Colaboración de Juan Medrano
La célebre cita alleniana |
Uno
de los problemas que surgen cuando se quiere tratar acerca de cierto órgano
masculino impar, situado en la línea media, que no es la nariz, ni mucho menos
la lengua o el timo, es el tabú existente en nuestra cultura en relación con
algunas materias. Otro es que el nombre técnico del citado órgano resulta casi
malsonante desde su tecnicismo, teniendo en cuenta el rico acervo de términos
entre cariñosos y groseros que se utilizan para designarlo, haciendo alarde de
la riqueza idiomática de cualquier idioma y del frondoso imaginario del ser
humano. Llamar a esta entrada “en lo que todo el mundo piensa que piensa Woody
Allen cuando dice que el cerebro es su segundo órgano favorito” quedaría
vistoso, y con unos ribetes de teoría de la mente que lo harían especialmente
adecuado en un comentario dirigido a profesionales de la Psiquiatría con
conocimientos debidamente al día y on the
wave, pero quedaría muy largo. Así que hemos optado por un título entre
genérico y vago, que apunta y no lo hace, que queda a medio camino entre la
designación rotunda y la parafasia semántica. En medio de esas coordenadas, más
o menos.
Pues
bien, el pene –ya ha quedado nombrado- es un órgano polifacético. No sólo por
su dualidad fisiológica en lo genital y lo urinario, sino por sus innegables
cualidades eróticas y su trascendencia cultural. Recuérdese al clásico que
aseguró que los hombres viven angustiados ante la posibilidad de su pérdida y
que a las mujeres les corroe la envidia por no disponer de este pendular
órgano. Considérese la importancia que desde temprana edad dan los varones a
sus dimensiones, plasmada en precoces concursos de longitud del arco de orina.
Piénsese, en definitiva en la relevancia psicológica e incluso social que se
concede a su adecuado rendimiento en su faceta genital y sexual. Como
demuestran sus múltiples disfunciones psicógenas y las empanadas mentales de
muchos varones acerca de su uso y disfrute, el pene es un órgano en el que el
maridaje entre lo cultural y lo biológico a través de lo psicológico no siempre
alcanza resultados satisfactorios.
Todo
estudio de sus habilidades debe comenzar por la dimensión estrictamente
anatómica y fisiológica del pene. Los cánones de belleza y proporcionalidad que
determinan el éxito sexual y reproductivo de los seres humanos varían a lo
largo de la historia, como lo demuestra el contraste entre las bellezas
rubensianas y los actuales iconos de pasarela (véase un reciente vídeo que las repasa). Pero en medio
de tanta variación parece que en lo tocante al pene siempre se ha dado
importancia al rasgo, netamente anatómico, de su forma y tamaño. No nos queda,
pues, más remedio, que explorar estos dos aspectos.
La
cuestión de la longitud del pene debe tener su trascendencia, pues no en vano
ha dado pie a muchos chistes y a silvestres estudios interraciales cuyos
resultados han invadido el saber popular. La antropología comparada, con sus
ejemplos de héroes, dioses o simples villanos caracterizados por un luengo y
esmerado pene, nos hace sospechar que la importancia que todas las culturas dan
a este aspecto debe tener alguna causa presocial, biológica. Para encontrarla
podemos acudir a la Fisiología, que nos explica que dadas las peculiaridades de
la pelvis femenina y la disposición de la vagina, el pene ha de tener una
longitud suficiente para garantizar un adecuado contacto sexual y,
consecuentemente, el éxito reproductivo. Estos hallazgos tienen su correlato
radiológico en un estudio, publicado a finales
del pasado siglo por el BMJ,
en el que se describían las particularidades del acople coital humano a la luz
de la Resonancia Nuclear Magnética, justo colofón, por cierto, a la teoría de
que la vocación radiológica no pasa de ser una sublimación de impulsos
voyeuristas. Este trabajo se publicó en el número liviano que con motivo del
fin de año publica cada ejercicio la prestigiosa revista británica, por lo que
podría considerarse que fue más una gracieta que algo realmente motivado por un
interés científico real y honesto. Sin embargo, existen otras aportaciones,
como los estudios de Faix y colaboradores, que en un trabajo que denominaron inicial
y en otro más pormenorizado, analizaron con gran interés y
ahínco, en los albores de la presente centuria, las características anatómicas,
funcionales y biomecánicas de dos de las posturas más clásicas del amplio
abanico coital.
A
su vez, la extraordinaria pelvis de la mujer viene determinada por la
bipedestación, fenómeno exclusivo de nuestra especie, lo que impone, para un
adecuado acople reproductivo, que el pene humano sea proporcionalmente el más
largo entre la galería de miembros de primates. No desespere, pues, el varón
preocupado por el tamaño de su miembro, porque ha de saber que en un certamen
interprimates derrotaría al mismísimo King Kong. De calle, además.
Pero
el pene humano no sólo destaca por su longitud: también tiene una forma
diferente a la de los apéndices viriles del resto de los primates. La
diferencia radica en la forma del glande y muy particularmente en el contorno y
disposición de su cresta coronal. A este respecto son esenciales los trabajos
del doctor Gallup (a quien ya conocimos como experto estudioso del bostezo) y
sus colaboradores de la Universidad de Albany. Este investigador consiguió demostrar
que el peculiar diseño del glande humano permite que en el coito en cada
acometida el pene actúe como una bomba que expulsa el semen depositado en la
vagina por un competidor previo, de modo que al producirse la eyaculación no
quede rastro de espermatozoides rivales.
El seminal trabajo de Gallup. Teniendo en cuenta su
temática, lo de seminal es un chiste fácil, pero es que uno es así de simple
En
apoyo de su teoría Gallup cita experiencias con modelos artificiales (penes de
látex, vaginas sintéticas, soluciones acuosas de almidón de diferente
viscosidad), según las cuales las acometidas más enérgicas aumentan el bombeo
al exterior. También son más eficientes los penes más largos, por lo que nos
encontramos ante otro argumento evolutivo para explicar la inusual longitud del
pene humano.
¿Tomó de modelo Miguel Ángel a un gorila o un
chimpancé?
La
teoría de Gallup sugiere que hasta anteayer en términos evolutivos el ser
humano se caracterizaba por un modelo de fecundación poliándrica, común en los
actuales chimpancés, en el que cada hembra copularía con diferentes machos.
Debe deducirse que en estas bacanales reproductivas, y siempre que fuera
suficientemente largo, enérgico y con un diseño balánico acertado, el último
pene reiría mejor desde el punto de vista de la transmisión de sus genes.
También a la luz de esta hipótesis, la rivalidad sexual entre los antepasados
de los actuales machos humanos no se limitaría a peleas, ritos nupciales o
cuestiones análogas, sino que se extendería a la habilidad de sus penes para
bombear hacia el exterior de la vagina el semen de los competidores. Era, pues,
una rivalidad entre somas completos, entre penes y entre los espermatozoides de
diferentes machos que a pesar de la bomba expelente peneana pudieran llegar
hasta el óvulo. Por cierto, que desde este punto de vista, según Gallup, la
circuncisión cobra un nuevo sentido que va más allá de lo ritual o de lo
higiénico, ya que con esta práctica se exageran los rasgos de la cresta coronal
y, por lo tanto, su eficiencia como dispositivo de expulsión de semen rival.
Este dato le hubiera encantado al famoso antropólogo de origen judío Marvin
Harris (1927-2001), que fue capaz de encontrar un sentido lógico y
evolucionista al tabú sobre el cerdo en judíos y musulmanes a partir de su
competencia con los humanos por el nicho alimentario.
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Marvin Harris y la obra en que analiza el tabú
religioso sobre el cerdo
En
todo caso, ¿qué queda en el ser humano moderno o postmoderno de este modelo
reproductivo? ¿De qué manera el pene moderno o postmoderno demuestra la
vigencia de esta actitud reproductiva? Para Gallup y colaboradores, el ejemplo
más claro es el especial empuje (nunca mejor dicho) con que el varón
temporalmente alejado de su pareja se emplea en el primer coito tras el
reencuentro. Esta conducta es generalizada, según nos explican, y queda
confirmada por una encuesta entre estudiantes universitarios que contestaron
sobre las características, digamos biomecánicas, de sus relaciones sexuales
tras un tiempo de separación de su pareja, en las que sus penes (y los músculos
que los propelen) se emplean en el reencuentro como si tuvieran que extraer de
la vagina de su amante un semen ajeno que sería prueba, muestra y resto de
infidelidades durante su ausencia.
Uno de los “esos” más famosos del mundo: El del
Manneken Pis de Bruselas
En
definitiva, según Gallup, detrás de la anatomía peneana y de la fisiología de
la penetración se esconde la pugna reproductiva entre machos. Pero esta
pulsión, eliminada en la evolución cultural de nuestra especie la fecundación
poliándrica, tendrá que emerger de alguna manera. ¿Tal vez a través de la
celotipia, un rasgo común en el macho humano? Es posible que sea una conclusión
atrevida, pero en cierto modo los razonamientos de Gallup evocan el Mono
Desnudo de Desmond Morris, cuya organización social humana tendría como
justificación, base y eje la preservación de la monogamia. Y, dicho sea de
paso, a su vez la monogamia, puesto que supone eludir la competición con penes
mejor preparados, sería una garantía de éxito reproductivo para los penes más
cortos, incircuncisos o con crestas coronales menos pronunciadas. En otras
palabras, la monogamia no sólo habría supuesto el sometimiento de la mujer como
se ha sostenido desde el feminismo, sino que como efecto colateral habría
llenado el planeta de penes cortos, sin empuje y de diseño ineficiente. No somos nada.
¿Envidia del pene, vergüenza ajena o constatación
de un efecto colateral del patriarcado?
Autor: Juan Medrano
Fuentes:
Faix A, Lapray JF,
Callede O, Maubon A, Lanfrey K. Magnetic resonance imaging (MRI) of sexual
intercourse: second experience in missionary position and initial experience in
posterior position. J Sex Marital Ther 2002; 28 Suppl 1: 63-76 [Texto
completo]
Faix A, Lapray JF,
Courtieu C, Maubon A, Lanfrey K. Magnetic resonance imaging of sexual
intercourse: initial experience. J Sex Marital Ther 2001; 27: 475-82 [Abstract]
Gallup
GG, Burch RL, Zappieri ML, Parvez RA, Stockwell ML, Davis JA. The human penis as a semen displacement device. Evol Hum Behav 2003; 24:
277-289 [Abstract]
Gallup
GG. Semen Displacement as a Sperm Competition Strategy in Humans . Evolutionary
Psychology 2004; 2: 12-23 [Texto
Completo].
Weijmar
Schultz W, van Andel V, Sabelis I, Mooyaart E. Magnetic resonance imaging of
male and female genitals during coitus and female sexual arousal. BMJ 1999;319:1596-1600 [Texto completo]
Sobre el pene, se me ocurre comentar que, siendo el órgano fecundador y el signo del macho dominante, las mujeres no se sienten atraídas por su visión, al contrario de lo que sucede cuando el hombre contempla las curvas femeninas.
ResponderEliminarHago este comentario porque existen los temidos exhibicionistas (se trata de una parafilia) que con sus actos no suelen tener éxito para atraer mujeres a la cópula. Y añado que en alguna literatura picaresca (antigua) aparecen episodios en que las vírgenes se excitan y entusiasman ante la aparición del pene erecto, lo que es absurdo y demuestra que nuestra civilización ha mejorado.
Todo ello me hace dudar mucho de que eso de "la envidia de pene" tenga algo que ver con la realidad. Y me hace pensar en lo curioso que es que el homo sapiens ni tenga periodo de celo ni se excite con la contemplación de los genitales del sexo opuesto (tampoco la vulva femenina figura entre los rasgos más atractivos del cuerpo de la mujer para el varón)
Idea21, con todos mis respetos a su comentario, es cierto que existen mujeres sin filia por ESO, pero si le sirve mi analogía...el ser humano es muy dado a desear o apropiarse de lo ajeno, salvo que lo ajeno se halle simbólicamente incluído en el que desea.
ResponderEliminar"Idea21, con todos mis respetos a su comentario, es cierto que existen mujeres sin filia por ESO, pero si le sirve mi analogía...el ser humano es muy dado a desear o apropiarse de lo ajeno, salvo que lo ajeno se halle simbólicamente incluído en el que desea."
ResponderEliminarPues qué lástima... porque su analogía no me sirve, no me ha resultado comprensible. Otra vez será...