domingo, 13 de agosto de 2017

Los Orígenes de la Moral

(Publicada originalmente el 19-03-2015 en la Nueva Ilustración Evolucionista)

La moralidad es muchas otras cosas pero en su base es control social
-Christopher Boehm

La conciencia es la pequeña voz que nos dice lo lejos que podemos ir persiguiendo nuestros intereses sin incurrir en costes intolerables
-Richard D. Alexander

Somos morales, pero sólo lo morales que necesitamos ser
-Dennis Krebs

Cualquier animal dotado de instintos sociales bien definidos, incluidos los vínculos afectivos de parentesco, llegaría inevitablemente a la adquisición del sentido moral o de la conciencia cuando sus facultades intelectuales alcanzan o se aproximan al desarrollo al que han llegado en el hombre.
-Charles Darwin

Christopher Boehm es un antropólogo conocido sobre todo por su libro Hierarchy in the Forest donde cuenta sus estudios e ideas sobre el igualitarismo y la jerarquía en el ser humano (podéis leer un comentario aquí). Pero Boehm ha tratado también el tema del origen de la moral en otros libros y especialmente en Moral Origins. The evolution of virtue, altruism, and shame. Aquí voy a intentar explicar las ideas centrales de este libro.

La esencia (el 1% del libro) es ésta: el origen de la moral es el control social por parte del grupo, es decir, el grupo castiga a los individuos que se desvían de las conductas que favorecen la supervivencia del grupo. Este castigo es una especie de “selección social” (de la que ya hemos hablado aquí) porque las preferencias sociales de los miembros del grupo -y del grupo en su conjunto- acaban modificando el acervo genético. Para no ser castigado el individuo aprende e interiorizar las normas del grupo y esa interiorización de las normas sería la moral. La selección moral va en el sentido de aumentar las conductas cooperadoras y disminuir las conductas de depredación social y el castigo social a lo largo de generaciones modela y cambia el genotipo en esa dirección de mayor cooperación y menos depredación.

La hipótesis de Boehm es que los hombres prehistóricos empezaron  a hacer uso del control social de manera tan intensa que los individuos que eran mejores en inhibir sus tendencias antisociales -bien por miedo al castigo o bien por absorber e identificarse con las normas sociales- consiguieron un éxito reproductivo mayor. Aprendiendo a interiorizar normas la humanidad adquirió una conciencia (que surge de la selección social punitiva) y se castiga a los aprovechados y egoístas (free riders). Hay dos maneras de promover una buena vida, una es por medio del castigo y otra es promoviendo la virtud. Boehm dice que el castigo de la conducta desviada es más antiguo y que lo de predicar la virtud es posterior.

Tener una conciencia, según Boehm , significa simplemente estar internamente inhibido para realizar una conducta antisocial y derivar el auto-respeto de seguir las normas de la sociedad. En esta línea, Richard D. Alexander tiene una visión de la moral muy realista ya que decía que la conciencia era algo más que un inhibidor de la conducta antisocial (que era la visión de Darwin): “la conciencia es la pequeña voz que nos dice lo lejos que podemos ir persiguiendo nuestros intereses sin incurrir en costes intolerables”. En esta visión de Alexander la conciencia no es solamente una fuerza puramente moral que maximiza las conductas prosociales y minimiza las desviaciones, no. La conciencia es más una calculadora maquiavélica, un estratega que nos dice cuánta inmoralidad podemos permitirnos sin que nos pillen o nos suponga un coste. Parece que tanto Darwin como Alexander tienen razón y la conciencia hace las dos cosas: inhibir inmoralidad y aprovechar las oportunidades de ser inmoral. Es decir, que tenemos la conducta moral que necesitamos, tampoco más, y si compensa ser “malos” lo haremos.

De esta misma opinión es Dennis Krebs que considera que somos todo lo morales que necesitamos ser. Krebs opina que heredamos disposiciones para comportarnos moralmente (para cooperar) pero que heredamos también la disposición a comportarnos inmoralmente, es decir, para explotar los sistemas de cooperación que hemos construido. El balance final es que somos justo lo morales que necesitamos ser para obtener los beneficios de la cooperación. La explicación de que nuestros instintos morales no vayan solo en el sentido de la cooperación podría ser que un sistema de cooperación se presta a la explotación, al parasitismo, y por eso no va a ser estable (el ejemplo claro de parásitos del sistema moral de colaboración que montan los demás son los psicópatas).

Un aspecto muy interesante de la evolución humana que parece tener una repercusión importante en la evolución de la moral es la conducta de compartir la carne. Por alguna razón, la carne (proveniente de caza mayor) se ha compartido en nuestra especie. Todos los carnívoros sociales tienen este problema logístico de repartir la carne y la mayoría de ellos lo resuelve con el sistema de la jerarquía que provee un orden de acceso a la carne. Pero los humanos han seguido una ruta diferente por razones que no están bien explicadas. Hace 250.000 años la evidencia de que los humanos cazaban presas grandes es muy sólida. Entonces, se presentaba el problema de compartir la carne y los machos alfa dominantes se llevarían la mayor parte. Esto hace pensar que hacia esa época los grupos consiguieron librarse de los machos dominantes y controlarles por medio de las coaliciones de subordinados. El dominante que no se refrenara podía ser asesinado por el resto del grupo y así evolucionaría el autocontrol que al principio se aplicaría los alfa dominantes pero luego a cualquier aprovechado con pretensiones. En cuanto a las fechas no hay evidencias definitivas y es posible que ya Homo erectus hace 1,8 millones de años tuviera sistemas de compartir la carne. Esto no se puede descartar pero una fecha desde luego segura es hace 250.000 años para compartir sangre y desde luego una sociedad igualitaria hace 45.000 años.

A este respecto, Boehm presenta evidencia arqueológica de que hace 400.000 años el ser humano no era totalmente igualitario. Mary Stiner y dos colegas israelíes han examinado pautas de corte en huesos encontrados en Oriente Medio. Las marcas de hace 400.000 años son caóticas y variadas como esperaríamos si diferentes individuos hubieran estado atacando la presa cada uno por su lado desde ángulos diferentes. Pero las marcas de hace 200.000 años son las de un único individuo desde la misma posición haciendo los cortes y repartiendo, que es el patrón que siguen los cazadores recolectores actuales. Todo esto (hay que admitir que esta evidencia no es definitiva, obviamente) sugiere que se necesitó desarrollar un sistema democrático igualitario para compartir la carne que fuera eficaz desde el punto de vista nutritivo y que evitara conflictos armados con las armas de las que ya disponían aquellos humanos ancestrales para la caza.

Si Boehm tiene razón, podemos saber cuál fue el primer “pecado” de la humanidad, el pecado original, la primera conducta que fue castigada por nuestra moralidad incipiente. Y esa conducta no es otra que la conducta dominante, la dominación de una persona por otra. La primera prohibición fue la de la conducta de acoso de los alfas o dominantes sobre el resto.

Boehm trata también el importante papel del lenguaje en el origen de la moral. Boehm habla del papel clave del cotilleo para transmitir las malas acciones de los demás, porque nadie puede observar continuamente lo que hace todo el grupo. Es necesario que las malas acciones que alguien realiza, y que otro observa, puedan ser contadas al resto del grupo para que éste pueda tomar medidas. También es necesario el lenguaje para la educación y la predicación de las conductas deseables, especialmente a los niños. En ese sentido, no hace falta decir que esa selección social punitiva continua en la actualidad y precisamente donde es muy observable es en las redes sociales donde el cotilleo moral es un elemento fundamental  y donde se producen “linchamientos” de personas con comportamientos o comentarios desviados, como los varios casos existentes en los que un tuit ha arruinado la vida de una persona.

Por último, comentar que la hipótesis de Boehm encaja bastante bien con los hallazgos neurobiológicos sobre la existencia de un circuito moral en el cerebro, en regiones prefrontales, circuito que se encuentra dañado o no es funcional en los psicópatas. Como decía un psicópata al que entrevistó Kevin Dutton, la moral son las rejas que llevamos dentro de la cabeza, una cárcel interna o simulación de cárcel que evita que acabemos en una cárcel real: “Dónde están los barrotes de verdad, Kev? ¿Ahí afuera? (señala la ventana). ¿O aquí dentro? (y se toca la sien).”

En definitiva, tener una conciencia moral es identificarse personalmente con los valores del grupo, es decir, internalizarlos. Aquellos que los internalizaron mejor tuvieron más éxito a la hora de propagar sus genes. Pero, a la vez, no debemos internalizar las normas hasta el punto de no tener tentaciones de romperlas porque muchas de las prohibiciones que ponen los grupos humanos están diseñadas para limitar conductas egoístas que -en pequeñas dosis- pueden ayudar a los individuos a conseguir éxito reproductivo. Tal vez eso explica que después de tantos miles de años de selección social no seamos más altruistas y menos egoístas.


@pitiklinov

Referencias:





5 comentarios:

idea21 dijo...

"no debemos internalizar las normas hasta el punto de no tener tentaciones de romperlas porque muchas de las prohibiciones que ponen los grupos humanos están diseñadas para limitar conductas egoístas que -en pequeñas dosis- pueden ayudar a los individuos a conseguir éxito reproductivo"

Pero lógicamente ese éxito reproductivo de los egoístas irá en detrimento de los intereses del grupo. Y si el grupo se debilita por el egoísmo de algunos, a la larga todos los integrantes del grupo se ven perjudicados.

Por eso lo óptimo sería que el sistema moral internalizado limitara eficazmente toda conducta egoísta y explotara en lo posible las tendencias altruistas, que también son innatas como las tendencias egoístas. El egoísmo de los altruistas ("hago todo el bien a los demás que me apetece y porque me apetece") es la fórmula correcta a la que tendría que evolucionar la moralidad. Y los sistemas o estrategias psicológicas que inculcan la internalización de pautas morales pueden llegar a ser muy complejos...

Luis Tovar dijo...

Creo que las investigaciones y conclusiones de este tipo de estudios están erradas debido a una confusión categorial entre sociabilidad y moralidad. La sociabilidad es la cualidad de cooperar voluntariamente entre individuos para un supuesto beneficio mutuo. En cambio, la moralidad es la cualidad de empatizar con otros individuos y valorar su individualidad y sus intereses en igualdad con los nuestros. Son dos cualidades distintas.

idea21 dijo...

Muy interesante conocer la existencia de la distinción entre "sociabilidad" y "moralidad". El problema es que el "beneficio mutuo" de la "sociabilidad" se deduce de cómo se atiende a los intereses de cada uno, por lo que no parece algo muy diferente de "valorar los intereses" de cada uno en la "moralidad".

Una ampliación de la distinción entre "sociabilidad" y "moralidad" sería muy enriquecedora. Como no sea que la "moralidad" fuese la capacidad potencial para la "sociabilidad"... (valoro los intereses de los otros, pero otra cosa es que obre en base a esta valoración...)

Edggg dijo...

@Pitiklinov Disculpa esto no contradice a los hallazgos de, Frans de Waal , sobre la moralidad innata ,dado sus estudios en simios ???!

Pitiklinov dijo...

No, no creo. Ambos tienen razón. Esto vendría después de lo que dice de Waal, sobre los "building blocks" de la moral que ya aparecen en primates luego la moral ha seguido evolucionando según los estilos de vida de las poblaciones humanas
Un saludo