El pecado original, según la Biblia, fue una falta de autocontrol. A Eva le había prohibido Dios comer de la fruta prohibida pero la tentación fue demasiado grande. La moraleja de la historia es que cuando la tentación vence a la fuerza de voluntad estamos ante un fallo moral, digno de castigo. Por la misma regla de tres, hemos glorificado la fuerza de voluntad y la hemos convertido en una virtud, una de las más apreciadas.
Pero algunos psicólogos están empezando a plantear que al ser humano se le da fatal resistir la tentación, y que la fuerza de voluntad, los beneficios de luchar contra uno mismo, está sobrevalorada. A largo plazo el autocontrol podría no ser tan beneficioso. Algunos estudios están encontrando que enseñar a la gente a que resista la tentación sólo funciona a corto plazo o ni siquiera funciona.
Las implicaciones de estas nuevas ideas son enormes porque si aceptamos que la fuerza de voluntad no funciona nos sentiríamos menos mal cuando sucumbimos ante la tentación y podríamos enfocar de manera más productiva problemas como el de la obesidad. Hay encuestas que encuentran que el 75% de los norteamericanos creen que la falta de fuerza de voluntad es el problema para perder peso y que sólo hay que hacer dieta y ejercicio. Pero el creciente consenso científico dice que las causas de la obesidad son múltiples, incluyendo genes y factores ambientales pero no la fuerza de voluntad. Como dice el Dr. Louis Aronne: “Intentar 20 veces bajar peso y no conseguirlo, es un problema de fuerza de voluntad o un problema que no responde a la fuerza de voluntad?
Si pudiéramos dejar de glorificar la fuerza de voluntad igual podríamos empezar a pensar en otros planteamientos como disminuir el poder de la tentación y ayudar a la gente a conseguir sus objetivos con menos esfuerzo. Si quieres comer menos dulces y te encuentra en frente de una montaña de dulces, los investigadores dicen que la montaña de dulces va a ganar.
Kentaro Fujita dice que el modelo de autocontrol que tenemos es el de un ángel a un lado y el demonio al otro peleando entre ellos. Y tendemos a pensar que la gente con mucha fuerza de voluntad puede ganar esta batalla. Pero la realidad es que las personas que son buenas en autocontrol no tienen que pelear estas batallas en primer lugar. Un estudio que se realizó en 2001 encontró la paradójica situación de que la gente que era buena resistiendo la tentación informaba en realidad de menos tentaciones durante el periodo del estudio, no es que estas personas venzan las tentaciones, es que no las tienen. De otra manera: la gente que es muy buena en autocontrol rara vez tiene que usarlo.
Marina Milyavskaya y Michael Inzlicht encuentran algo parecido. Si resistir la tentación es una virtud, cuanta más resistencia mejores resultados, ¿no? Pues no es esto lo que ellos observan: los estudiantes que ejercen más autocontrol no son los que consiguen sus objetivos. Los más exitosos al final del semestre fueron los estudiantes que experimentaron menos tentaciones durante ese periodo. Los que emplearon el autocontrol no sólo no consiguieron sus objetivos sino que estaban exhaustos al final.
¿Y qué podemos aprender de esta gente que no tiene tentaciones y es buena en el autocontrol? Algunas cosas:
1- La gente que es buena en autocontrol en realidad disfruta las actividades que a otros nos suponen esfuerzo, como comer sano, estudiar o hacer ejercicio. Para ellos es divertido lo que para otros es sufrimiento. Los objetivos que se basan en “quiero hacer X” tienen más probabilidades de ser conseguidos que los que se basan en “tengo que hacer X”. Si estás corriendo porque “tienes que mantener la forma”, correr se va a convertir en una actividad miserable que no mantendrás. Una actividad que te gusta es más probable que la mantengas que una que odias.
2- La gente que es buena en autocontrol ha aprendido buenos hábitos. La gente que es buena en autocontrol tiene buenos hábitos, como hacer ejercicio regularmente, comer sano y estudiar. Parece que esta gente estructura su vida de manera que no tenga que utilizar la fuerza de voluntad. Estructurar nuestra vida con rutinas podría ayudar. Hacer la misma actividad a la misma hora todos los días (correr o meditar) puede facilitar el cumplimiento. En el famoso test de la golosina los niños que no se comían la golosina eran buenos en cambiar la percepción del objeto del deseo como no mirar el caramelo o imaginarse que era otra cosa. La idea sería que si no quieres comer un pastel no pases por delante de una pastelería, y si ves un pastel imagina que es algo asqueroso y escapa de él.
3- Algunas personas sencillamente experimentan menos tentaciones. Nuestras disposiciones y preferencias están influenciadas por los genes y hay gente que tiene más apetito que otra y hay gente que se controla mejor que otros. Sabemos que el rasgo de personalidad llamado responsabilidad se asocia con esta característica y cualquier rasgo de personalidad tiene una heredabilidad media del 50%. Algunos tienen más suerte que otros en la lotería genética.
4- Es más fácil tener autocontrol cuando eres rico. Cuando el experimento de la golosina se repite en niños pobres siempre se encuentra que lo hacen peor, que son menos capaces de resistir la tentación. La gente que ha crecido siendo pobre es más probable que se centre en las recompensas inmediatas porque para ellos el futuro es incierto y es muy difícil pensar en el largo plazo.
De momento, y a pesar de este cambio de enfoque, no hay soluciones para mejorar la fuerza de voluntad pero la idea va más por cambiar el ambiente. También se podría intentar enseñar a mejorar las capacidades de autocontrol. Elliot Berkman habla de una técnica que llama “empujón motivacional”, que consiste en recordar periódicamente a los participantes sus objetivos pero no hay datos todavía de que funcione. Otra posibilidad es unir un elemento divertido a las actividades que queremos realizar y que no son tan divertidas (esto es lo que ya se hace cuando la gente se pone música en el gimnasio, por ejemplo).
Vemos que no hay alternativas claras de momento pero parece que algunos psicólogos ya están mirando más allá de la estrategia actual que básicamente es: “Di que no, resiste”.
@pitikinov
Referencia:
"De momento, y a pesar de este cambio de enfoque, no hay soluciones para mejorar la fuerza de voluntad pero la idea va más por cambiar el ambiente. También se podría intentar enseñar a mejorar las capacidades de autocontrol."
ResponderEliminarEs un avance que la idea de "fuerza de voluntad" vaya perdiendo fuerza. Culturalmente se asocia al "mérito" o a la valía individual del que "gracias a su fuerza de voluntad" alcanza grandes logros. Forma parte de una determinada cultura competitiva que quizá deriva de la anterior admiración por la fuerza bruta. Los nazis atribuían a la "fuerza de la voluntad" sus grandes victorias militares: una característica psicológica épica que evoca la autosuficiencia individual, la competitividad y la ambición personal. En la cultura convencional actual aparece mucho en los conocidos sloganes de "just do it" o "just say no". La ciencia, como siempre, rechaza los prejuicios y hace aparecer cada vez más el autocontrol como un proceso ordenado en el cual la comunidad puede jugar un papel fundamental mediante la racionalización de las motivaciones y los incentivos, y, sobre todo, el apoyo mutuo.
“Fuerza de voluntad”, autocontrol, … Siendo un poco anticuado o epicúreo o estoico o la patológica moral de los siete pecados capitales.
ResponderEliminarObvio, prefiero el sabio disfrute del placer de gozar al cultivar un cuerpo sano y saludable de los epicúreos. La antigua fórmula de mente sana en cuerpo sano.
Quien, desde la crianza, ha sido educado en el desarrollo de un cuerpo sano y saludable y del placer de vivir, no tendrá que luchar ni contra las tentaciones ni contra el pecado y, por el contrario, aprovechará todas sus energías en vivir con bienestar, eso que algunos llaman felicidad o plenitud.
Por lo demás, toda negación del cuerpo o su represión moral, no es otra cosa que la alienación y enajenación de la propia libertad en beneficio de poderes ajenos o políticos o religiosos o económicos, en fin, renunciar a ser dueño de sí mismo y del propio cuerpo.
Lo que esos psicólogos demuestran, es que la enfermedad es otra y está en otra parte. ¡Vaya usted a saber!
Gracias
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