viernes, 9 de mayo de 2014

¿Qué es una emoción animal?


(Publicado originalmente en la Nueva Ilustración Evolucionista el 18-01-2014)

Voy a imitar aquí a nuestro compañero Anibal Monasterio que ya se ha preguntado, siguiendo la senda iniciada por William James, qué es una emoción. En esta entrada voy a comentar un artículo de Frans de Waal que se titula precisamente "¿qué es una emoción animal?". Es un artículo largo e interesante del que voy a extraer algunas ideas que nos pueden servir para entender tanto las emociones animales como las nuestras.

La primera cuestión es que el estudio de las emociones ha sido la cenicienta en biología y psicología aunque el mismo Darwin abrió el fuego en este campo. James dice, acertadamente, en su clásico artículo que las emociones son un sistema de respuestas no aprendidas, lo cual es precisamente la causa de que las emociones se olvidaran durante el siglo XX. El conductismo, que fue la corriente predominante en psicología el siglo pasado, intentó explicar todas las  conductas basándose en el condicionamiento operante y, por tanto, no le venía nada bien eso de predisposiciones no adquiridas. Pero la Etología también evitó el tema para no caer en el sentimentalismo y que la confundieran con la “psicología animal” de su tiempo. De Waal cuenta que a él le obligaban a hablar de “reuniones post-conflicto con contacto boca-boca” en vez de reconciliación, porque eso era caer en el antropomorfismo. 

La realidad es que los animales (no solo primates sino también otros mamíferos como delfines, hienas y cabras) son capaces de sustituir la hostilidad por una actitud amigable. A eso los humanos le atribuimos la compleja emoción del perdón. ¿Perdonan también los animales? Evidentemente eso es un hecho que no podemos probar, pero la postura más razonable científicamente es asumir una continuidad entre las emociones animales y las nuestras. A fin de cuentas  somos especies relacionadas, nuestras estructuras cerebrales son muy similares y la estimulación de las mismas produce la misma respuesta. Estimular la amígdala en ratas y personas produce una misma respuesta que llamamos miedo en humanos y parece lógico llamarla también miedo en animales.

Una idea clave del artículo es que las emociones sirven para potenciar la acción. Las emociones son estados corporales y mentales que potencian una conducta apropiada a los desafíos del ambiente. La antigüedad filogenética de las emociones apunta  a que tienen un alto valor adaptativo. Algunos estudios sitúan su origen entre los anfibios y los reptiles. Si se manipula a una serie de animales se observa que los reptiles muestran aumento de temperatura y taquicardia (fiebre emocional) pero anfibios como las ranas no (por supuesto, estos experimentos no son una prueba definitiva pero sí orientativos). Aunque las emociones ocurren dentro del individuo, se disparan por estímulos del ambiente y preparan o mueven a la acción. Las emociones son una interface entre los desafíos ambientales y las respuesta conductuales óptimas a ellos y evolucionaron para el beneficio del organismo (puedes leer más sobre la evolución de las emociones aquí).Los organismos han sido seleccionados para entrar en un determinado estado mental y corporal bajo ciertas circunstancias. Los que entraron en este estado dejaron más descendencia que los que no. Como dicen Lazarus y Lazarus, las reacciones emocionales reflejan “ la sabiduría de las Eras”.

En línea con lo anterior, De Waal nos da su definición de emoción: “Una emoción es un estado temporal inducido por estímulos externos biológicamente relevantes, sean aversivos o atractivos. La emoción viene marcada por cambios específicos en la mente y cuerpo del organismo - cerebro, hormonas, músculos, vísceras, corazón, etc. Qué emoción es disparada es a menudo predecible por la situación en la que se encuentra el organismo, y se puede deducir después por los cambios conductuales y las señales comunicativas evolucionadas. No existe sin embargo una relación uno-a-uno entre una emoción y la conducta subsiguiente. Las emociones se combinan con la experiencia individual y con la valoración cognitiva de la situación para preparar al organismo para una respuesta óptima”.

Otro aspecto que aborda De Waal es el del control emocional. Solemos pensar que sólo los humanos tenemos ese control y que los animales actúan en acto reflejo y en cortocircuito. Esto tiene relación con la clásica división entre cognición y emoción en la que los humanos siempre hemos dado más valor a la cognición ya que, a fin de cuentas, somos animales racionales,¿no? Precisamente el rol especial de las emociones, como decíamos, consiste en ser una interface inteligente que media entre el input y el output sobre la base de lo que es más importante para el organismo en un momento determinado. Esta separación entre estímulo y respuesta es muy adaptativa en las sociedades jerárquicas de los primates. Un macho puede estar visiblemente excitado sexualmente por una hembra receptiva pero no va directamente a copular con ella, porque el macho alfa podría castigarle. Con la cooperación de la hembra, espera la ocasión apropiada, o utiliza tácticas evasivas. Otro ejemplo sería el de un macho alfa que ha recibido un desafío de un macho aspirante y no entra en pelea directamente. Primero hace una ronda despiojando a todos sus aliados, para asegurarse su apoyo, y luego lanza el contraataque. O una hembra ve que otra más joven le ha secuestrado su bebé y no va a darle caza saltando de árbol en árbol,peleando directamente. A menudo, la madre atacará a la secuestradora, pero sólo después de haber recuperado el bebé. Los ejemplos que da De Waal en sus libros son muy numerosos. 

La inhibición emocional, incluso el camuflaje emocional, es típico de las complejas sociedades de los primates. Pero que estos animales son capaces de control de impulsos está demostrado no sólo por observaciones de campo sino vía experimental. Tanto monos como grandes simios son capaces de ignorar una recompensa inmediata para conseguir una recompensa diferida. Los estudios muestran que los simios pueden vencer un impulso para actuar de forma inmediata en favor de necesidades futuras. Parece, por tanto, que la misma relación entre cognición y emoción que sucede en humanos es aplicable también a nuestros parientes primates, incluyendo el control efectivo sobre las emociones.

De Waal trata otras cuestiones como el contagio emocional y la empatía así como la capacidad de los animales de identificar las emociones de sus congéneres. Todo ello constituye el cemento que une las sociedades animales y hace que la acción de todos los individuos del grupo sea armoniosa y todos puedan disfrutar de las ventajas de la vida social. Debido al efecto que tienen en los demás, las emociones unen a los individuos al hacer converger sus estados emocionales internos, tales como miedo, hambre, juego o sueño.

Aunque de Waal trata otros asuntos, voy a concluir con la objeción más típica puesta al estudio de las emociones en animales: “que no podemos saber lo que sienten”. Esto es evidentemente verdad, pero también es aplicable a los niños e incluso a los adultos humanos. La mayoría de las veces confiamos en que los demás sienten de manera similar a nosotros bajo similares circunstancias, una confianza basada en nuestra similitud con ellos, pero no deja de ser una suposición. Es difícil comprobar esa suposición a menos que confiemos en las verbalizaciones de los sentimientos, lo cual descansa sobre otra suposición: que los humanos percibimos fielmente nuestras emociones. Pankseep señala que los animales buscan las mismas recompensas y drogas que nosotros, los sistemas subcorticales son sorprendentemente homólogos entre humanos y otros mamíferos, los neurotransmisores y demás implicados son los mismos, la estimulación de las estructuras cerebrales profundas da lugar a conductas similares en todas las especies, incluida el hombre…es decir, que no hay a priori razón para asumir sustanciales diferencias en la experiencia emocional de humanos y otros primates.

Si una hembra de mandril vuelve una semana después a un lugar donde desapareció su bebé y sube a un árbol, y observa el entorno mientras emite gritos de llamada en estado de agitación, y repite esto  siempre que su grupo pasa por el mismo lugar…es difícil no asumir que muestra algún tipo de duelo. Sabemos también, por el análisis fecal, que los primates que han perdido un familiar muestran elevación del cortisol que es un signo de estrés. Las observaciones conductuales y las medidas fisiológicas son elocuentes y sugieren que sienten emociones. Los humanos nos rascamos la cabeza en situaciones de conflicto o de excitación emocional, y lo mismo hacen los chimpancés. Parece lógico concluir que la conducta autodirigida sirve como un índice externo de la ansiedad que se experimenta internamente. 

La vergüenza humana surge de la violación de las normas sociales y se caracteriza por un deseo de invisibilidad. Se expresa por un encogimiento del cuerpo, una mirada hacia el suelo y todo ello recuerda a las señales de sumisión de los primates. De forma similar, la culpa refleja el lamento por una conducta que ha herido a otro, pero que también ha dañado la relación que hay entre el actor y el receptor. La culpa ayuda así a regular las relaciones de reciprocidad. Sabemos que los animales muestran ansiedad después de haber actuado agresivamente, porque eso puede minar sus relaciones sociales, y lo lamentan más cuanto más valiosa es la relación. Los bonobos, por ejemplo, se acercan a interesarse por la víctima y lamen sus heridas. Si no podemos descartar una continuidad en la vergüenza o la culpa, mucho menos lo podemos hacer en otras emociones como miedo, ira, curiosidad o afecto.

Hay muchos ejemplos, como hemos visto, de que los primates responden de forma conductual y fisiológica de manera muy similar a los humanos. Es muy difícil negar que sus respuestas sean emocionalmente y experiencialmente similares a las nuestras. Pero, obviamente, debemos dejarlo ahí, es decir, podemos asumir unos sentimientos similares, pero la experiencia real de los animales, evidentemente, sigue siendo inaccesible para nosotros.

@pitiklinov

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