domingo, 13 de agosto de 2017

La Cultura del Victimismo

(Publicada originalmente el 30-10-2015 en la Nueva Ilustración Evolucionista)

Jonathan Haidt comenta en profundidad, e incluso subraya, en su web un artículo que le ha encantado sobre el origen de las Microagresiones escrito por Bradley Campbell y Jason Manning. El artículo sitúa la aparición de este fenómeno, que ha estallado en las universidades americanas en los últimos años, en una evolución moral que nos ha llevado desde la cultura de la dignidad, en la que vivíamos hasta ahora, a una cultura del victimismo, y lo contrastan también con la cultura previa del honor. Merece la pena resumir el análisis sociológico que hacen estos autores.
Derald Wing Sue define microagresiones como: “las breves y cotidianas indignidades verbales, conductuales y ambientales, intencionadas o no intencionadas, que comunican una actitud hostil, negativa o derogatoria en temas raciales, de género u orientación sexual,  e insultos leves religiosos contra individuos o grupos”.  Sue pone como ejemplo de microagresión que alguien le pregunte de donde es y no se quede satisfecho con la respuesta “- de Portland”. Otros ejemplos son decir a un norteamericano asiático que habla muy bien inglés, agarrar el bolso cuando un afroamericano entra en el ascensor, o mirar las muestras de afecto de gays y lesbianas en público. El término apareció en los años 70 del siglo pasado pero es ahora cuando se ha puesto de moda con varias webs dedicadas a denunciar el problema, donde la gente puede remitir sus ofensas.

Las microagresiones tienen algunas características como son la dependencia de terceras partes. Alguien que se siente ofendido puede reaccionar de diversas maneras: agresivamente, cortando la relación con el ofensor sin confrontación, hablándolo con el ofensor, etc. Sin embargo, la característica principal de las webs de microagresiones es que airean los agravios y animan a difundirlas a todo el mundo, a personas que nada tienen que ver con el asunto. Podemos decir que se trata de un cotilleo masivo. Las personas siempre han cotilleado (cotilleo: charla evaluativa acerca de alguien que no está presente) sus problemas a amigos, familiares y conocidos, pero no de forma indiscriminada. Los niños presentan sus quejas a los adultos y los adultos a los tribunales del sistema legal. Explicar las microagresiones, por tanto requiere explicar las condiciones que llevan a las personas a trasladar sus problemas a terceras partes.

Estas webs se dedican a buscar y mantener apoyos para lanzar cruzadas morales contra injusticias que presentan como  muy graves y sistemáticas exagerando, o falsificando incluso, muchas veces las ofensas. Se produce también una “sobredependencia legal “, una atrofia de la capacidad para manejar pequeños problemas interpersonales. En el fondo se trata de conseguir el suficiente apoyo para obligar a las autoridades a que actúen. Lo curioso, también, es que estas quejas florecen entre las poblaciones más educadas y pudientes de las universidades americanas y no entre los más pobres. Parece que cuanto más igualitaria es una sociedad nos sentimos agraviados por cosas cada vez más pequeñas.

En definitiva, el marco en el que aparecen las microagresiones es el de una sociedad diversa culturalmente, igualitaria, en la que hay unas terceras partes poderosas (autoridades legales , académicas, administradores…). Pero un ingrediente necesario son las redes sociales (Internet, Facebook, Twitter…) ya que sin ellas no sería posible difundir las ofensas de la forma masiva que se requiere. Pero ¿cómo explicamos este fenómeno? 

Campbell y Manning hablan de que se ha producido una evolución en la cultura moral de Occidente. En los siglos XVIII y XIX la mayoría de las sociedades de Occidente pasaron de la cultura del honor a la cultura de la dignidad. En las culturas del honor es la reputación lo que hace que alguien sea honorable o no y uno debe responder agresivamente a insultos, a agresiones y desafíos o perder el honor. No luchar se considera una debilidad moral. La gente honorable es muy sensible a los insultos y responde inmediatamente. Las culturas del honor aparecen en lugares donde no existe una autoridad legal fuerte y uno mismo tiene que sacarse las castañas del fuego.

Pero al pasar a la cultura de la dignidad se considera que en vez de honor las personas tienen dignidad y que es inherente a la persona, por lo que no puede ser alienada por otros, ni tiene que ser demostrada. La dignidad existe independientemente de lo que otros piensen por lo que la reputación social es menos importante. Los insultos pueden ser importantes pero ya no destruyen el honor y la reputación de una persona como ocurría anteriormente. Incluso está bien visto tener la piel dura y pasar de esas provocaciones. Esta cultura aparece cuando hay una autoridad fuerte y un sistema legal que funciona. Las ofensas graves (robo, asalto, ruptura de contrato, etc.) se llevan a los tribunales y las ofensas menores se arreglan personalmente , hablando y discutiendo el problema, o se pasa de ellas.

Pero ahora, según Campbell y Manning, se está produciendo la transición desde una cultura de la dignidad a una cultura del victimismo que tiene características que no encajan ni con la cultura del honor ni con la de la dignidad. La gente ahora es muy sensible al insulto, como en las culturas del honor, pero no responde personalmente sino que busca la ayuda de terceras partes. Esto sería anatema en una cultura del honor. Por otro lado, las personas integradas en una cultura de la dignidad entienden lo de recurrir a terceras partes pero no para ofensas menores. Así que es como un remix de ambas culturas. El victimismo es una forma de atraer simpatías y  ser víctima confiere estatus moral (a la vez que se rebaja el estatus moral del ofensor) de manera que se produce así una espiral de competencia a ver quién es más víctima.

Resumiendo, estamos viviendo ahora un choque entre la dignidad y el victimismo de la misma manera que antes lo hubo entre honor y dignidad. En las sociedades actuales, atomizadas e igualitarias, pequeñas ofensas generan gran angustia y se recurra a terceras partes. Si añadimos a la mezcla las nuevas tecnologías de la comunicación el resultado es la emergencia de una cultura del victimismo que probablemente se irá extendiendo.

@pitiklinov

Referencia:


(incluye enlace al artículo original completo)





6 comentarios:

  1. Muy propio de las sociedades en donde se cultiva el "yo" como tema principal. El egocentrismo es el estado actual de la humanidad.

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  2. Habría que ver cómo funcionan esas culturas se las desagregamos por sexo. También sería interesante saber cómo funciona la cultura del honor, de la humillación y la violencia contra la mujer. Una de las variables que puede ser atendida es que esa cultura en los sectores más pobres provoca la violencia cuando se supone que se está siendo víctima de una humillación. Hablo de cierta presión del grupo de " machos". Rober

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    1. Los incel son victimistas en estado puro, igual que muchos otros grupos que se quejan de cosas irreales. El fallo del articulo es que señala problemas que si existen, no que verdaderamente exista una cultura del "yo" y que esto derive en egoísmo exacerbado. Basta con leer a Ayn Rand para ver como es la nueva "filosofía"

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  3. No creo que sea eso, mas bien creo que se ha instaurado la cultura del culto a uno mismo: las personas que montan verdaderos dramas señalando como alguien es un opresor, no lo hacen tanto porque se sienten agraviados, como por necesidad de hacer de menos a otra persona, y quedar ellos en el lugar alto moral.
    Por otra parte, el articulo señala solo cuestiones que si son reales, como las micro-agresiones racistas o misoginias o por clase social, cuando el verdadero problema es que en la sociedad actual se ha instaurado el pensamiento de que uno mismo es el entro del mundo y nadie tiene derecho a hacerte sentir mal, identificando como toxico o opresivo cualquier cosa, incluso si el tóxico eres tu.
    Eso es el victimismo, creer que se es la victima cuando no lo es. Solo es un narcisismo justificado.

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  4. La gente debería aprender que simplemente no todo va sobre ellos

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