sábado, 28 de mayo de 2016

Los 10 hallazgos más replicados de la Genética de Conducta

Robert Plomin, probablemente la autoridad más reconocida en Genética de Conducta y autor del principal libro sobre la materia, acaba de publicar un artículo con el título de esta entrada que creo que merece la pena comentar. Todavía hablar de que la genética tiene que ver con diferencias en la conducta levanta ampollas y despierta el fantasma del determinismo genético, un fantasma que nos da más mucho más miedo que el determinismo ambiental. Además estamos viviendo una crisis en la ciencia en general y en la Psicología en general por falta de replicación de los estudios. Así que vamos a ver estos hallazgos que sí se replican brevemente:

1- Todos los rasgos psicológicos tienen una importante influencia genética. Tanto habilidades cognitivas como psicopatología, personalidad, uso y abuso de sustancias, etc. tienen una sustancial influencia genética. Esta es la que se ha llamado primera ley de la genética de conducta y todavía es controvertida en áreas como la educación. Los estudios que lo demuestran se han realizado sobre todo en Occidente pero también en otros países como Rusia, Japón o la India. No hay ningún estudio que diga que la heredabilidad de estos rasgos sea despreciable. Además de la esquizofrenia, el autismo o la hiperactividad, rasgos como las creencias políticas, la religiosidad y las preferencias por las comidas han mostrado una significativa influencia genética. La evidencia no sólo proviene de estudios de gemelos y de adopción sino también de estudios genéticos de GCTA (genome-wide complex traits analysis).

2- Ningún rasgo es 100% heredable. La heredabilidad de la mayoría de los rasgos oscila entre 30-50% lo que está lejos del 100%. Conviene tener en cuenta que la fiabilidad a la hora de medir los rasgos psicológicos  es mucho menor que medir por ejemplo la altura, que arroja una heredabilidad del 90%. Este hallazgo muestra la evidencia más fuerte de que la influencia del ambiente es importante. Y también nos dice que dada la sustancial influencia de los genes, a la hora de estudiar un factor ambiental hay que controlar para los genes.

3- La heredabilidad es causada por muchos genes con un efecto pequeño. La mayor evidencia de este punto son los estudios de GWA (genome-wide associaction) donde se identifican polimorfismos que implican diferencias en un solo nucleótido y se ve que el riesgo que confieren cada uno es extremadamente bajo, por ejemplo de aumentar 1,1 veces el riesgo de padecer esquizofrenia, o en un estudio sobre años de escolarización y genes cada gen explicaba 0,0002 de la variación. 

4- Las correlaciones fenotípicas entre rasgos psicológicos muestran una sustancial mediación genética. Mucha investigación en psicología trata de la relación entre rasgos. Por ejemplo, entre creatividad y salud mental, entre reactividad al estrés y neuroticismo o entre empatía y conducta moral. La investigación muestra que la covarianza fenotípica entre rasgos es causada por covarianza genética y no sólo por una covarianza causada por el ambiente. Por ejemplo, los estudios dicen que  la depresión y la ansiedad están relacionadas por razones genéticas, es decir, que los mismos genes afectan a los dos trastornos lo que significa que desde el punto de vista genético son el mismo trastorno. Lo mismo ocurre con la comorbilidad entre Esquizofrenia y Trastorno Bipolar donde se ve que  muchos de los mismos genes afectan a ambos trastornos. Los estudios de genética molecular del tipo GCTA y GWA así lo confirman. Un estudio reciente encontraba un mismo riesgo genético compartido para esquizofrenia, trastornos bipolar, trastornos del espectro autista, discapacidad intelectual y trastorno por déficit de atención e hiperactividad. La genética no coincide con las clasificaciones diagnósticas. También se ha visto que la relación entre neuroticismo y depresión es genética. 

5-La heredabilidad de la inteligencia aumenta a lo largo del desarrollo. Es contraintuitivo pero la heredabilidad de la inteligencia aumenta a lo largo de la vida: de 46% en la infancia a 55% en la adolescencia y hasta 66% en la juventud temprana. Según algunos estudios podría llegar hasta el 80% en la edad adulta tardía. Según otros, la heredabilidad desciende hasta 60% después de los 80 años de edad. La causa no se conoce. Una explicación podría ser que se vayan sumando nuevas influencias genéticas a lo largo del desarrollo, un proceso que se conoce como innovación, aunque puede influir también lo que comentan los autores en el siguiente punto.

6-La estabilidad entre edades es debida sobre todo a los genes. Según los estudios, la estabilidad fenotípica entre una edad y otra se debe a estabilidad genética. Es decir, los efectos genéticos contribuyen a una continuidad mientras que los cambios de una edad a otra se deben a factores ambientales.  En estudios de personalidad, el 80% de la estabilidad fenotípica  se debe a los genes; y lo mismo se ha encontrado para psicopatologías como el trastorno borderline de personalidad, la personalidad antisocial, la agresión o los problemas de atención. Lo mismo ocurre con la inteligencia lo que plantea una aparente paradoja: ¿cómo puede aumentar la heredabliidad de la inteligencia con la edad si los efectos genéticos son estables? La explicación podría ser lo que se llama amplificación genética. Las influencias genéticas que actúan al principio del desarrollo se van magnificando con el paso del tiempo aumentando la heredabilidad.

7-La mayoría de las medidas del ambiente tienen influencia genética. Cuando se miden influencias ambientales que se usan en psicología, como el estilo parental, el apoyo social o los acontecimientos vitales, se observa que muestran una influencia genética. ¿Por qué? Pues parece que porque esas medidas no miden un ambiente independiente de la persona: los humanos seleccionan, modifican y crean ambientes que se correlacionan con sus propensiones genéticas, su personalidad y su psicopatología (dicho de otra manera, que nos pasa lo que nos pasa porque somos como somos). En un estudio de Kendler de 35 medidas ambientales la heredabilidad media era de 0,27. Hay excepciones. Si se separan los acontecimientos ambientales en sucesos incontrolables (la muerte del esposo/a) o sucesos controlables (dificultades financieras), se ve que los primeros no muestran heredabilidad. 

8-La mayoría de las asociaciones entre medidas ambientales y rasgos psicológicos están mediadas de forma significativa por los genes. Por ejemplo, más que asumir que la conducta de los hijos se debe al estilo parental de los padres deberíamos considerar que la correlación se deba en parte a factores genéticos que influencian tanto la conducta de los padres como la de los hijos. Es decir, que el estilo parental se deba a factores genéticos que causan la conducta del hijo y que las diferencias en estilo parental se deban a factores genéticos que serán heredados por los hijos. Resumido toscamente, si un hijo se aficiona a la lectura porque en su casa había libros esa supuesta influencia ambiental se puede deber parcialmente a que el hijo ha heredado los genes que llevaron a los padres a comprar, leer y disfrutar de los libros en primera instancia.

9- La mayoría de los efectos ambientales no son compartidos por todos los niños que crecen en la misma familia. Parece razonable pensar que crecer en la misma familia hace a los hermanos y hermanas similares psicológicamente. La realidad es que es la genética la responsable de las semejanzas entre hermanos. Por ejemplo, la influencia del ambiente compartido (familia, colegio…) en la conducta psicopática es del 15%. En los resultados académicos ocurre lo mismo: 15% en inglés, 10% en matemáticas. Conviene señalar que esto no quiere decir que el ambiente familiar no sea importante sino que las experiencias claves que afectan al desarrollo de los niños son especificas para cada niño de la familia y no generales a todos los niños de la familia.

10- Anormal es normal. Solemos pensar en las enfermedades o trastornos como algo cualitativamente diferente de la normalidad. Sin embargo lo que la investigación nos dice es que los trastornos o “anormalidad” representan los extremos  de las mismas influencias genéticas. Esto se deduce lógicamente del hallazgo 3, que la heredabilidad se debe al efecto pequeño de muchos genes lo cual daría lugar a una distribución cuantitativa y los trastornos serían el extremo genético del espectro de variación de un rasgo. De ahí la provocativa afirmación de que lo “anormal es normal”.

Los autores concluyen el artículo especulando sobre las razones de que la replicabilidad de estos hallazgos sea tan alta. Una de las razones sería precisamente que la genética de conducta ha sido un campo de estudio muy controvertido y eso ha llevado al diseño de estudios más grandes en tamaño de la muestra y mejores en metodología con el empleo de métodos estadísticos que no se estaban empleando todavía en otras esferas de la psicología. Pero probablemente la causa más importante de esta replicabilidad es que los efectos genéticos en la conducta son realmente grandes (30-50%). En otros campos de la psicología el tamaño del efecto es muy pequeño y eso puede hacer que unos grupos lo encuentren y otros no. Hay muy pocos efectos en psicología que lleguen al 5%. Por último, lo que es muy significativo es que, si os fijáis,  cuatro de estos hallazgos se refieren al ambiente y los hallazgos fundamentales (1 y 2) confirman que tanto los genes como el ambiente contribuyen sustancialmente a las diferencias en los rasgos psicológicos.

@pitiklinov

Actualización (4-06-2016): Eric Turkheimer contesta en el mismo número de la revista a Plomin y cols. Acepta lo que dicen pero viene a concluir que no sirve de mucho porque no se concreta en mecanismos genéticos claros, sabemos que hay una influencia genética pero no podemos llegar mucho más allá. Si hiciéramos un continuo tendríamos enfermedades como la enfermedad de Huntington donde tenemos un mecanismo genético claro en un extremo y situaciones como el divorcio en el otro extremo donde lo genético no podrá aportarnos gran cosa. Lo que más nos importa sería saber qué puede pasar en el caso de la esquizofrenia o los rasgos de personalidad y Turkheimer opina que no veremos grandes descubrimientos genéticos en ellos. Creo que la esencia de la crítica de Turkheimer tiene que ver con el punto 3, que los efectos genéticos son pequeños en las conductas. La cosa efectivamente está difícil. El tiempo dirá.


Referencia:





domingo, 22 de mayo de 2016

Suspicious Minds

Colaboración de Juan Medrano


We can't go on together
With suspicious minds (suspicious minds)
And we can't build our dreams
On suspicious minds

                                           (Letra y música de Mark James; interpretada por Elvis Presley)
Rob Brotherton es un psicólogo, profesor universitario, especialmente interesado en las teorías conspiratorias, a las que dedicó su tesis doctoral, así como un libro “Suspicious Minds”, Bloomsbury, 2015) y un blog sobre la materia, creado y mantenido con otros tres psicólogos tan apasionados por el tema como él. El mensaje que se desprende de sus estudios y reflexiones es que todos los seres humanos tenemos algo de conspiranoicos (“conspiracy theorists”), solo que algunos lo disimulan mejor. Dicho de otra manera, la tendencia a establecer conclusiones tan atropelladas como apasionadas como para elaborar una teoría conspiranoica, o a basarse en datos aislados, inconexos o elegidos cuidadosamente para sustentar estas creencias, es un rasgo humano. Tal vez haya individuos más dotados para ello, pero en nuestros esquemas mentales –en los esquemas mentales de todas las personas- existe la base para edificar las creencias más peregrinas.

Porque, efectivamente, las creencias peregrinas son muchas y variadas. Brotherton recorre algunas de ellas en un capítulo introductorio en la materia y salpica su exposición de muchos ejemplos: la supuesta conspiración de los protocolos de los Sabios de Sion, una historia absurda y novelística hábilmente explotada por la policía zarista, entre cuyos efectos puede citarse sin error al Holocausto; el complot detrás del asesinato de Kennedy; la falsa llegada a la Luna; las supuestas manipulaciones para dominar el mundo del Foro Bildelberg (la reunión de las 130 personas más influyentes del mundo, en cuyas reuniones, a las que se asiste por invitación, está prohibido llevar calcetines blancos, talmente como se recoge entre las exclusiones de las instrucciones a autores del Txori-Herri Medical Journal); o las propuestas de David Icke, según las cuales una sociedad secreta de élites políticas, económicas y monárquicas consanguíneas, descendientes de los reyes de Sumeria, que controla a la humanidad y persigue la instauración de un gobierno mundial de orientación fascista y que fue instaurada hace milenios por una raza de reptiles alienígenas, creencia que no solo sostiene sin ponerse ni rojo, sino que cuenta con numerosísimos adeptos a lo largo y ancho del mundo.

Ahora bien, estas teorías resuenan y tienen éxito porque se acomodan a las características de nuestra mente, del software mental que emerge del -y es compatible con- el hardware cerebral con el que venimos equipados de fábrica los seres humanos, una maquinaria que se adapta y expresa nuestros miedos, nuestros deseos, nuestras presunciones acerca de cómo es el mundo y de qué oportunidades y riesgos nos esperan o nos acechan en él, maquinaria pulida por millones de años de selección natural, y de la que nos es imposible trascender o prescindir. En este sentido, una vez reconocemos a la conspiranoia como inherente a la naturaleza humana, el éxito de todas estas teorías conspiranoicas se convierte en un punto de partida para explorar y descubrir cómo leemos los humanos el mundo y cómo está articulada nuestra cognición. La preeminencia de estas teorías no se debe, pues, a canales ultrarrápidos de comunicación (Internet, redes sociales) que las expanden y enriquecen, sino a que caen sobre el terreno abonado de la forma en que está configurada nuestra forma de estar en el mundo y relacionarnos con él.
Algunos de los elementos que potencian la creencia en conspiraciones tienen un matiz afectivo. Así, para Brotherton, el auge de los movimientos antivacuna y su disposición a pensar que estos procedimientos médicos acarrean todo tipo de complicaciones, que a pesar de ser conocidas por gobiernos y fabricantes, son negadas exponiendo a la población a riesgos terribles, tienen que ver con la necesidad de proteger a los más desvalidos de nuestros seres qu
eridos: los bebés y niños más pequeños.

Pero el grueso de los mecanismos explorados por el autor son de naturaleza cognitiva y, como ha quedado dicho, basados en la estructura de nuestros mecanismos mentales. De esta manera, cabe decir que los seres humanos, todos, tenemos una cierta disposición al pensamiento conspirativo, que debería conceptualizarse como un rasgo como cualquier otro, una dimensión, que en algunos individuos será más acusada que en otros.

El mundo es caótico, potencialmente amenazante. La incertidumbre genera inseguridad, por lo que antes que asumir el caos es preferible tener la impresión de que alguien lo controla. Este control compensatorio puede explicar algunas creencias religiosas (la creación, la providencia). Que alguien, para bien o para mal, controle el mundo, es más seguro que vivir en él con la impresión de que es algo incierto.

Otro elemento sobre el que se asientan las teorías conspiratorias es la llamada paranoia prudente. Los seres humanos tendemos a la sospecha, y esa sospecha suele ser provechosa, ya que nos protege en el duro ecosistema social frente a posibles abusos y agresiones. El problema es que este rasgo, adaptativo en sí, puede asentar sobre prejuicios y presunciones a las que potenciará. Si se parte de la idea de que ciertos colectivos humanos son ladinos, o vagos, o intolerantes… la paranoia prudente puede volverse incendiaria (e imprudente) al sustentar y consolidar las creencias.

Por otra parte, las teorías conspirativas tienen la virtud de que son sencillas, simplifican la complejidad de la realidad, haciéndola más fácil de comprender. Al explicar lo inexplicado (o inexplicable) estas teorías eliminan el azar, tan difícil de tolerar por nuestra mente. Y quien da en primer lugar con la teoría explicativa adquiere así la categoría de sabio, de profeta, de guía, para una colectividad que sigue sus pasos y explicaciones.

Un rasgo humano más que favorece el éxito de las teorías es la dificultad que tenemos los seres humanos para entender y apreciar nuestra ignorancia y, por lo tanto, de asumirla. La ignorancia no suele ser fruto de la falta de datos o de conocimientos, sino de la existencia de datos y conocimientos incompletos que el individuo articular según criterios no siempre razonables. Pero una vez que alcanzamos conclusiones (o que las elaboramos con una lectura parcial de datos o una búsqueda incompleta en Google), nos aferramos a ellas, porque nadie quiere ser ignorante y pocas situaciones son más opacas a la introspección que la falta de conocimiento. Quien más, quien menos, quiere –necesita- sentir que sabe, y las teorías conspirativas, al rellenar huecos satisfacen estos requerimientos.

Un dato de interés es que las teorías conspirativas siguen esquemas y temas comunes, son variaciones –como la literatura o el cine- de temas maestros que parecen constituirse como arquetipos temáticos en nuestra mente. Entre ellos, por ejemplo, Brotherton destaca la lucha del desfavorecido, del Mindundi, contra el poder. Ese donnadie que alcanzará el éxito a través de su esfuerzo, sobreponiéndose al poderoso, despierta la simpatía del humano, y cualquier lectura del mundo que entrañe la pugna del débil frente al poderoso partirá con ventaja a la hora de constituirse como explicación plausible, por muy conspiranoica que sea. Como exitosa será cualquier hipótesis o propuesta que refleje la sempiterna diferencia entre “nosotros” (virtuosos) y “ellos” (nuestros rivales reales o figurados, siempre malintencionados y dispuestos a perjudicarnos”. Una conspiranoia con unos “ellos” fácilmente identificables calará con facilidad.

Un capítulo aparte debe dedicarse a los errores cognitivos que fomentan las explicaciones irracionales. Los seres humanos no somos conscientes de lo imperfecto de nuestras percepciones; saltamos por ello con facilidad a conclusiones apresuradas, conectando mental y lógicamente puntos que carecen de tal hilazón. Igualmente, estamos programados para inferir causas donde hay coincidencias; sin duda este es un sesgo que ha resultado adaptativo a lo largo de la historia de nuestra especie, porque permitió pensar que un ruido en el bosque podría ser efecto de un depredador amenazante más que una casualidad, y quienes hemos llegado hasta aquí somos los descendientes de quienes por pensar así eludieron la amenaza al poner pies en polvorosa al oír quebrarse una rama. Pero colateralmente, este mecanismo favorece que determinadas coincidencias sean interpretadas como señales de que algo oculto se cuece, de que un determinado acontecimiento no es fruto del azar, sino que existe algo que lo ha puesto en marcha. Ese algo, además, tiene un elemento intencional, porque los atribuimos intención a los fenómenos que observamos. Si identificamos al agente que los ha podido causar, creeremos que su acción ha sido deliberada; si no lo identificamos, lo buscaremos y le conferiremos intencionalidad: los dioses enviaban castigos en la Antigüedad; hoy, detrás de un hecho trágico, están los intereses alevosos de corporaciones o poderosos no siempre identificados. A ello contribuye también la siempre sutil proyección, que permite que traspasemos nuestros perjuicios, ambiciones y hostilidades al conjunto de los seres humanos, creando un falso consenso y fomentando que quien tiene una visión conspiranoica del mundo crea que el mundo está articulado como tal.

Otro sesgo cognitivo relevante es el de la proporcionalidad. Brotherton expone diversos experimentos que demuestran que los humanos esperamos que detrás de grandes fenómenos se escondan grandes causas. No podemos aceptar de salida que la muerte de un mandatario sea el resultado de la acción de una persona aislada y más o menos desequilibrada, y tenderemos a ver detrás del magnicidio una conspiración de elementos proporcionados a la relevancia del fallecido: grandes corporaciones, la Mafia, potencias enemigas, el partido rival… No puede haber, pues, daño grande que no venga causado por un agente proporcional al daño.

Rematan y consolidan las lecturas conspiranoicas los sesgos de confirmación y la búsqueda del resultado que confirma la creencia, fenómenos que pueden apreciarse en marcos tan supuestamente racionales como los debates científicos. Si las hipótesis y los debates se basan en una lectura sesgada de los resultados o en un “cherry-picking” de los datos de la experimentación, no es porque los investigadores o académicos sean especialmente perversos o manipuladores en la defensa de sus posiciones: es –simplemente- porque son humanos y los humanos funcionamos así, no solo cuando tenemos intereses especiales que defender, sino cuando tratamos de asegurar nuestra visión del mundo y defendernos del azar, de la incertidumbre, del riesgo de un mundo que quisiéramos más ordenado y predecible.

¿Será posible orientarnos en el caos, encontrar la sucesión de acontecimientos que llevan a los fenómenos que observamos? ¿Debe prevalecer el escepticismo, o no nos equivocamos cuando nos ponemos conspiranoicos? Al analizar el fundamentalismo antivacunaciones, Brotherton contrapone el vergonzoso experimento de Tuskegee que siguió la historia natural de la sífilis en varones de raza negra que podían haber sido tratados, como ejemplo de que la realidad a veces se pone a la altura de las teorías conspirativas más extremas. Y, ciertamente, si hemos llegado hasta aquí debe ser porque a la larga, y tal vez a la corta, la paranoia prudente, la denegación de nuestra ignorancia, los sesgos de intencionalidad, proporcionalidad, la proyección y un ockhamismo extremo que hace que nos decantemos por las explicaciones sencillas, son ventajosas para el individuo y para la especie. Ser conscientes de ellos debería ayudarnos a atemperar nuestra tendencia a leer con rapidez extrema la realidad, armados de un escepticismo igualmente prudente. No debemos perder de vista que como decía Benjamín Franklin, citado por el propio Brotherton, una de las ventajas que tiene el Ser Humano en tanto que criatura razonable es que uno puede encontrar razón para cualquier cosa a la que desee encontrársela. Como bien percibía D. Benjamín, ser razonable, a la luz de nuestra disposición conspiranoica, puede ser no mucho más que tener la capacidad de retorcer la realidad para buscarle una explicación.

Colaboración de Juan Medrano










sábado, 14 de mayo de 2016

Vivir en tribus y privatizar el matrimonio

En esta entrada voy a tratar dos temas: las recientes declaraciones de la diputada de la CUP, Anna Gabriel, sobre tener los hijos y criarlos en común y luego voy a poner sobre la mesa el tema del matrimonio privado, que es una idea prácticamente desconocida en nuestro país. Yo la descubrí en el libro Nudge, de  Sunstein y Thaler y tengo que decir que me sorprendió totalmente, me pareció un ejemplo de pensar “out of the box” que dicen los anglosajones, de salirse de lo trillado. Como todo en esta vida, la idea de privatizar el matrimonio tendrá sus cosas buenas y malas pero desde luego es algo que merece ser debatido.


  • le satisfaría la idea de "formar parte de un grupo de personas que decidiesen tener hijos e hijas en común, en colectivo"
  • “son tan hijos tuyos los hijos o hijas que has tenido tú como los que ha tenido el resto”

Vaya por delante que mi crítica es descriptiva y no normativa. Es decir, voy a argumentar que ese planteamiento implica una negación de la biología (la maternidad y el vínculo materno-filial) y que los intentos previos de aplicar algo así no han funcionado pero, por supuesto, el que quiera hacer algo así que lo haga, no planteo que haya que prohibirlo ni nada por el estilo.

Lo que dice Anna ya se intentó en los kibutz de Israel, esas organizaciones comunales de inspiración socialista sionista. Se mantenía la pareja pero los hijos no vivían con ellos y eran criados en dormitorios comunales atendidos por personal de la comuna. Esto duró un tiempo pero las madres de segunda generación acabaron pidiendo que se volviera al modelo tradicional de que los hijos vivieran con los padres. Ver el libro de Lionel Tiger y Joseph Shepherd  Women in the kibbutz, del que tenéis un comentario aquí.  Pero no hay que olvidar que lo que plantea Anna es más extremo todavía, es “hacer” los hijos en común, no sólo criarlos, que los hijos sean de todos. Más sobre eso luego.


Sin embargo, la crianza cooperativa o aloparental, es algo que existe en todo el mundo, como muy bien ha tratado Sara Hrdy. Normalmente la madre da el pecho los 3-4 primeros años y durante ese tiempo el marido y otros familiares, generalmente hermanas y madre de la mujer ayudan y proveen de recursos a la madre. Cuando a los 4 años la madre tiene otro hijo y desteta al anterior éste ya es capaz de sobrevivir con la ayuda de sus familiares y del resto de los miembros del pueblo, ancianos, etc. 

Por otro lado, un modelo de reproducción como el que plantea Anna, por lo que yo sé y que me corrija algún biólogo, no existe en primates (y no sé si lo hay en otros animales), y en humanos se habla de ciertas tribus de Sudamérica que tienen la creencia de que se necesita el semen de varios hombres para criar un hijo. Parece que la explicación a esta creencia es que los padres tienen altas probabilidades de morir en la guerra y con esta creencia la mujer se procura padres suplentes en caso de que el fallecimiento ocurra. Pero parece haber también un orden y jerarquía de responsabilidades. Pero ni chimpancés, ni gorilas ni orangutanes tienen sistemas en donde todos tienen relaciones sexuales con todos y donde todos ayudan a la crianza común de todos los hijos. Incluso las hembras de bonobos, que son los más hippies, dan preferencia a sus hijos y hay una jerarquía femenina y los hijos ocupan su lugar en el grupo según el estatus de la madre. 

Probablemente, hay unas razones biológicas para ello. Primero, los mamíferos somos las criaturas del vínculo, su característica fundamental (de ahí lo de mamífero) es el vínculo que se forma entre madre e hijo, La madre no se desentiende del hijo cuando nace, le alimenta y le enseña hasta que éste tiene una edad. La importancia de este vínculo esta recogida en biología, antropología y en psicología con la llamada teoría del apego, de Bowlby. Sabemos incluso el sistema neurobiológico que lo soporta basado en ciertas estructuras y neurotransmisores como la oxitocina y los opiáceos. Lo que dice Anna de que pueden ser tus hijos también los que no has parido supone ignorar este mecanismo. Una madre podría querer igual al hijo de su vecina tal vez si lo cría ella, le diera de mamar o por alguna razón tuviera una relación tan estrecha con él como la que tendría con un hijo propio. En caso contrario, el mecanismo biológico del vínculo no va a actuar y eso no se puede suplir con fuerza de voluntad, nunca será lo mismo.

En cuanto al papel de los machos, éstos buscan hacer copias de sus genes y no suelen estar por la labor de que se reproduzcan otros machos sino que tratan de asegurarse ellos el acceso a las hembras. Y cuando los machos colaboran en la crianza es con la condición de que sean ellos los padres y precisan mecanismos que les aseguren una certeza de esa paternidad. Ningún macho es feliz criando los hijos de otro. Existen por tanto leyes biológicas que gobiernan la conducta de los animales, la nuestra incluida. Para que un hombre colabore en una crianza colectiva creo que tendría que saber que algunos por lo menos de esos hijos son hijos suyos (y veo difícil que trate igual también a sus hijos que a los de otros)

Pero vamos a mirar desde el lado práctico la propuesta de volver a las tribus. ¿Cuáles serían las tribus? Los vecinos que viven en un mismo portal? ¿compañeros de trabajo? ¿un grupo que practica el poliamor y quiere vivir juntos? Como decía más arriba, esos vínculos maternales y paternales fuertes no van a surgir viviendo cada uno en su casa así que tendríamos que hablar de algún tipo de vida comunitaria. En las ciudades de hoy en día lo veo difícil. Podemos pasar a construir pisos de 20 habitaciones, o sin habitaciones, para tribus pero va a ser complicado. ¿Qué pasaría con el dinero? El dinero que me den a mí por trabajar lo metemos en una cuenta común para alimentos y colegios de todos los niños de la tribu? ¿cuánto contribuye cada uno? Y si hay gente en paro? Y si hay quien no tiene hijos? Cómo reconocemos legalmente la paternidad o maternidad de los hijos, si es que la reconocemos? ¿Y el sexo?… ¿Nos acostamos unos con otros por turnos cada noche? ¿Y si un hombre prefiere acostarse con una mujer o viceversa y no con otros miembros del grupo ? ¿estaría obligada/o? Por supuesto cada tribu puede poner las normas que quiera pero, a este respecto, la realidad es que todas las comunas que se formaron en época hippies- y otras- acabaron rotas por los celos , el enamoramiento y demás.

Volvemos al eterno problema Nature/Nurture. Creemos que la cultura es una causa que no es causada por nada, que no tiene antecedentes ni factores causales previos. La cultura , en ese modelo, sólo depende de nuestra imaginación: pensamos un modelo de organización y ya está, lo podemos hacer. No nos damos cuenta de que la cultura es un guante que tiene que adaptarse a una mano. Tenemos variabilidad y se pueden hacer muchos tipos de guantes, pero si nos vamos mucho en la relación mano-guante al final el guante no funciona. Si hago un sombrero y lo quiero usar de guante pues no va a funcionar igual de bien que un guante.

Por último, mencionar la existencia de la idea de que el matrimonio debería ser un asunto privado, de que el Estado no debería reconocer o sancionar los matrimonios ni otorgar privilegios o beneficios a las personas por el hecho de casarse. Es una idea que lleva algunas décadas por ahí y la verdad es que nadie le ha hecho mucho caso así que probablemente será porque tiene mucho problemas, pero creo que merece la pena ser conocida. Me parece dudoso que hoy en día el Estado tenga que otorgar beneficios a las personas por el mero hecho de casarse. En otros tiempos creo que esos beneficios como una pensión de viudedad intentaban compensar a la mujer que no trabajaba en caso de fallecimiento del marido, o para el beneficio de los hijos. Se nos olvida que el matrimonio a lo largo de la historia no ha ido de hacer felices a los cónyuges  sino de dar un lugar a los hijos, de unir familias, etc. Ahora el matrimonio está separado del hecho de tener hijos y se me ocurre que el Estado sí puede tener interés en otorgar beneficios (fiscales, económicos, etc.) a las personas que tengan y críen hijos, pero eso puede ser independientemente de que esa persona o personas estén casadas. El que críe un hijo - que se supone que es un bien que interesa al Estado- recibiría ayudas pero no por el mero hecho de casarse. Wikipedia tiene una entrada sobre este tema.

La ventaja del matrimonio privado es que cada uno se casa con quien quiere y como quiere, sea parejas, tríos o en tribus sin ningún problema y nadie les dice lo que pueden o no hacer. Esto sería una solución a problemas como el de la poligamia que es el siguiente en la lista. A mi modo de ver no hay ninguna razón de peso para prohibir la poligamia. Con el matrimonio privado nos ahorraríamos todos esos debates y problemas.

En fin, la primera parte de la entrada creo que es clara, la segunda más especulativa.. Lo repetía en la entrada sobre la naturaleza humana. Podemos plantearnos cambios sociales y organizativos, por supuesto. Lo que ha sido no tiene por qué seguir siendo, pero es muy importante saber quiénes somos y de dónde venimos. Por poner un ejemplo, podemos decidir en el futuro que, aunque somos animales terrestres (de origen arbóreo), vamos a vivir en ciudades submarinas, pero tenemos que saber que no tenemos agallas y aletas. Lo que creo que mucha gente que niega la biología hace es plantear ciudades submarinas pensando que somos peces. 

@pitiklinov


martes, 10 de mayo de 2016

La Ciencia de la orientación sexual

Acaba de publicarse recientemente un artículo que recopila el estado actual de la ciencia con respecto a la orientación sexual: sus causas, su medición, las diferencias sexuales en su expresión, su desarrollo y su expresión en el tiempo y el espacio. El origen de este artículo es curioso porque busca informar el debate político, inicialmente en Uganda. Allí el presidente Museveni rehusó en un principio  firmar el Acta Anti-Homosexualidad porque quería saber si la evidencia científica decía si la homosexualidad era innata o adquirida, ya que solo en el segundo caso tenia sentido el acta. Entonces reclamó un resumen de la evidencia científica y varias personas se pusieron en contacto con los autores del artículo, expertos en este campo, para realizarlo. Pero el presidente decidió firmar el acta sin esperar a los investigadores y ésta fue rechazada por el Tribunal Constitucional. A pesar de ello, los autores decidieron acabar y publicar el trabajo con el objetivo de informar los debates políticos acerca de la homosexualidad. Hay que tener en cuenta que actualmente 75 países prohiben la conducta homosexual y en 11 países es posible una condena a muerte por actos homosexuales.

El artículo es muy largo así que es imposible resumirlo en una entrada pero voy a intentar extraer algunas de las cosas más interesantes. Por supuesto, recomiendo su lectura a todas las personas interesadas en el tema. El eje del artículo es determinar si la orientación sexual tiene una causa social o no social (biológica) y el resultado es que hay considerablemente mucha más evidencia que dice  que el origen de la orientación sexual es no social, es decir, biológico (genético, hormonal y otros factores todavía desconocidos). Tendríamos en este debate dos bandos: un bando con actitudes positivas hacia la homosexualidad, que considera que tiene su origen en la biología y un bando con actitudes negativas frente a la homosexualidad que cree que la homosexualidad se contagia por la relajación de las normas morales y que hay que prohibirla. La evidencia científica apoya al primer grupo. Vamos a ver esas pruebas (como siempre la homosexualidad masculina ha sido más estudiada que la femenina).

  • Los niños/as que luego van a ser homosexuales a menudo (tenéis los estudios que lo prueban en el artículo) difieren de formas apreciables de los niños/as que van a ser heterosexuales y estas diferencias aparecen claramente antes de que los niños tengan nada que se parezca a una orientación sexual, en edad preescolar (a menudo es evidente para los 2 años de edad). En el caso de los chicos aparecen conectas propias del otro sexo como vestirse de chica, desear un pelo largo, jugar con muñecas y desear ser una chica. En el caso de las chicas prefieren jugar con niños muestran interés en deportes competitivos y juegos más rudos y no tienen interés por las muñecas y prefieren ser un chico. Además estas diferencias en la niñez, conductas propias del otro sexo, emergen a pesar de la socialización que intenta forzar precisamente esa conformidad. 

  • La atracción homosexual emerge antes (hacia los 10 años tanto en gays como lesbianas) que la conducta homosexual (unos 3 años más tarde) en la mayoría de no heterosexuales, lo mismo que ocurre en heterosexuales.

  • La prevalencia de no-heterosexualidad es similar en todas las culturas, inferior al 5% (1,5-5%, según los estudios) y no se ha demostrado que aumente por su permisividad social aunque la tolerancia sí pude aumentar su expresión. No hay evidencia de que esta tasa de atracción por el mismo sexo haya variado mucho según tiempo y lugar.

  • Hay pruebas de que las hormonas sexuales tienen una influencia determinante durante el desarrollo fetal en la orientación sexual posterior del individuo. Parece haber un periodo sensible (no está probado del todo) en el que la exposición o no a las hormonas sexuales (andrógenos) organiza el cerebro de una determinada manera de forma que luego se muestra una orientación hacia las mujeres o hacia los hombres. Esto está demostrado en animales inferiores como ratones pero lógicamente no hay experimentos en seres humanos. Sin embargo, hay una enfermedad, la Hiperplasia Adrenal Congénita (HAC) en el que las chicas están expuestas en el útero a elevados niveles de andrógenos y estas chicas muestran mayor frecuencia de intereses masculinos (jugar a deportes y no con muñecas, etc), masculinización de los genitales (clítoris más grandes) y también una tasa más alta de homosexualidad. Sin embargo, hay que señalar que la mayoría de las mujeres con HAC son heterosexuales, lo que apoya que además de factores hormonales tiene que haber otros factores implicados (genéticos u otros).

  • La prueba más contundente a favor de la biología (prueba que sólo tenemos para el caso de los hombres) es que se han realizado unos casi-experimentos  naturales que han consistido en criar a niños como su fueran niñas tanto físicamente como socialmente, es decir, que se les ha operado para tener unos genitales femeninos, incluso se les ha hormonado y se les ha socializado como niñas. A pesar de ello eso no ha alterado su orientación sexual y todos ellos, al crecer, se han sentido atraídos por las mujeres (esto demuestra que en este caso entre nature y nurture gana nature). Estoy hablando del famoso caso de  David Reimer y de la casuística que disponemos de una enfermedad llamada extrofia vesical o cloacal. Son pocos casos (7 según los autores) pero el resultado es congruente en todos. Si cortando el pene a un chico, hormonándole y educándole como chica no podemos hacer que se sienta atraído hacia los chicos, no esta claro qué otra intervención psicosocial puede lograrlo.

  • No hay pruebas de que la llamada “terapia de conversión”, es decir, terapias para cambiar la orientación sexual de una persona funcione. La gente que sale seguir estas terapias lo suele hacer por motivos religiosos y están muy motivados para hacerlas y también para decir que funciona. Spitzer hizo un estudio en 2003 donde dijo que se había conseguido un cambio de 10 puntos sobre 100 en la orientación pero luego dijo que no eran creíbles sino más bien fruto del engaño, bien intencional o del autoengaño. La tecnología para medir estas terapias existe, sobre todo par los hombres, en mujeres sería más difícil. Por medio de la pletismografía peneana que mide la respuesta genital a un estímulo se podría ver si la respuesta disminuye hacia el estímulo inicial, los hombres (algo teóricamente más factible), pero también habría que demostrar un aumento de la respuesta hacia el estímulo que inicialmente no provocaba respuesta, las mujeres ( y esto se antoja mucho más difícil de conseguir). Hasta la fecha nadie ha presentado un estudio con esta metodología y los autores dudan seriamente de que pueda haberlos. No hay pruebas de que los individuos puedan cambiar conscientemente su respuesta genital para adecuarla a una determinada identidad. La mayoría de las personas que proponen estas terapias han cambiado sus objetivos hacia ayudar a que los homosexuales que así lo desean, se mantengan célibes o no ejerzan su homosexualidad, pero no se plantean cambiar su orientación sexual.

  • Con los datos que tenemos, la conclusión evidente es que no elegimos nuestra orientación sexual, ni homosexuales, ni heterosexuales, (ni pedófilos, aunque ese es otro tema).

Otros datos o resultados comentados en el estudio son:

  • Las personas que creen que la orientación sexual es “innata”, “biológica” o similares, es más favorable a una igualdad de derechos para homosexuales y bisexuales. 
Figura 1

  • Hay diferencias entre los sexos a la hora de expresar la orientación sexual. En una revisión reciente se encuentra que la mayoría de las personas de los dos sexos se consideran a sí mismos “totalmente heterosexuales”, pero esto ocurre más en los hombres(93,2%) que en las mujeres (86,8%). Y, como puede verse en la figura 1, los hombres están más polarizados hacia la heterosexualidad o la homosexualidad con menos bisexualidad que las mujeres. Esta distribución bimodal es la esperable si la causa de la diferencia entre los dos grupos fuera única, mientras que si las causas fueran múltiples se esperaría una distribución continua. Las causas de esta diferencias entre hombres y mujeres no se conocen. También se ha observado en estudios en los que se mide la respuesta genital de mujeres ante diferentes estímulos (por pletismografía vaginal) que las mujeres heterosexuales responden a diferentes categorías (responden igual a hombres, mujeres, o incluso bonobos). Las mujeres homosexuales son más específicas para categorías, es decir, responden más a mujeres que hombres. Todo esto sugiere que en humanos las mujeres es “el sexo más bisexual” mientras que los hombres es más probable que sean homosexuales o hetorosexuales. También hay datos de que la “fluidez sexual”, la capacidad de mostrar deseo sexual tanto hacia hombres o mujeres dependiendo de las circunstancias, es mayor en las mujeres. En entrevistas con varios años de diferencia entre ellas es más probable que las mujeres cambien de categoría, por ejemplo, de considerarse heterosexual a considerarse bisexual (no suele haber cambios drásticos como de considerarse heterosexual a considerarse  lesbiana). L.M. Diamond ha teorizado que el amor romántico y el deseo sexual se basan en dos sistemas diferentes (el primero en el sistema del apego y el segundo en el de búsqueda de pareja sexual) pero que se influyen mutuamente y que por ello es posible que una fuerte relación emocional de lugar a deseo sexual.


En resumen, hay mucho más que leer en este artículo pero ya es bastante larga la entrada. Para concluir, la orientación sexual parece deberse más a causas que no son sociales sino biológicas y, además, tan tempranas como que probablemente ya está fijada en buena medida desde antes de nacer. Por otro lado, toda la evidencia que revisa este artículo no apoya para nada el mantra tantas veces repetido de que el sexo (perdón, género) es una construcción social. Si lo fuera, la socialización y la “terapia de conversión” deberían ser más eficaces, y los datos dicen que no lo son. Este artículo quiere informar el debate político y creo que tiene que tomar nota de él tanto la derecha como la izquierda.



@pitiklinov

Referencia:


J Michael Bailey y cols. Sexual Orientation, Controversy and Science. Association for Psychological Science 2016 vol 17 (2) 45-101 (disponible en abierto)