Un intercambio de opiniones que he tenido en Twitter con los
amigos de Médicos sin Marca me
mueve a realizar esta entrada explicando con más detalle mi postura sobre este
tema. Aunque se aleja un poco de la línea del blog creo que es un tema que nos
interesa a todos.
Los ciudadanos de todos los países nos estamos quedando sin
fármacos. En las últimas décadas, la capacidad innovadora de la industria farmacológica
ha ido disminuyendo y cada vez tenemos menos medicamentos realmente buenos y
encima cada vez son más caros. Los precios de los medicamentos es una de las
causas que están poniendo en peligro la propia supervivencia de los Sistemas
Nacionales de Salud y están obligando a cambiar las políticas sanitarias y a
tomar medidas que limitan el acceso a los fármacos y la solidaridad que ha
predominado en estos servicios públicos hasta ahora. ¿Podemos hacer algo al
respecto? Opino que la manera en que se desarrollan, aprueban y comercializan
los fármacos actualmente está mal diseñada y es urgente que todas las partes
implicadas se sienten y busquen una nueva forma de investigar y comercializar
los medicamentos. El bienestar y la salud de toda la sociedad están en juego.
Voy a hacer primero un relato de algunas situaciones que se
están dando actualmente para poner en evidencia el caos y sinsentido en el que
nos estamos moviendo con el sistema actual, y al final voy a plantear un par de
propuestas para intentar cambiar y mejorar este sistema. Las situaciones que
voy a recoger no están muy ordenadas en el sentido de que ocurren a diferentes
niveles (locales, nacionales o internacionales) pero creo que ilustran
suficientemente el tema y nos ayudan a entender el problema. Como psiquiatra,
me voy a referir principalmente a ejemplos de mi especialidad pero el problema,
lógicamente, es de toda la Medicina.
Sistema Actual
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Los médicos recibimos un día sí y otro también
informes de los comités de evaluación de Farmacia donde se analiza un nuevo
medicamento y las conclusiones más habituales son que los estudios realizados
son imperfectos, que el fármaco en cuestión no aporta nada nuevo y encima que
es más caro que otras alternativas ya existentes. La recomendación es que no lo
utilicemos. La pregunta entonces es: “¿Y por qué lo ha aprobado la AgenciaEspañola de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS)?” Resulta que la
Administración aprueba un producto que no sirve para nada y luego nos pide a
los médicos que no lo usemos. Pues si no sirve para nada no la apruebe usted,
señor mío. Consulte a sus comités de Farmacia antes de aprobarlo y escuche lo
que le dicen. Y si la Administración aprueba un medicamento pues se supone que
los médicos tenemos la formación y capacidad para utilizarlo cuando
consideremos que está indicado (cuando me refiero a la Administración sé que
son instancias diferentes las que tienen unas funciones y otras, pero voy a
englobarlo todo bajo esa misma denominación). Sería más coherente que un
fármaco fuera aprobado en el mercado pero que no lo fuera por el Sistema
Nacional de Salud. El problema es que la Administración es al mismo tiempo
evaluador xe medicamentos y financiador de su empleo en el sistema público.
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Hasta hace poco, con todo este cambio de los
genéricos, los psiquiatras hemos dispuesto de cuatro marcas de Paroxetina (un antidepresivo
inhibidor de la recaptación de serotonina) de diferentes laboratorios
conteniendo todas ellas el mismo producto (Casbol, Seroxat, Frosinor y
Motivan). Personalmente nunca he entendido que la Administración aprobara
cuatro veces el mismo producto pero sospecho que esto tiene que ver con algún
tipo de ingreso económico para la Administración por cada licencia que concede,
aunque esto no lo puedo asegurar. Yo puedo tener un criterio clínico para
elegir entre una Fluoxetinay una Paroxetina, porque, por ejemplo, la Fluoxetina tiene una vida media más
larga, o la Paroxetina produce más aumento de peso o más síntomas de
discontinuación. Pero no tengo ningún criterio válido para elegir Motivan en
lugar de Seroxat dado que son absolutamente lo mismo ( tal es así que ambos son
fabricados por GlaxoSmithKline). Mi criterio será que el visitador médico de un
laboratorio me caiga mejor que el otro o que tenga en cuenta que uno de ellos
me invitó a comer en un congreso y el otro no. La Administración facilita y
promueve así el tipo de relaciones turbias entre médicos e industria
farmacéutica que denuncian entre otros MédicosSin Marca (por supuesto no digo que esta sea la única razón de estas
conductas). También a propósito de este tema es sorprendente que la formación
médica se haya dejado por parte de todos en manos de la Industria Farmacéutica
y que incluso eventos y congresos organizados por la Administración dependan de
la financiación de la Big Pharma para poder llevarse a cabo.
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Ya que acabo de mencionar los genéricos
aprovecho para comentar algo que está ocurriendo. La mayoría de los
medicamentos de marca han bajado el precio de forma que es igual que el de los
genéricos. Sin embargo, los políticos han hecho bandera de los genéricos como
sinónimo de buena gestión y nos piden a los médicos la utilización de un
porcentaje determinado de genéricos. Si el objetivo es ahorrar y el producto de
marca tiene el mismo precio que el genérico no entiendo la presión para que los
médicos utilicemos genéricos. Tampoco voy a entrar en el lío que supone a los
pacientes el cambio de nombre o la falta de una isoapariencia, con cajas,
pastillas y blisters y colores totalmente diferentes en función de la marca de
genérico.
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Los medicamentos que llevan mucho tiempo en el
mercado no son rentables. La Administración no contempla ninguna medida para
actualizar el precio de los medicamentos que, una vez negociado y aprobado,
permanece igual per secula seculorum.
Lo que esto conlleva es que los laboratorios pierden dinero fabricando
determinados fármacos que llevan ya décadas en el mercado. Debido a ello ha
surgido una “picaresca” para retirarlos del mercado: de repente, determinado
medicamento no llega a las farmacias por un problema de fabricación… o se
retira un medicamento que lleva 50 años en el mercado (como el Meleril) porque
“de repente” se ha descubierto que produce efectos secundarios cardiacos… En
muchos casos estos medicamentos están ya obsoletos y tenemos alternativas, pero
en otros casos podemos afirmar claramente que algunos medicamentos no cuestan
lo que valen, es decir, que aportan más a los pacientes de lo que refleja su
precio (valen más de lo que cuestan). Por ejemplo, en estudios recientes como
el CATIE,
el Decentan (Perfenacina)
ha demostrado una eficacia y nivel de efectos secundarios similar a la de los
antipsicóticos atípicos más modernos. Su precio(aunque habría que hacer ajustes según dosis y número de pastillas), sin
embargo, es muy inferior al de la Olanzapina genérica, por poner un ejemplo (la diferencia antes era mucho mayor
lógicamente). Fijaos también en esta web en el enorme número de Olanzapinas
genéricas que existen en el mercado porque luego hablaré de ello. Si no he
contado mal hay más de 40 y todas al mismo precio… ¿qué sentido tiene disponer
de más de 40 olanzapinas genéricas?
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Las principales agencias de medicamentos del
mundo, La FDA estadounidense y
la EMAeuropea, resulta que no se ponen de acuerdo a la hora de aprobar fármacos.
Por citar un ejemplo. El Abilify (Aripiprazol) tiene la
indicación para la Depresión resistente en USA y, sin embargo, no ha sido
aprobado por la EMA para esa indicación. El Sycrest (Asenapina) tienen la
indicación para esquizofrenia en USA y en España solo para la manía. Roche
tiene tres benzodiacepinas en el mercado español (Diazepam, Bromazepam y
Clonazepam)y la última de ellas está licenciada en España como antiepiléptico
cuando su uso en todo el mundo es sobre todo como ansiolítico, y más
específicamdnte antipánico. Da la impresión de que Roche busca indicaciones que
no se solapen, de modo que Rivotril no haga la competencia a Lexatin y
viceversa. Esto tiene muy poco que ver con la ciencia. Resulta que en la época
de la Medicina Basada en la Evidencia y de los estudios doble ciego estamos
igual que en el fútbol donde la misma falta para un árbitro es tarjeta amarilla
y para otro no. Los mismos estudios presentados ante la FDA llevan a una
decisión mientras que ante la EMA conducen a otra muy diferentes. Además, el
procedimiento de aprobación implica un papeleo doble o triple en cada agencia
reguladora. La Big Pharma tiene que presentar sus estudios ante cada agencia
con la burocracia y pérdida de tiempo y dinero que eso implica. Si admitimos
que la FDA es un organismo serio que hace bien su trabajo tal vez sus
decisiones podrían ser vinculantes… (pero esto sería para el apartado de
propuestas). Por otro lado, todo este sistema de aprobar fármacos para
indicaciones tiene sus problemas. Es un sistema que viene desde el trágico
suceso de la Talidomida y se montó con toda la buena intención del mundo, pero
tiene pies de barro. La aprobación para una indicación la pide el laboratorio.
Esto quiere decir que un fármaco antiguo del que ya no saca dinero un
laboratorio no va a obtener nuevas indicaciones porque nadie las va a pedir. Es
decir, el Anafranil (la Clomipramina) si alguien se lo propusiera podría
obtener la indicación para la Fobia Social pero hay que montar y realizar unos
estudios costosos que nadie va a realizar porque no van a suponer un beneficio
para el laboratorio fabricante. Otro problema de este sistema de indicaciones
es que los laboratorios se dedican a la promoción deenfermedades (disease mongering,
en inglés). Como dice el dicho, el buen
vendedor no vende agua, vende sed. Si consigo que tengas sed el agua se vende
sola. De esta manera la Big Pharma busca inflar la importancia de enfermedades
existentes, o convertir en enfermedades cosas que no lo son.
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En línea con lo anterior, la Big Pharma se
dedica a investigar para enfermedades o problemas que pueden producir un
beneficio económico. Lógicamente no son ONGS y atienden a su rentabilidad y
beneficio. Eso implica que están más interesadas en desarrollar fármacos para
la calvicie, la impotencia o la demencia que para la tripanosomiasis o las
enfermedades raras. Su objetivo principal son enfermedades crónicas de “viejos
occidentales” que tienen dinero y pueden pagar los fármacos y no las de otros
colectivos. Con el añadido de que su área de interés se está moviendo a áreas
que ni siquiera son enfermedades (algunas “factores de riesgo”) pero que
suponen un sufrimiento para la gente (calvicie, obesidad…) o que los médicos y
la población han aceptado como necesitadas de intervención farmacológica
(hipercolesterolemia). Esta tendencia, que en Psiquiatría se ha llamado Psicofarmacologíacosmética, es algo que probablemente va a ir en aumento. La Big Pharma
sacará más beneficios en el futuro de problemas que hoy en día no consideramos
enfermedades, pero por los que la gente está dispuesta a pagar. El tratamiento
de la enfermedad dejará paso a la búsqueda de la felicidad, pero este asunto
nos lleva por otros derroteros.
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La Big Pharma está interesada en las
enfermedades crónicas, en tratamientos que debemos tomar toda la vida. La
secretaria de Salud del Reino Unido, Sally Davies, acaba de lanzar la voz de
alarma sobre el problema de los antibióticos (en inglés, en español). El hecho es que desde los años 80 no se lanzan nuevos
antibióticos y debido a la aparición de resistencias en unos años podemos
volver a tiempos que ya creemos superados. La Big Pharma no tiene interés en
los antibióticos porque se toman una o dos semanas, como mucho, y prefiere
dedicar sus esfuerzos a la hipertensión, la diabetes, y otras enfermedades
crónicas. Además la vida del antibiótico va a ser limitada porque aparecerán
resistencias al de un tiempo. Dice Sally Davies que hay que incentivar a la
Industria Farmacéutica. Apunta como solución a iniciativas como InnovativeMedicines Initiative (IMI), una iniciativa conjunta entre la Unión Europea y la
Industria Farmacéutica. En cualquier caso hay que entender que la iniciativa
privada basada en la obtención de beneficios tiene unos límites y que si
queremos soluciones a este problema hay que buscar alternativas.
Propuestas Alternativas
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En primer lugar creo que hay que explicar a la
gente que la seguridad absoluta en el desarrollo de fármacos (así como en otros
aspectos de la vida) es una utopía. Se han referido a esto como la ilusión de la seguridad. Desde el caso de la Talidomida somos muy
conscientes de los riesgos de los medicamentos y este conocimiento es básico e
imprescindible. Pero una obsesión con la seguridad nos puede llevar a la
inoperancia absoluta. Hoy en día se piden ensayos clínicos
de fase I, II y III antes de autorizar un fármaco y después los llamados de
fase IV o post-comercialización. Pero los ensayos preclínicos se realizan normalmente con cientos de individuos. Esto
quiere decir que un efecto secundario que aparezca en 1 cada 10.000 o uno cada
100.000 pacientes no va a ser detectado. Cuando un fármaco tiene éxito se
utiliza en millones de personas y el número de personas afectadas por algún
efecto secundario grave puede ser muy alto. La prueba es que a pesar de todas
estas medidas se siguen retirando fármacos del mercado ( por ejemplo el
Rofecoxib, Vioxx). La obsesión por la
seguridad tiene sus inconvenientes también: nadie investiga fármacos en niños
ni embarazadas (pero hay que usar fármacos en niños y embarazadas…), la
realización de estudios encarece el desarrollo de fármacos, la Big Pharma no se
arriesga y se dedica a variar fármacos conocidos cuya seguridad ya está
comprobada, etc. Esto quiere decir que, como en todas las áreas de la vida hay
que llegar a un compromiso, hay que realizar un número razonable de estudios
pero siendo conscientes de que el empleo de fármacos implica unos riesgos que
la sociedad tendrá que asumir. Esto ya sé que no es muy popular, pero me parece
realista. El coste que pudiera derivarse de efectos secundarios de los fármacos
creo que tiene que ser repartido de forma solidaria. Quiero decir que si un
laboratorio ha cumplido toda la normativa legal vigente y después de la
comercialización aparece un efecto secundario que no había manera de detectar
previamente creo incluso negociable que todo el peso económico de las
indemnizaciones, y demás, se negociara y no recayera exclusivamente sobre el
laboratorio fabricante. Por supuesto, no incluyo aquí casos flagrantes en los
que un laboratorio conocía determinado efecto secundario y lo ha ocultado.
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En segundo lugar, creo que es revisable el
sistema actual de concesión de licencias y la propia existencia de los
medicamentos genéricos. Creo posible negociar (Administraciones y Big Pharma de
mutuo acuerdo) un tiempo para la explotación de un medicamento ( 10-15-20
años…eso se negocia) pero al final de ese periodo se puede obligar al
laboratorio fabricante ( con su acuerdo) a bajar el precio a un precio de referencia
como se hace ahora. Pero el laboratorio tendría la obligación de seguir
fabricándolo y no serían necesarios los laboratorios de genéricos como ahora.
Esto nos garantiza la calidad del fármaco, dado que es el original y no, como
ocurre ahora, que tenemos unos genéricos de calidad desigual. No quiero entrar
en este tema en profundidad pero voy a citar como apoyo a mi argumento de que
la calidad de los genéricos no es a veces la ideal el caso de un Bupropion genérico que ha sido retirado del mercado USA. Como decía más arriba, me
parece una locura la existencia de 40 Olanzapinas al mismo precio por decreto.
Si se puede decretar un mismo precio para los genéricos se puede decretar un
precio de referencia cuando se extingue la licencia de propiedad de un
medicamento.
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Actualización de precios. Los comités de
Farmacia podrían revisar fármacos antiguos y si se demuestra su eficacia y
utilidad se permitiría una subida de precio, el IPC anual o el porcentaje que
sea, de manera que por lo menos el laboratorio fabricante no pierda dinero.
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Por último, creo que los Gobiernos deberían
plantearse la creación de algún tipo de laboratorio farmacéutico a escala
mundial. El organismo más indicado para hacerse cargo del mismo debería ser la
OMS. Este laboratorio podría dedicarse a investigar medicamentos para
enfermedades raras o no rentables, podría asumir la fabricación de medicamentos
huérfanos, la de fármacos viejos que ya nos son rentables y colaborar con la
Big Pharma en otros campos. También se puede subvencionar e incentivar a la Big
Pharma para que trabaje en áreas en los que no tiene interés. No conozco el
antes mencionado IMI (Innovative medicines Initiative), y no sé si de verdad sirve para algo, pero creo que
iniciativas conjuntas de este tipo podrían ser útiles.
En resumen, creo que la situación actual es insostenible y
que la pelota está fundamentalmente en el tejado de los Gobiernos, que deberían
tomar medidas de forma conjunta dado que el problema sobrepasa las capacidades
de actuación de países individuales. Creo que negociar sólo puede beneficiarnos
a todos.
@pitiklinov en Twitter
Me parece un artículo muy bueno. Con propuestas asumibles y alcanzables.
ResponderEliminarEs necesario participar en este debate desde todos los puntos de vista. Y este aporta interesantes ideas.
Ramón Garrido.
Lo que más me gusta de este post es la perspectiva ecuánime y la visión "desde arriba" de que nunca la culpa es de una parte solamente, nada es nunca algo al 100%. Y también, sobre todo, que va más allá de la queja y expone lo que realmente cuenta: alternativas, opciones como mínimo viables. Felicidades por tan lúcido pensar.
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