La gran pregunta que nunca ha sido respondida y que yo tampoco he sido capaz de responder, a pesar de más de 30 años de investigación del alma femenina, es: ¿qué quiere la mujer?
-Sigmund Freud a una discípula
Este artículo del New York Times es muy bueno en su totalidad y describe el trabajo que están haciendo un puñado de mujeres investigadoras intentando entender la pregunta del millón: qué quieren las mujeres. Yo me voy a centrar en dos de ellas-que están resumidas en este otro artículo más breve- porque abordan unos puntos oscuros muy interesantes de la sexualidad femenina, para los que, de momento, nadie tiene una explicación. Primero vamos a ver cuáles son esos dos fenómenos, o problemas, que esperan una respuesta.
Meredith Chivers |
Empezamos describiendo un experimento de Meredith Chivers. Se mostraron a hombres y mujeres- homo y heterosexuales- una serie de películas donde había actividad sexual chico-chica, chico-chico, chica-chica, un hombre masturbándose, una mujer masturbándose, una chica haciendo ejercicios de Calistenia, un hombre cachas paseando por la playa y...bonobos teniendo relaciones sexuales. Los investigadores medían la respuesta de excitación ante estas películas de dos maneras: objetiva y subjetiva. En cuanto a la medida objetiva, los sujetos estaban sentados a una silla y en los hombres se utilizaba pletismografía peneana para ver el aumento del diámetro del pene, y en la mujer fotopletismografía vaginal, que mide el aumento de vasocongestión en el epitelio vaginal. Se les daba también un instrumento en el que podían marcar lo excitados que ellos se sentían subjetivamente.
Los hombres respondían de una manera que Chivers llama específica de categoría. Es decir los hombrres heterosexuales se excitaban subjetiva y objetivamente al ver escenas heterosexuales y entre lesbianas y al ver a mujeres masturbarse o ejercitarse. Los hombres homosexuales al ver escenas homosexuales y el resto de escenas según su preferencia sexual. Ni los homo ni los heterosexuales respondieron al sexo entre bonobos. Las puntuaciones objetivas y subjetivas concordaban perfectamente. Es decir, en los hombres sus mentes y sus genitales están de acuerdo.
¿Pero, qué pasa en las mujeres? Pues la cosa es totalmente diferente. A pesar de que las mujeres se declararan homo o heterosexuales mostraban todas ellas una fuerte respuesta genital con todo tipo de escenas, fueran hombres con hombres, hombres con mujeres o mujeres con mujeres. Respondieron mucho más a la mujer haciendo ejercicios de estiramiento que al hombre desnudo paseando y su flujo sanguíneo aumentó claramente (aunque menos que con el sexo humano) al ver las escenas sexuales entre bonobos. Además, en el caso de las mujeres -sobre todo las heterosexuales- la mente y los genitales parecían no pertenecer a la misma persona, no había concordancia entre lo que ellas decían subjetivamente y lo que marcaba el fotopletismógrafo. Durante las escenas de lesbianas las mujeres decían que no se habían excitado pero sus vaginas indicaban lo contrario. Viendo sexo entre hombres homosexuales informaron también de menos excitación que la real y viendo relaciones heterosexuales informaron de mucha más. Entre las voluntarias lesbianas las dos lecturas convergían cuando las escenas eran entre mujeres, pero cuando había solo hombres en pantalla las lesbianas decían que sentían menos excitación de la que marcaba el aparato. Subjetivamente tanto las mujeres homo o heterosexuales decían que no había excitación y ya hemos comentado que sí la había.
Hay que decir que estos experimentos se han replicado muchas veces. También es interesante hacer notar que en uno de ellos participaron transexuales de hombre a mujer y respondieron como hombres, es decir, de forma específica a su categoría y no de forma indiscriminada o general, como las mujeres. Hay una discordancia entre lo que dice el cuerpo y lo que dice la mente de las mujeres. Pero antes de pasar a las posibles explicaciones vamos a ver el segundo hecho misterioso de la sexualidad femenina (bueno, hay más, me refiero a los que vamos a tratar en este post :-)). En su experiencia como terapeuta de mujeres que habían sufrido asalto sexual y violación, Chivers se ha encontrado casos no solo de excitación sexual, sino incluso de orgasmo, y cómo las mujeres contaban estas respuestas físicas. Por otro lado, según otros estudios, entre un tercio y más de la mitad de las mujeres tienen fantasías sexuales (a menudo durante las relaciones sexuales) de violación, o de algo muy parecido: empleo de la fuerza sobre ellas, sometimiento en contra de su voluntad, intoxicación y cosas parecidas. Una de cada 10 mujeres fantasea una vez al mes con ser asaltada sexualmente.
¿Cómo puede querer alguien que le hagan algo en contra de su voluntad? ¿no es contradictorio? ¿Y si no quieren, cómo es que se excitan genitalmente? Chivers tiene una teoría evolucionista para explicarlo, que es la siguiente. Según ella, la sexualidad femenina está dividida en dos sistemas separados, aunque se solapen: el fisiológico y el subjetivo. El deseo está en el subjetivo, el cognitivo. La respuesta fisiológica no tiene que ver con el deseo. De otra manera, tendría que pensar que las mujeres quieren tener sexo con bonobos, dice Chivers en broma. Chivers, y otros sexólogos, han propuesto una hipótesis evolucionista, que diferencia entre Preparación(o Disposición ) Sexual Refleja, y Deseo. La lubricación genital es necesaria para reducir el dolor y la probabilidad de heridas en una relación sexual. En la historia evolucionista las mujeres han tenido que sufrir asaltos y aceptar relaciones sexuales de forma forzada, o también han tenido que intercambiar comida o favores por sexo cuando no había tampoco un verdadero deseo de relaciones sexuales. Las mujeres ancestrales que no mostraron una respuesta sexual vaginal automática ante estímulos sexuales experimentaron heridas que resultarían en enfermedades, infertilidad , o incluso la muerte, y por ello no pasaron esas características a su descendencia. Dicho de otra manera: las mujeres no se han podido permitir el lujo de tener lubricación genital cuando ellas querían tener relaciones con un macho de su elección. Deberían estar listas para lubricar ante determinadas pistas o claves en el entorno. No se sabe cuáles son las claves que disparan la respuesta fisiológica pero podrían ser cosas que el sexo humano y el de primates tienen en común, como las posturas sexuales, los movimientos durante la relación, o la visión del pene en erección.
Bueno, parece que podemos entender algo. Esta teoría nos puede explicar la respuesta fisiológica en caso de asalto sexual y los resultados de los estudios de Chivers. Parte de la respuesta sexual femenina está diseñada para la autoprotección en casos de abuso. Suena fuerte pero puede tener cierto sentido...Pero esta hipótesis no nos explica el problema de las fantasías sexuales con temas relacionados con la violación, porque en las fantasías sí estás excitado y hay verdadero deseo. Aquí entra el trabajo de otra investigadora, Marta Meana, que coincide en muchos puntos con el de Chivers. Plantean que hay un elemento receptivo, o reactivo, en la sexualidad femenina y que hay que contemplar la interacción de la pareja como un proceso complementario. Pero Meana enfatiza más que Chivers el rol de ser deseada -y del narcisismo- en el deseo de la mujer. Según Meana, la visión tradicional en la época de la píldora y de la liberación de la mujer era que la mujer estaba motivada desde dentro, que no dependía de la iniciación del otro, pero dice que los resultados clínicos y de muchos experimentos cuestionan esta concepción. Meana cree que para las mujeres ser deseadas es el orgasmo.
Una estudiante graduada de Meana realizó un experimento en el que estudiaban la atención visual de hombres y mujeres mientras veían unos videos eróticos. Los sujetos portaban unas gafas especiales que permiten seguir en qué parte de la escena que aparece en pantalla se están fijando realmente. Los hombres miraban mucho más a las mujeres, sus caras y sus cuerpos, que a los hombres. Las mujeres miraban igualmente a los dos sexos, sus ojos eran atraídos tanto por las caras de los hombres como por los cuerpos de las mujeres, las caras de deseo, de necesidad de los hombres y el encanto y arrobo sexual de las figuras femeninas. Meana ha tratado muchos casos de dispareunia y ha visto que las mujeres informan de menos dolor si hay más deseo. El problema es cómo aumentar el deseo. Meana dice que , a pesar de que se diga lo contrario eso tiene poco que ver con tener una relación muy guay con muy buena comunicación. Cuenta el caso de una pareja donde él colaboraba muy bien, preguntando: “¿así está bien?”, y cosas por el edstilo, muy empático y demás pero sin ningún resultado. No había urgencia popr parte del hombre, un deseo fuera de su control. Según Meana, las mujeres quieren ser objeto de admiración erótica y necesidad sexual, las fantasías sexuales femeninas se centran en recibir placer, no en darlo, el deseo de la mujer, según ella, es menos relacional que el del hombre.
Marta Meana |
Meana plantea que el deseo sexual femenino es menor que el del hombre y se necesita un estímulo mayor para encenderlo. Si a mí me gusta menos que a ti el pastel me tienes que poner un pastel superespecial para que me anime a comerlo. En una relación de las maravillosas el hombre pierde interés y se convierte en una rutina. La mujer no siente que es elegida. Meana plantea una fantasía en la que una mujer es inmovilizada contra la pared en un callejón y es asaltada sexualmente. El violador está tan desbordado por su deseo, por su atracción por esa mujer concreta, que no se puede contener, se salta todas las normas por ella; ella se siente el único objeto de su deseo y se siente electrificada. Meana se disculpa por el tono antifeminista de la fantasía. No se trata de plantear que las mujeres quieren que las violen, se trata de entender la parte de las fantasías de violación que es la que excita a las mujeres que las tienen. Meana dice que las mujeres quieren algo contradictorio, están ante una especie de dilema. Quieren cuidado, protección, atención, empatía y cariño, pero a la vez quieren ser lanzadas contra la pared sin que haya verdadero peligro. Quieren un troglodita comprensivo, todo a la vez. Dice mena que si tuviera que pensar en alguien que encarnara todas esas cualidades y contradicciones a la vez sería Denzel Washington, que comunica a la vez esa clase de poder y que es un hombre bueno.
Resumiendo, en estas fantasías de sumisión la mujer está imaginando ser querida. Lo que le excita de la fantasía de “violación” no es que la mujer no quiere, sino que el hombre quiere. Es el deseo del hombre lo que la excita; el deseo de la mujer procede, o se alimenta, del deseo del hombre. La sexualidad de la mujer sería más reactiva.
Por supuesto todo esto es muy discutible y polémico, especialmente la segunda parte que hemos comentado. Pero creo que la existencia de dos sistemas diferentes en la sexualidad femenina sí está apoyado por los datos de muchos experimentos y tiene aplicaciones prácticas. Por un lado para los hombres, para que no malinterpreten las situaciones. La vagina dice una cosa y el cerebro otra, pero es el cerebro el que importa. Por supuesto nadie tiene el derecho a violar la autonomía de una mujer sobre su cuerpo. Conviene señalar, como hace Chivers a sus estudiantes, que excitación genital no significa consentimiento.
Pero también puede ser útil este conocimiento para las mujeres que han mostrado una respuesta genital en casos de sexo no consentido, que sepan que esa respuesta a la exposición de estímulos sexuales es automática y que ocurre tanto ante estímulos deseados como ante los no deseados. Siempre existen sentimientos de culpa en todas estas experiencias traumáticas, y este tipo de respuesta fisiológica los puede incrementar. Puede ser reconfortante para la mujer reinterpretar esa respuesta fisiológica durante el asalto como una defensa, explicarles que su cuerpo se estaba autoprotegiendo.
@pitiklinov en Twitter
Referencia
Dado el éxito del artículo el autor del artículo del New York Times, Daniel Bergner, acaba de publicar un libro: