa petición.Ejemplo: yo tengo derecho a que se limpien las calles porque para ello pago impuestos, claro que sí, pero también tengo la obligación de contribuir a no ensuciarla, y está última parte ya suena muy mal. El mundo no nos debe nada.

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  4. "Está toda la literatura que trata del peso de “víctima a verdugo”, de cómo personas que han sido víctimas de maltrato o abusos se convierten a su vez en maltratadores."

    A este respecto, una palabra que suele tener bastante efecto es "embrutecimiento". De ahí la dificultad de que aparezcan comportamientos prosociales y cooperativos entre quienes viven en la precariedad... que son precisamente quienes más los necesitan.

    Por eso parece bastante seguro que el progreso moral que ha permitido muy poco a poco el desarrollo de la civilización ha requerido, paradójicamente, que aparezca primero una clase superior que ha vivido, gracias al abuso, en condiciones menos precarias y que por eso ha sido capaz de romper, muy poco a poco, el círculo vicioso del embrutecimiento, haciendo invenciones de comportamiento prosocial -como la generosidad, la humildad, la clemencia, la cortesía...-

    La "violencia sistémica" de las clases altas permitió comportamientos menos embrutecidos. Y así, de arriba a abajo, y de forma un tanto caótica, hemos podido desarrollar formas de vida más prosocialess.

    Gusta decir que quienes han conocido el sufrimiento son quienes mejor comprenden a los que sufren y empatizan más con ellos, desarrollando más los comportamientos compasivos. Pero no es verdad. Si fuese verdad, la civilización habría despegado enseguida...

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  5. De nuevo el reduccionismo. En lógica, no se puede pasar de la parte al todo con la facilidad que tú lo haces. No creo que la historia de las mejoras sociales sea tan simple como planteas. En general, las personas que tienen el poder y, por consiguiente, los privilegios, no suelen querer que los demás participen de ellas. Por eso ha habido siempre tantas revueltas.
    Por supuesto, es necesario que los que introduzcan mejoras, sean personas educadas, pero eso no equivale a que la "clase superior" comunique sus refinamientos a base de palos a los "embrutecidos". Solo el despotismo ilustrado tuvo esa idea.
    Creo más bien que las mejoras se deben a que las situaciones pueden ser insostenibles por la coincidencia de varios factores, como las mejoras tecnológicas o la necesidad de los consumidores.
    Otra cuestión puramente lógica: el que los que sufren no comprendan a sus iguales no tiene por qué tener su equivalencia contraria, que los que no sufren comprendan a los que sufren. Son dos cuestiones distintas, no es una disyunción.

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  6. "es necesario que los que introduzcan mejoras, sean personas educadas, pero eso no equivale a que la "clase superior" comunique sus refinamientos a base de palos a los "embrutecidos"."

    Mucho peor que lo que llamas "reduccionismo" es la incoherencia. Que yo sepa, Buda, que por supuesto había obtenido sus refinamientos filosóficos de la clase privilegiada, no dio palos a nadie, sino que, muy al contrario, inventó el concepto de religión compasiva, lo cual no podía ir en beneficio de los intereses materiales de los de su propia clase (de la que obviamente renegó), y dio con ello lugar inevitablemente a la invención del monasticismo: una asociación de individuos que, por ser conscientes de la dificultad de desarrollar el comportamiento absolutamente prosocial en el medio convencional, buscó condiciones especiales de convivencia.

    "Otra cuestión puramente lógica: el que los que sufren no comprendan a sus iguales no tiene por qué tener su equivalencia contraria, que los que no sufren comprendan a los que sufren."

    No se trata de lógica, sino del conocimiento que nos da la experiencia. Recuerdo aquel cuento de Asimov en el que unos extraterrestres se extrañaban de las reacciones de pánico de los terrestres: para aquellos extraterrestres, lo lógico es que en una situación de peligro sería cuando los individuos más han de esforzarse en coordinarse para hallar una solución eficiente a la coyuntura excepcional que los amenaza, en lugar de añadir más obstáculos con el caos del pánico. Lo mismo sucede con la compasión y con el observador ingenuo y poco informado: uno pensaría que los pobres han de ayudarse unos a otros y que ellos mejor que nadie han de ser conscientes de la experiencia doliente de sus semejantes. Sin embargo, la lógica ingenua no nos ayuda en este caso, a la vista de la experiencia de lo que llamo "embrutecimiento". En lugar de negar el fenómeno -en base, como siempre, del prejuicio- tendríamos que investigarlo y buscarle una solución.

    Aquí nadie pretende que porque se da lo uno, también se tiene que dar lo otro. Simplemente, se constata que ambos fenómenos se producen y que ambos nos informan de lo poco "lógica" que es la conducta humana a veces.

    La psicología evolutiva puede que nos ayude en esto: somos cazadores-recolectores cuya herencia genética está programada para la forma de vida de las bandas de cazadores-recolectores. Es la cultura la que tiene que buscar trucos y fórmulas eficientes para contrarrestrar lo que la vida del cazador-recolector tiene de antisocial desde nuestro punto de vista de hoy.

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