domingo, 30 de junio de 2019

Diferencias sexuales en la conducta antisocial

Esta entrada es un resumen de los hallazgos del libro “Sex Differences in Antisocial Behavior”, de Moffitt y cols. El libro recoge los resultados en lo que respecta a conducta antisocial, delincuencia y violencia del estudio Dunedin, un estudio de una cohorte de unas 1.000 personas nacidas en 1972 y 1973 en Dunedin, Nueva Zelanda, que fueron seguidos desde los 3 a los 21 años. Se trata de una investigación de gran calidad científica que ha dado lugar a la publicación de decenas de artículos y el propio libro fue galardonado con el premio Maccoby Book Award de la American Psychological Association de 2002. Creo que el libro es interesante para profesionales de la psiquiatría, la psicología, la criminología y la educación. 

A modo de pequeño resumen, el libro muestra que los jóvenes desarrollan una conducta antisocial por dos razones:

1- Por un lado, una forma de conducta antisocial puede ser entendida como un trastorno del neuro-desarrollo y, al igual que el autismo, la hiperactividad o la dislexia, es de predominio masculino, de inicio en la infancia, persiste toda la vida y tiene una baja prevalencia en la población. El cociente sexual de esta variedad es de 10 hombres por mujer (afectaría a un 5% de los hombres). Esta forma es candidata a ser estudiada biológica y genéticamente sobre todo.

2- Por otro lado, tenemos la forma más habitual de conducta antisocial, sobre todo en mujeres, la cual se entiende mejor como un fenómeno que se origina en el contexto de las relaciones sociales, con inicio en la adolescencia y alta prevalencia. El cociente sexual de esta variante es de 1,5 hombres por mujer. La hipótesis de la existencia de estos dos tipos de conducta antisocial la plantearon los autores en 1993 en este artículo y la han revisado en 2015; podéis leer un resumen en Wikipedia. Las diferencias sexuales en esta forma son muy pequeñas. Por ejemplo, las conductas antisociales de hombres y mujeres son muy similares en los delitos relacionados con drogas y alcohol, en el período peri-pubertal concretamente y en la violencia de pareja. El estudio Dunedin encuentra que las mujeres perpetran violencia de pareja con la misma frecuencia que los hombres pero de los hallazgos del estudio Dunedin con respecto a la violencia de pareja hablaremos en otra entrada.

La conclusión principal del libro es que la conducta antisocial de las mujeres obedece las mismas leyes que la de los hombres. Es muy poco probable que las mujeres muestren la forma de neuro-desarrollo de la conducta antisocial porque es poco probable que tengan los factores de riesgo para ella, mientras que es tan probable que desarrollen la forma influida  socialmente porque comparten con los varones los factores de riesgo para la misma. Al final del libro se propone una agenda de investigación con los temas y la dirección a investigar. 

Antes de nada una pequeña descripción del Dunedin Multidisciplinary Health and Development Study. Se trata de una investigación sobre salud, desarrollo y conducta de una cohorte completa de todos los nacimientos entre 1 de Abril de 1972 y 31 de Marzo de 1973 en Dunedin, una ciudad de unos 120.000 habitantes. Se siguió al final a 1.037 niños (52% chicos y 48% chicas)  a los que se les realiza un estudio completísimo con todo tipo de escalas y mediciones a los 3, 5, 7, 9, 11, 13, 15, 18 y 21 años. Como a lo largo de los años la mitad de la muestra se traslada a vivir a otros lugares, el procedimiento es que se les invita a acudir al centro de investigación donde pasan un día completo realizando todas las pruebas. Algunos años hay participantes que fallan pero se incorporan en la siguiente medición y el seguimiento es muy alto, más del 97% participaron en la fase de los 21 años que se llevó a cabo en 1993-1994. Según las edades de los sujetos la recogida de datos es lógicamente diferente. En los primeros años se basa en tests y en los informes de padres y profesores y a medida que son mayores se incorporan auto-informes, entrevistas estructuradas con diagnósticos DSM, registros policiales y judiciales de delitos, informes de iguales y de sus parejas, etc. Vamos a ver ya algunos de los datos.

Diferencias sexuales en la cantidad de conducta antisocial

A cualquier edad y con todo tipo de fuentes de información, los hombres son más antisociales que las mujeres con una diferencia media de 0,25 desviaciones estándar. La menor diferencia se da entre los 13-15 años. Las diferencias en los contactos policiales y condenas judiciales son claras también con un mayor número de delitos cometidos por hombres: los hombres cometen entre dos tercios y cuatro quintos de todos los delitos. La diferencia es notable especialmente en los delitos violentos. 

Es importante tener en cuenta que se da una concentración de los delitos, es decir, que sólo una minoría de los jóvenes son responsables de la mayoría de los delitos. Por ejemplo, el 50% de las 64.062 ofensas reportadas por los hombres a los 21 años habían sido informadas por solo 41 hombres, el 8%. De forma similar, el 50% de las 23.613 ofensas autoinformadas por mujeres a los 21 años habían sido informadas por 27 mujeres, el 6% del total. Pero un corolario importante es que a la edad de 21 años el 5% más activo de hombres da cuenta del 28% de las ofensas mientras que el 5%  más activo de mujeres sólo da cuenta del 12%. Incluso las mujeres más perpetradoras dan cuenta de una proporción baja de los delitos totales. 

Unas preguntas a responder serían por qué las mujeres inician actividades delictivas a los 13-15 años, que luego suelen desaparecer, y por qué muestran una preferencia por actividades relacionadas con alcohol y drogas en vez de otras tipos de delitos. Moffitt y cols. sugieren que se produce una brecha de maduración entre la biología (a los 13 años el 52% de las chicas ha experimentado la menarquia y el 95% a los 15 años) y la madurez social. A esta edad admiran la conducta antisocial de los iguales y hay estudios en los que se ve que tanto chicos como chicas se ven atraídos por chicos que son agresivos y menos atraídos por los que tienen buena conducta en clase, tal vez como una manera de demostrar su autonomía con respecto a los padres. 

A favor de esta hipótesis estaría el hecho de que las chicas que experimentan antes la pubertad tienen mayor riesgo de problemas de conducta. La influencia de la relación con los iguales, sobre todo con los chicos, es muy importante y con las amigos más mayores. Las chicas que tienen la menarquia antes suelen iniciar también las relaciones sexuales antes. Estas chicas tienden a relacionarse con chicos más mayores entre los cuales hay más delincuencia. No se sabe cómo ocurre esto. Una posibilidad es que no se sienten a gusto con las niñas más infantiles y otra posibilidad sería que se vean rechazadas por las chicas de su edad. Una tercera posibilidad es que los chicos más mayores graviten hacia ellas y es posible que estos chicos que se ven atraídos por chicas con un desarrollo físico pero inmaduras socialmente  sean más antisociales, depredadores y buscadores de sensaciones. 

En cuanto a diagnósticos, un 29% de chicos y un 14% de chicas cumplen criterios para un diagnóstico de trastorno de conducta según el DSM-IV y 3 mujeres y 28 hombres a la edad de 21 años cumplen criterios para Trastorno Antisocial de Personalidad.

En cuanto a la edad de inicio de la conducta antisocial aunque hay menos mujeres antisociales que hombres, las mujeres que inician actividad antisocial la inician a la misma edad que los hombres. Entre los chicos que habían sido condenados por algún delito la edad de la primera condena fue 17,7 años y en las mujeres 17,9 años. Es muy interesante que el inicio de la conducta antisocial en la edad adulta es muy raro, sólo un 1-4% inician su actividad delictiva después de los 17 años. Es también muy llamativo que para los 18 años prácticamente todos los participantes del estudio Dunedin habían cometido algún tipo de actividad delictiva. Sólo el 9% de los chicos y el 14% de las chicas no habían cometido ningún delito para los 18 años y sólo el 3% de chicos y el 5% de chicas iniciaron delitos entre los 18 y los 21. A los 21 años y según los autoinformes el 60% había cometido algún robo, el 75% algún tipo de violencia y el 90% algún delito relacionado con el consumo de sustancias. No hubo diferidas entre los sexos en la edad de inicio de delitos relacionados con drogas y el número de chicos y chicas que los cometen es muy similar.

Posibles causas de las diferencias sexuales en conducta antisocial

Una hipótesis que investigan los autores con sus datos es la que dice que los chicos son más sensibles a los factores de riesgo que las chicas. Hay una serie de factores que se asocian a conducta antisocial: 

-Una inteligencia comprometida, un C.I. más bajo se asocia a mayor riesgo de conducta antisocial. Y no es un artefacto debido a que se les pille mejor a los que tienen un CI más bajo. Delincuentes que no han sido detectados y que son identificados en entrevistas también tienen un CI más bajo

-Chicos y chicas nacidos de madres más jóvenes, con menos C.I. y con peores capacidades de lectura, los que tienen madres con trastornos mentales y aquellos cuyos padres tienen una historia de delincuencia tienen un mayor riesgo de desarrollar conducta antisocial

-Chicos y chicas con madres muy negativas y críticas, con conflicto familiar, que cambiaron de domicilio con frecuencia, que pasaron largos periodos con un solo progenitor y que crecieron en ambientes socioeconómicos desfavorables tuvieron más riesgo de conducta antisocial. Hay algunos datos de que los chicos son más sensibles a factores estresantes como el hacinamiento en el hogar, el divorcio o la pérdida de un padre pero el efecto es muy pequeño.

-Chicos y chicas con temperamentos difíciles e hiperactividad tienen más riesgo de conducta antisocial.

-Chicos y chicas que son rechazados por otros niños en los años de primaria en la escuela, los que se unen a compañeros delincuentes y los que se sienten marginados por los compañeros de escuela más convencionales tienen mayor riesgo de conducta antisocial. Los chicos que se implican menos en la escuela tienen más riesgo de conducta antisocial.

En conjunto, la valoración de esta hipótesis no es cierta. Los mismos factores de riesgo predicen conducta antisocial en chicos y chicas. Hay alguna evidencia de que los chicos con baja inteligencia, dificultades de temperamento e hiperactividad tienen mayor riesgo de conducta antisocial que las chicas con los mismos factores pero el efecto es muy pequeño. 

Otra cuestión a investigar es si los chicos están expuestos a más factores de riesgo para la conducta antisocial que las chicas. Un primer hallazgo es que los investigadores encuentran que los chicos sufren una disciplina más dura que las chicas (d=0,22) pero no podemos deducir que esto cause conducta antisocial en los chicos sino que puede ser una consecuencia y se deba a un intento de los padres de controlarles. Sí encuentran más presencia de factores de riesgo neurológico y cognitivo para conducta antisocial en los chicos. Los chicos tienen más anormalidades neurológicas, puntúan peor en test neuropsicológicos y son peores lectores. Todo ello sería consistentes con una mayor deterioro en el neuro-desarrollo de los chicos. Hay grandes diferencias en hiperactividad que es el factor aislado que más contribuye a la conducta antisocial. No se sabe por qué la hiperactividad es mucho más frecuente en chicos, se cree que los factores genéticos son importantes. Cuando todos estos factores se tienen en cuenta explican el 56-65% de las diferencias en conductas antisociales entre los sexos. 

El segundo factor más importante que contribuye  a las diferencias sexuales en conducta antisocial son las relaciones con los iguales. Los grupos sociales de chicos son diferentes a los de chicas en muchos sentidos. Los intercambios entre chicos tienen más que ver con dominación  y con fanfarronería; los chicos se implican más en conductas de riesgo y de buscar los límites; los grupos de chicos están más orientados a presentarse como muy masculinos; los grupos de chicos tienden  ser más grandes y están más orientados a las actividades: los grupos de chicos tienden a estar más separados del mundo de los adultos y de su control social; la dominancia y el estatus son más importantes en los grupos de chicos que en los de chicas. Tampoco se puede generalizar porque hay diferencias entre unos grupos y otros pero las culturas de los grupos de chicos y chicas tienden a ser diferentes de manera que chicos y chicas se ven expuestos a diferentes influencias relacionadas con la delincuencia. 

En resumen, los hallazgos de los autores sugieren que las chicas son menos antisociales porque sufren menos déficits neurocognitivos, temperamentos descontrolados e hiperactividad y porque como adolescentes desarrollan unas mejores relaciones con sus iguales. Los chicos tienen tasas más altas de todos estos factores de riesgo. Estos factores de riesgo explican del 50% a los dos tercios de las diferencias; las diferencias en temperamento e hiperactividad explican alrededor de un tercio y las diferencia en las relaciones con los iguales explicarían alrededor de un cuarto.

Otra cuestión que estudian los investigadores es si las diferencias en personalidad entre los sexos explican las diferencias en conducta antisocial. Prestan atención especial a dos factores de personalidad que son especialmente útiles en predecir la conducta antisocial según el trabajo de diferentes autores: Bajo autocontrol (constraint) y Emocionalidad Negativa. Estos rasgos de personalidad se asocian al tipo de conducta antisocial persistente a lo largo de la vida y predicen la conducta antisocial, el maltrato de pareja y las condenas por delitos violentos. La emocionalidad negativa se refiere a nerviosismo, vulnerabilidad, tendencia a las preocupaciones y ser incapaz de afrontar el estrés, sentimientos de tensión, miedo e ira, tendencia a sentirse suspicaz y receloso y ver al mundo como poblado de potenciales enemigos y la tendencia buscar venganza por las ventajas de otra gente. En resumen, sería la tendencia a experimentar estados afectivos aversivos de ira, ansiedad e irritabilidad.

Los resultados son que estos rasgos de personalidad se asocian efectivamente a conducta antisocial pero que los hombres tienen niveles más altos de emocionalidad negativa y niveles más bajos de autocontrol. Es probable que las personas con niveles crónicamente elevados de afecto negativo perciban las relaciones interpersonales  de manera diferente (percibir provocación donde  no la hay y reaccionar con agresión) y estén predispuestos a procesar la información de una forma sesgada, lo cual es peor si encima se asocia a menor autocontrol. Lo que no está claro es el origen de estos rasgos de personalidad aunque se inician tempranamente en la infancia y son bastante estables en el tiempo. 

Diferencias sexuales en las consecuencias las de la conducta antisocial

Los autores estudian si las conductas antisociales dan lugar a diferentes tipos de problemas y de consecuencias en la vida de hombres y mujeres. Lo que encuentran es que la conducta antisocial tiene consecuencias muy graves en todas las esferas de la vida: nivel educativo logrado, mundo laboral, relaciones familiares y personales, salud mental, capacidad para establecer un hogar, etc.
La similitud de las consecuencias para hombres y mujeres es llamativa. A pesar de ello, hay algunas medidas en las que las consecuencias son más graves para un sexo que para otro. Los hombres con trastornos de conducta tienen peores consecuencias a nivel de relaciones con la justicia y de consumo de sustancias. Por contra, las mujeres tienen peores consecuencias en la capacidad de establecer un hogar, en las relaciones con la pareja y en la salud física.

Por ejemplo, la conducta antisocial es predictor robusto de una educación truncada. Los adolescentes antisociales dejan antes el instituto y tienen menos probabilidad de ingresar en la universidad. Aproximadamente un tercio de los adolescentes sin trastornos de conducta ingresan en la universidad mientras que sólo una décima parte de los que tienen conducta antisocial acuden a la universidad. Una razón para ello es que los adolescentes antisociales tienen mayor riesgo de una paternidad y maternidad temprana en especial las mujeres ya que más mujeres que hombres (10% frente a 6%) han tenido un hijo antes de los 21 años.

A nivel laboral ocurre lo mismo: la conducta antisocial predice paro y problemas en el mundo laboral. Como decíamos, muchas chicas salen del mercado laboral por la maternidad. Los problemas laborales no son derivados sólo de una peor formación, como señalábamos, sino que hay otros factores. Por un lado, los jóvenes inconformistas en general van a rechazar roles tradicionales incluido el del trabajo. Por otro, los jóvenes antisociales van a incorporarse de forma selectiva a trabajos con mucho recambio. También es probable que los sujetos antisociales realicen mal su trabajo por incumplir horarios y normas y que tengan problemas con compañeros y jefes.

En cuanto a otros resultados, los adolescentes antisociales se van de casa antes, tienen más hijos que los no antisociales, tienen problemas de vivienda lo que les lleva a cohabitar con otras personas con las que acaban teniendo problemas, un paso previo a acabar en situación de sin techo. Los sujetos antisociales acaban necesitando la atención de los servicios sociales en mayor medida y acaban implicados en situaciones de violencia de pareja con mayor frecuencia. Las mujeres más implicadas en situaciones de pareja insatisfactorias y en maltrato de pareja fueron la que habían recibido diagnóstico de conducta antisocial en la adolescencia. 

El vínculo entre conducta antisocial en la adolescencia y violencia de pareja posterior no se ha mencionado lo suficiente en la literatura sobre violencia de pareja aunque ha sido replicado por lo menos por seis autores. En conjunto, estos estudios muestran que los problems de conducta infantiles, incluso en la primera década de la vida, predicen la violencia de pareja tanto en chicos como en chicas, tanto como perpetradores como víctimas. Este hallazgo de que los jóvenes que tienen una historia antisocial es probable que empleen luego similares técnicas agresivas en sus relaciones de pareja adultas sugiere la hipótesis de que las causas de los trastornos de conducta son también causas de la violencia de pareja.

En este sentido, hay una relación entre la paternidad temprana y la violencia de pareja. En la muestra Dunedin, el 8% tenía uno o más hijos para los 21 años y el 39% de ellos estaba envuelto en una situación de maltrato de pareja comparado con el 15% de los que no eran padres. No está claro si esto se debe al estrés de la crianza o a otros factores pero el caso es que hijos pequeños y violencia de pareja se concentran en el mismo segmento de la población con el resultado de que muchos niños presencian violencia de pareja en casa preparando el terreno para una transmisión inter-generacional de la violencia, de lo que luego hablaremos.

La conducta antisocial se asocia a mayor nivel de ansiedad, psicosis, manía, y a una peor salud física. También a mayor riesgo de problemas por abuso de sustancias, especialmente en los hombres. Como decíamos, también a un mayor riesgo de acabar en prisión. En resumen, la conducta antisocial tiene unas consecuencias desoladoras a todos los niveles para los sujetos y para la sociedad en su conjunto.

Pero la cosa es peor todavía porque, como dice el refrán, “Dios los cría y ellos se juntan”: Moffitt y cols. encuentran datos de lo que se llama emparejamiento selectivo (assortative mating), es decir, de que los sujetos antisociales tienen tendencia a emparejarse entre sí. Las personas que se casan con otras personas similares a ellas tienen menos probabilidades de cambiar. El emparejamiento selectivo tiene consecuencias intergeneracionales por razones tanto genéticas como sociales. Cuando parejas seleccionadas se reproducen, familias enteras difieren entre sí como resultado de influencias tanto genéticas como ambientales. 

Por esta razón, en el estudio Dunedin en la fase de 21 años se estudió también a las parejas de los participantes en el estudio. 474 miembros del estudio tenía pareja estable y el 76% (360) aceptó participar en el estudio. La duración media de la relación era de 26 meses. Las parejas fueron entrevistadas de forma independiente, por investigadores ciegos a los datos de su pareja y sin aviso previo de los temas a estudiar. Se les pasó todo tipo de cuestionarios y escalas de personalidad, etc. 

Los resultado fueron que los adolescentes, tanto hombres como mujeres, con historia de conducta antisocial se unen a personas que son perores lectores que tienen menos estudios, que provienen de estratos sociales desfavorecidos y que tienen historia delictiva. Es también más frecuente que se impliquen en una relación con alguien que les maltrata. Tanto hombres como mujeres con historia antisocial tienen mayor tendencia a unirse a personas que puntúan alto en Emocionalidad Negativa.

Hay muchas dinámicas por las que se da el emparejamiento selectivo. Puede ser que elijan una pareja similar para que apruebe lo que ellos hacen y seguir haciéndolo. Puede ser que las personas más convencionales les rechacen y eviten el contacto con personas antisociales por lo que no les quedaría más remedio que emparejarse con personas similares a ellos. Pero sea como sea, el caso es que cuando una persona antisocial se une a otra persona antisocial el resultado es como echar gasolina al fuego porque se produce lo que se llama “amplificación social”. Y las consecuencias parecen ser peores para las mujeres. Los resultados del estudio Dunedin sugieren que los hombres antisociales se van a seguir comportando de forma antisocial independientemente de que la mujer sea antisocial. Pero sí parece existir un efecto de amplificación social en el caso de las mujeres. Las mujeres antisociales que se emparejan con antisociales siguen una carrera antisocial en mayor medida que las que se emparejan con hombres no antisociales y acaban cometiendo mayor número de delitos.

Pero además de estas consecuencias intrageneracionales están las consecuencias intergeneracionales. Nos encontramos con niños pequeños que están naciendo en hogares donde ambos padres son antisociales, con pocos estudios, con problemas de trabajo, sin hogar estable, con problemas de abuso de sustancias, de violencia de pareja, de depresión y otros problemas mentales y de salud general…Si esto se repite durante generaciones nos encontramos con familias que tienen un fenotipo diferente al de otras familias. Es como si los altos se casaran solo con los altos. Se produce una interacción genes-ambiente. Los hijos de estas familias reciben una vulnerabilidad genética y además son criados en una ambiente familiar criminogénico.

Comorbilidad de los trastornos de conducta con otros trastornos mentales

Otra cuestión estudiada en la muestra Dunedin es la comorbilidad de los trastornos de conducta con otros trastornos mentales como retraso mental, retraso en la lectura, Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), trastornos de ansiedad, depresión, manía, trastornos  de alimentación, trastornos por uso de sustancias y síntomas esquizofreniformes. La comorbilidad con todos estos trastornos es altísima (sólo un 10% no tiene alguna comorbilidad) pero destacan tres trastornos en especial: el TDAH, la dependencia del consumo de marihuana y los casos esquizofreniformes. Dos tercios de los individuos con estos tres trastornos también desarrollaron trastornos de conducta. El TDAH y los problemas de lectura fueron especialmente frecuentes en chicos pero las tasas de  comorbilidad no alcanzan significación estadística a lo largo de la vida.

Donde sí hay una diferencia entre los sexos es en la relación entre conducta antisocial y depresión. En las mujeres esta relación aparece ya a los 15 años y continúa de ahí en adelante. Existe una creencia extendida de que la conducta antisocial se transforma en depresión a medida que las adolescentes se van convirtiendo en mujeres. La tasa más alta de depresión a los 21 años se da en aquellas mujeres que han tenido trastornos de conducta previos. Claramente, los problemas de conducta en la adolescencia predicen depresión en la mujer en la edad adulta. La razón para este aumento de depresión en las chicas con historia antisocial es desconocida. ¿Reaccionan con más sentimientos de culpa por su pasado? ¿Son más criticadas y rechazadas por la familia y amigos? ¿Hay alguna relación entre el consumo de drogas y alcohol y la biología de la depresión? ¿Es el trastorno de conducta antisocial una fase prodrómica de la depresión y una parte del síndrome de internalización en las mujeres?

Valoración de otras hipótesis

Hay una hipótesis que atrae a varios investigadores que dice que las mujeres que desarrollan conducta antisocial han pasado un umbral más alto de riesgo que los hombres y que por lo tanto están más gravemente afectadas. Se le ha llamado de varias maneras: hipótesis del umbral, resistencia de grupo o paradoja de género. Generalmente, se supone que el umbral femenino lo sube la socialización de las mujeres en contra de la agresión, es decir que sería cultural, mientras que el impulso para saltar el umbral seria psico-biológico, a nivel individual. Moffitt y cols. analizan los datos y en 43 de las 45 variables estudiadas no encuentran un mayor efecto del trastorno de conducta para las mujeres. En su muestra las mujeres que son diagnosticadas de trastorno de conducta no experimentan un empuje etiológico más fuerte para pasar el umbral. Más bien, los datos del estudio Dunedin muestran que pocas mujeres se convierten en antisociales a pesar de tener el mismo umbral que los hombres porque experimentan bajos niveles de factores de riesgo. Los autores creen que esta creencia puede ser un artefacto porque en la primera mitad del siglo XX las políticas judiciales eran más paternalistas y se ponía un umbral más alto para poner a las mujeres en tratamiento. Con los mismos actos antisociales a las mujeres se las devolvía a las familias para un control privado. 

También se ha propuesto que se deberían relajar los criterios para diagnosticar trastorno de conducta en mujeres y que se pidieran menos criterios para diagnosticar a las mujeres. Autores como Zahn-Waxler están en contra de esta idea porque sería como pedir relajar los criterios de depresión en los hombres porque los hombres tienen menos depresión que las mujeres. Moffitt y cols. estudian si los niveles subclínicos de diagnóstico predicen problemas de conducta sólo en mujeres. Lo que encuentran es que un mayor número de síntomas de trastorno de conducta predicen peor resultado tanto en hombres como en mujeres por lo que no ven sentido a una relajación de los criterios diagnósticos.

Por último, lo que sí encuentran es que la división en los dos tipos de antisocialidad que hemos relatado (la de inicio infantil y persistente a lo largo de la vida y la limitada a la adolescencia) es aplicable también a mujeres. Lo que ocurre es que hay menos mujeres del tipo persistente (1 de cad 100 mujeres con una proporción 10 hombres por cada mujer) porque las mujeres experimentan menos factores de riesgo neurocognitivos, de autocontrol y de hiperactividad. La mayoría de las mujeres antisociales encajan en el tipo limitado a la adolescencia donde la relación es 1,5 hombres por cada mujer.


Conclusiones

Un aspecto que puede ser interesante es el de las condenas judiciales a adolescentes y hasta qué punto las penas de cárcel pueden ser un obstáculo en la recuperación de una vida normal en los sujetos con una conducta antisocial limitada a la adolescencia. La cárcel y los antecedentes penales no van a ayudar precisamente a que encuentren trabajo y a que se integren mejor en la sociedad debido al rechazo y estigma que provocan. Se ha propuesto que en la conducta antisocial del tipo limitado a la adolescencia se estudien penas que ayuden a la reforma de los adolescentes. 

En este sentido hay que decir que no están suficientemente estudiados los factores o el proceso por el que los adolescentes de la tipología limitada a la adolescencia consiguen salir de la delincuencia y se incorporan a la sociedad. En algunos cruces del camino hay sujetos que realizan un buen matrimonio, encuentran un buen trabajo, se incorporan al ejército o lo que sea y su vida cambia y se estabilizan pero es algo en lo que se necesita mayor investigación para ver si hay alguna manera  de mejorar la evolución de estos sujetos.

Otras dos cuestiones que hay que investigar en mayor profundidad son:

  • los factores del neurodesarrollo que afectan a nivel individual a los sujetos con el tipo de conducta antisocial persistente y que afectan fundamentalmente a los hombres. Factores como el bajo autocontrol, el temperamento descontrolado, la hiperactividad y los déficit neurocognitivos aparecen muy temprano en la vida y es necesario su estado para entender la conducta antisocial persistente y grave.

  • los contextos sociales como factor etiológico. Habría que estudiar por qué las chicas son más antisociales alrededor de la pubertad y también por qué cometen el mismo tipo de delitos relacionados con drogas y alcohol. Este fenómeno no se ha explicado y apenas se ha investigado.

En resumen, Sex differences in Antisocial Behavior es un libro muy recomendable del que podemos aprender muchas cosas. 

@pitiklinov















jueves, 20 de junio de 2019

La Esquizofrenia y el borde del abismo

Hablábamos en una entrada previa del problema de por qué persisten trastorno mentales como la esquizofrenia y el autismo cuando, al estar asociados a una menor tasa reproductiva, la selección natural debería ir eliminándolos. Ya decíamos allí que la pregunta puede estar mal planteada y que el asunto es muy controvertido. En esta entrada voy a comentar un concepto del psiquiatra Randolph Nesse que creo que es una manera interesante de enfocar el problema. Lo llama adecuación biológica en “borde de abismo”. Vamos a verlo.

En primer lugar voy a utilizar el concepto de fitness en sentido biológico, algo que podríamos traducir por aptitud, adecuación o eficacia biológica, pero lo dejaré en inglés. Se refiere a la capacidad de un individuo de pasar sus genes a la siguiente generación, a las características que determinan su éxito reproductivo. Bien, a nivel de una población la fitness o aptitud biológica puede tener diversas formas. Un modelo muy estándar es la distribución normal o en curva de Gauss. Imaginemos la conducta de los conejos que se alejan más o menos de su guarida a buscar comida. Los conejos que son más atrevidos y se alejan más tienen más oportunidades de encontrar comida pero también tienen más probabilidades de acabar siendo ellos la comida de un zorro. Por el otro lado, los conejos más cautos, que se alejan menos, correrán menos riesgo depredador pero también tienen menos probabilidad de encontrar comida y mayor de morir de hambre. Además, la conducta más adaptativa dependerá de las condiciones ambientales: si hay mucha comida es mejor ser cauto pero si hay poca comida compensa correr riesgos. El caso es que en este tipo de situaciones la distribución de la fitness tiene una distribución normal, como la de la figura 1.

Los individuos mejor adaptados estarían en el medio, en la línea de puntos, donde todos tendrían buena adaptación y salud, mientras que en la línea continua hay ya muchos individuos en riesgo de depredación o de hambre.

Sin embargo, hay casos en los que la distribución de la fitness puede ser asimétrica. Puede ocurrir que la fitness vaya aumentando en una dirección hasta que llega un momento en el que pasar de cierto punto supone caer al abismo. Imaginad el caso de los caballos de carrera. Estos caballos tienen facilidad para fracturarse la canilla (cannon bone). Los caballos normales no tienen este problema. Pero cuando criamos caballos de carrera vamos seleccionando caballos con huesos cada vez más largos y cada vez más ligeros, con menos peso, lo que les da ventaja en la carrera. Generaciones sucesivas de caballos van siendo cada vez más y más rápidos hasta que llegamos al borde del abismo y acaban siendo vulnerables a las fracturas óseas (parece que esto ocurre una vez de cada 1000 que un caballo inicia una carrera).

Este modelo lo podríamos aplicar a la esquizofrenia de la siguiente manera. Nuestras habilidades lingüísticas y cognitivas supondrían una ventaja evolutiva y habrían sido seleccionadas pero nos harían también vulnerables a trastornos como la esquizofrenia. Hay algunas pruebas de esto. Por ejemplo, las puntuaciones poligénicas de riesgo para esquizofrenia y Trastorno Bipolar predicen creatividad. Hay también datos de que los mismos genes que han llevado al desarrollo del cerebro humano son los que nos predisponen a la esquizofrenia o el autismo. Genes que hicieron aumentar nuestro cerebro parecen predisponer a estas enfermedades.

Si miráis la figura 2 veis la diferente fitness en tres puntos de la curva y podéis observar que la selección natural estabiliza el rasgo no en el punto I, que es el de mayor fitness individual sino en el punto G que es el de mayor fitness para los genes, aunque unos pocos individuos caerán por el abismo.  Un individuo en el pinto I tendrá más descendencia pero la mayoría caerá por el abismo. Un individuo en el punto H tendrá toda la descendencia sana, ninguno caerá por el abismo, pero tendrá menos descendencia. Por ello el punto G es favorecido por la selección natural, porque deja más descendencia final, aunque algunos no tengan buena salud y perezcan. 

Las enfermedades que resulten de una adaptación tipo “borde de abismo” serán altamente heredables, se observarán en un porcentaje pequeño de la población y el riesgo será influenciado por muchos alelos normales (que intervienen en muchas funcione cognitivas e intelectuales normales) y todos tendrían una pequeña influencia en el riesgo de enfermedad. Ahí os dejo la idea y el concepto que creo que son interesantes.

@pitiklinov

Referencia:

Randolph Nesse. Good Reasons for Bad feelings. 
Una adaptación de la parte del libro donde trata esto la teneis en este artículo de Psychology Today