martes, 30 de junio de 2015

La Infancia como adaptación

En una entrada anterior ya habíamos comentado las ideas del psiquiatra Dan Siegel sobre que la la adolescencia no es sólo un periodo de inmadurez sino que las características propias de la adolescencia aparecen en el momento en que se necesitan y son adaptativas. En este caso voy a comentar un interesante artículo de Gabrielle Principe que explica lo mismo acerca de la infancia, que la infancia es una adaptación.

Para empezar, es un hecho que la Psicología se ocupa sobre todo de la conducta del adulto. Existe también una psicología infantil y del desarrollo pero en buena parte de su trabajo se dedican a descubrir conexiones entre las experiencias tempranas y la conducta adulta y las características y experiencias infantiles que predicen problemas o éxitos en la edad adulta. La Psicología evolucionista también tiene bastante abandonada a la infancia y esto es chocante porque lo que define a la Psicología evolucionista es su interés por las causas últimas de cualquier conducta o fenómeno. 

La explicación de este interés de los psicólogos principalmente por la edad adulta puede ser que una mayoría vemos el desarrollo infantil como una progresión hacia la edad adulta. La edad adulta es el periodo en el que “ocurre la acción” en el ser humano. Para los psicólogos evolucionistas la reproducción -la clave de sus explicaciones- ocurre en la edad adulta y tal vez de ahí su interés. Pero los psicólogos evolucionistas se olvidan de un punto clave: que para llegar a la edad adulta hay que sobrevivir a la niñez y la infancia. De hecho, los altos niveles de mortalidad infantil a lo largo de la historia evolucionista sugieren que la selección natural tuvo unos efectos muy grandes en estos períodos iniciales del desarrollo.

Esta concepción de la edad adulta como el fin del desarrollo implica que el desarrollo es un proceso lineal de maduración, donde se empieza con la simplicidad y la ineficiencia de la infancia y se acaba con la complejidad y eficacia de la edad adulta. Según este punto de vista, los niños son meramente versiones inacabadas e ineficaces de los adultos y la infancia es simplemente un periodo necesario para llegar a adulto. Los niños no saben atarse los zapatos, son irracionales, no paran quietos, se distraen continuamente…y todo ello nos hace concluir que la infancia es algo que tenemos que soportar para llegar a la edad adulta. Y esto es importante porque esta conclusión acerca de la infancia nos lleva a pensar que cuanto antes llegue un niño a ser adulto, mejor. Y esto lo llevamos a la práctica y mandamos a nuestros hijos a programas de preescolar para que comience la educación cuanto antes, y se comercializan juguetes, CDs para escuchar mientras duermen, programas y todo tipo de productos que lo que buscan es impulsar, ponerle el turbo al crecimiento y maduración del cerebro. Luego diremos algo sobre esto.

Sin embargo, existe otra visión de la infancia diferente a la de una progresión linear de la inmadurez a la madurez, que es la que tienen psicólogos como David Bjorkund, un psicólogo evolucionista del desarrollo. Según ellos, el desarrollo humano se entiende mejor si lo viéramos como un proceso similar a la metamorfosis que tiene lugar entre una oruga y una mariposa. La oruga no es una forma inmadura de mariposa, sino un animal con unas características y conductas adaptadas a la fase de gusano y no a su futura fase de mariposa. Las características de la oruga son tan refinadas como las de la mariposa pero adaptadas a otras circunstancias. En la especie humana el salto no es tan marcado pero nos sirve la comparación para entender la idea. En esta visión evolucionista del desarrollo los niños no son versiones amateurs de los adultos sino que están adaptados a las demandas físicas, sociales y cognitiva del ambiente en el que se se encuentran. Los niños y los adultos tienen conductas y mentes diferentes pero igualmente robustas y sofisticadas, diseñadas para funciones evolutivas diferentes.

Si miramos la infancia desde esta perspectiva vemos que no todas las características de los niños son preparaciones de la edad adulta. Algunas funciones adaptan al niño a su ambiente inmediato no a su ambiente futuro y cuando estas características ya no se necesitan desaparecen. Un ejemplo extremo de esto sería la alimentación por medio de la placenta que es la que provee el oxígeno en el período prenatal y luego desaparece. También el reflejo de succión de los recién nacidos fundamental para su supervivencia, o el de prensión.

¿Existen otros ejemplos de conductas adaptadas a la infancia? Gerald Turkewitz y Patricia Kenny sugieren que la incapacidad motora de los bebés es adaptativa porque impide que los niños se alejen de las madres y aumenta sus posibilidades de supervivencia en ese periodo. La mala visión de los bebés también sería adaptativa para reducir la cantidad de información visual  que tiene que manejar y se ha visto en experimentos que una estimulación visual muy temprana puede interferir con el desarrollo del sistema auditivo.

A nivel conductual, existe un fenómeno muy interesante que es que los niños de edad preescolar tienen un sesgo por el que se atribuyen acciones que no han realizado ellos sino otras personas. Este sesgo facilita el aprendizaje del niño porque el atribuir las acciones a una misma fuente (él mismo) las hace más fáciles de recordar. En un experimento en el que unos niños colaboraban con adultos en cambiar los muebles de una casa, los niños cometían más errores de atribución y decían que una mesa la habían movido ellos y había sido el adulto, pero también recordaban más objetos en su localización correcta que niños que habían realizado la tarea independientemente. Otro ejemplo podría ser la creencia de los niños de que son más competentes de lo que realmente son, su tendencia a sobreestimar sus capacidades. Niños de 3 años (pero no de 5) que sobreestiman sus capacidades de imitación están más avanzados verbalmente que los que estiman correctamente sus capacidades. La explicación puede ser que los niños que sobreestiman sus capacidades se atreven con tareas más difíciles  que los niños más realistas  y son más persistentes y así aprenden más.

En cualquier caso, la idea clave de este enfoque evolucionista es que la selección natural opera en todas las etapas de la vida y no solo en los adultos y hay que considerar el posible valor adaptativo de cualquier conducta en cualquier etapa del desarrollo. Los niños no son versiones inmaduras de los adultos y conductas de “tipo adulto” no son adaptativas en la infancia.

Si este enfoque es acertado, también podemos sacar algunas consecuencias prácticas. Una muy clara es que rasgos infantiles son adaptativos en la infancia y que esforzarnos para que los niños maduren cuanto antes puede no ser una buena idea. De hecho, hay ya trabajos empíricos en diferentes campos que sugieren que más rápido no es siempre mejor. Por ejemplo, los esfuerzos por acelerar el desarrollo intelectual poniendo a preescolares en programas orientados de una manera académica aumenta los niveles de ansiedad hacia la escuela así como los problemas de conducta (aquí tenéis un enlace que cuestiona la educación preescolar). Esto reduciría su posterior motivación para aprender, sus expectativas de éxito en las tareas escolares y el orgullo por sus logros.

En definitiva, que pretender que los niños aprendan alemán y piano con dos años puede ser algo parecido a pretender que una oruga desarrolle alas. Igual es mejor dejar que los niños sean niños.

@pitiklinov

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domingo, 28 de junio de 2015

Los “Concienzudos” (La Responsabilidad)

En esta entrada vamos a ver una nueva dimensión de los Cinco Grandes de Personalidad, la Responsabilidad (Conscientiousness), los “concienzudos”, a los que Nettle llama controladores. Pero vamos a empezar conociendo la Iowa Gambling Task. Este test consiste en cuatro barajas de cartas que están boca abajo enfrente de ti y puedes ir cogiendo cartas de la baraja que quieras. Cada vez que coges una carta obtienes una suma de dinero pero a veces te tocan cartas por las que tienes que pagar una multa, y la multa puede ser más alta que el premio. A medida que vas jugando te das cuenta de que las dos barajas de la izquierda, A y B, dan siempre un premio de 100$ mientras que el premio de las barajas de la derecha, C y D, es sólo de 50$. Esto hace que al principio las barajas A y B sean muy atractivas. Pero resulta que la baraja A cada cierto tiempo (1 de cada 10 cartas aproximadamente) te pasa una multa de 1250$. En la baraja B la multa es más baja, 500$, pero ocurre cada 4 cuatro cartas, de media. En las barajas C y D las multas son de 250$ cada 10 cartas y de 100$ cada 4 cartas, respectivamente.

¿De qué baraja elegirías cartas? Pues puedes hacer las cuentas rápidamente y darte cuenta de que en la baraja A en 10 tiradas vas a ganar 1000$ pero vas a pagar una multa de 1250$ por lo que pierdes 250$. Si haces las cuentas para la baraja B verás que ocurre lo mismo. Si haces los cálculos de la baraja C verás que te va a dar 500$ en 10 tiradas y pagas una multa de 250$, luego ganas 250$. Si haces las cuentas para la baraja D ocurre lo mismo. Por lo tanto, la gente normal al darse cuenta del funcionamiento del juego acaba jugando con las barajas C y D y se olvidan de la A y la B.

¿Por qué es interesante este test? Porque para ganar en el juego tienes que resistir los cantos de sirenas de las barajas A y B que te dan 100$ de golpe aunque luego venga Paco con la rebaja…Y resulta que en la vida hay muchas cosas que dan recompensas inmediatas como irte a la playa a tomar el sol y jugar con tu perro en vez de ponerte a estudiar. Pero vas a obtener más cosas importantes en tu vida si sigues estudiando y sacas una carrera en vez de disfrutar jugando con tu perro. Es decir, tenemos que estar constantemente inhibiendo recompensas inmediatas y seguir un plan interno con unos objetivos que nos darán una recompensa diferida.

Antoine Bechara y sus colegas inventaron la Iowa Task para estudiar a un tipo concreto de pacientes: a los que sufrían ciertas lesiones en el polo frontal. Cuando ciertas partes del lóbulo frontal sufren daño como consecuencia de accidentes cerebrovasculares o de traumatismos, resulta que los individuos se vuelven impulsivos y se comportan de forma inapropiada socialmente (hablamos de ellos en esta entrada sobre cerebro moral y responsabilidad). Por ejemplo, un paciente sufrió la ruptura de un aneurisma en el cortex órbitofrontal derecho y pasó de ser un empleado responsable en una empresa de coches a llevarse los coches por ahí y dejarlos abandonados cerca de su casa. Por supuesto, le echaron del trabajo y le ocurrió lo mismo en los siguientes empleos, también por llegar tarde, beber alcohol y por llevarse coches que abandonaba después de dar un paseo. No los vendía ni ganaba nada haciendo eso. Y es importante destacar que su funcionamiento cognitivo estaba intacto. El hombre sabía que lo que estaba haciendo era ilegal, pero no podía dejar de hacerlo. Se llevó unos 100 coches y pasó varios períodos en la cárcel. Es un caso de “psicopatía adquirida” muy parecido al de Phineas Gage.

La Iowa Task confirma el déficit de los pacientes como éste. Estos pacientes no pueden resistir la llamada de los 100$ de las barajas A y B. Pero hay otros sujetos que también muestran déficit en la Iowa Task. Unos son los jugadores patológicos, lo cual no es sorprendente, dado lo que hemos hablado. Otros son los sujetos con dependencia a alcohol, cocaína y cannabis. Estos sujetos eligen con más frecuencia de las barajas A y B que los sujetos normales aunque el efecto no es tan marcado como en sujetos con daño cerebral. Es interesante que el sesgo en el juego ocurre también en períodos en los que llevan mucho tiempo sin consumir, lo que indica que los efectos de la droga no es el factor causal. Esto sugiere la posibilidad de que lo que predispone a estos individuos a la dependencia de una droga es un rasgo de personalidad que les impide parar de responder a una recompensa en el ambiente.

En el modelo de los Cinco Grandes la dimensión relacionada con el control de impulsos es la Responsabilidad (Conscientiousness). Los que puntúan alto son disciplinados, auto-organizados, autocontrolados, y los que puntúan bajo son impulsivos, espontáneos y débiles de voluntad. Pero alguno de los que hayáis leído la entrada sobre la Extroversión estará pensando que allí dijimos que la Extroversión era una medida de la respuesta del sistema de recompensa del cerebro a los estímulos placenteros como drogas, experiencias positivas, etc. Las drogas de abuso actúan sobre el sistema de recompensa del cerebro y su actividad está especialmente asociada a la Extroversión. Pero ahora os digo que los estudios sobre qué tipos de personalidad predicen el desarrollo de adicciones indican que la dimensión clave es la Responsabilidad. Algo no encaja…

La solución al rompecabezas es distinguir entre las razones para empezar algo y las razones para no ser capaz de parar. Los sujetos con alta Extroversión van a recibir un “chute” mayor de tomar un trago, por ejemplo, por la mayor actividad del núcleo accumbens y el sistema de recompensa. Pero si estos sujetos puntúan también alto en Responsabilidad decidirán no repetir, por grande que sea el chute. Tomarán esa decisión porque tienen que trabajar al día siguiente, o para ahorrar y comprarse un paracaídas, o lo que sea. El punto importante es que hay mecanismos cerebrales cuya función es inhibir una respuesta, por muy gratificante que sea, en beneficio de otros objetivos o normas, más importantes, que tiene esa persona. Si estos mecanismos son potentes la persona será muy “concienzuda” y si son débiles, la persona será más impulsiva. Las adicciones tienen que ver con un fallo en la inhibición de una conducta recompensada, no con el grado de euforia producido. En muchos adictos el placer que se obtiene, cuando el cerebro se acostumbra a la sustancia, es prácticamente cero pero recaen por la incapacidad de los mecanismos de inhibición de parar un hábito ya formado.

Como hemos comentado, los lóbulos frontales son muy importantes para la Responsabilidad. Por ejemplo, cuando un voluntario realiza la Iowa Task  las áreas metabólicamente activas son la corteza prefrontal dorsolateral y la corteza orbitofrontal. Sujetos con adicciones muestran menor actividad en esas dos áreas y en la corteza cingulada, especialmente en las del hemisferio derecho.

Como os podéis imaginar, la Responsabilidad es el mejor predictor de éxito laboral en todos los estudios. Además, para cualquier tipo de trabajo, sea policía , vendedor o secretario. Cuanto más “concienzudo” seas, mejor te va a ir en tu puesto de trabajo. Porque todo trabajo implica ser puntual, diferir gratificaciones, saber aguantar, seguir unos planes marcados, etc. Algunos podéis pensar que ser “concienzudo” o responsable es muy parecido a ser inteligente. Es decir, que alguien se ponga unos objetivos y los siga, evitando malas decisiones, indica básicamente que es inteligente. Pero no es esto a lo que los psicólogos se refieren cuando hablan de inteligencia. Los pacientes impulsivos con daño cerebral no tienen alteración de la inteligencia y muchas personas inteligentes desarrollan adicciones. La inteligencia es una medida de lo bien y eficientemente que funciona el sistema nervioso de una persona pero no de cada uno de los componentes de ese sistema nervioso. En una persona con un C.I. alto todo funciona eficientemente: lenguaje, memoria, sistema de recompensa y sistema inhibitorio. Pero no nos indica la fortaleza relativa de cada sistema y, por lo tanto, no predice el nivel de Responsabilidad. 

Dicho esto, hay que reconocer que hay relaciones entre la inteligencia y la personalidad aunque es un tema debatido todavía. Y lo más curioso es que hay por lo menos un par de estudios donde se encuentra que cuanto más inteligentes son las personas, más irresponsables son. Esto parece absurdo pero la explicación puede ser que cuando alguien es muy inteligente no necesita preparar las cosas con antelación ni ser muy disciplinado, ni esforzarse mucho, porque su inteligencia les sacará del apuro en el último momento. Al contrario, la gente que no es tan inteligente necesita organizarse, ser disciplinado y trabajar para conseguir lo que quiere. 

De lo que hemos dicho hasta ahora se deduce que la Responsabilidad es una cosa muy buena: te evita desarrollar adicciones, que tengas problemas con la ley, que te echen del trabajo…cuanto más “concienzudo” mejor y la selección natural debería haber seleccionado cada vez más y más Responsabilidad. Pues no tanto…Para empezar los beneficios de la Responsabilidad se han disparado en el mundo moderno desarrollado en el que nuestros lugares de trabajo y nuestras escuelas son unas ecologías muy artificiales. Pocos de nuestros ancestros habrían llegado a reproducirse si se hubieran quedado en el mismo lugar 8 horas al día siguiendo unas tareas planificadas. Es verdad que les habría venido bien aprender y esforzarse en conocer el uso de las herramientas para cazar y no intentar improvisar una flecha con un palo cuando la necesitara. Pero tampoco sería bueno ver pasar una manada de renos y decirse que es jueves,”el día que toca recoger miel”, y no ir a cazarlos. Por ejemplo, en ambientes ancestrales, los sujetos con la condición que llamamos Trastorno por Deficit de Atención e Hiperactividad es muy probable que funcionaran muy bien.

En definitiva, que la Responsabilidad sea algo bueno o malo depende de las condiciones ambientales. En líneas generales, si el ambiente es muy estable y predecible, es decir, que puedes saber con antelación lo que más conviene hacer un día determinado, entonces la responsabilidad será seleccionada, porque un sujeto responsable será organizado, se centrará en la tarea y no se distraerá. Pero, por contra, si el ambiente es impredecible, la gente a la que le irá mejor será la gente que puede responder espontáneamente a cualquier cosa que le eches en un determinado momento. Y los sujetos con mucha Responsabilidad no son buenos cuando hay que ser flexibles. Les cuesta cambiar de rutinas y adaptarse a cosas nuevas.

@pitiklinov

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sábado, 27 de junio de 2015

El Animal Cuentahistorias


El hombre -déjeme ofrecerle una definición- es el animal cuentahistorias
-Graham Swift, Waterland

Jonathan Gottschall ha escrito un bonito libro sobre la relación del ser humano con las historias, nuestra adicción a ellas, sobre cómo las creamos y cómo nos crean ellas a nosotros: The Storytelling Animal. Somos un primate al que podríamos llamar Homo fictus (hombre ficción) porque, nos demos cuenta o no, somos una criatura del imaginativo mundo “País de nunca jamás” (Neverland). El país de la fantasía es nuestro hogar y antes de que muramos habremos pasado décadas allí. Cuando digo historias me refiero a cuentos, novelas y todo tipo de narraciones y mitos tanto religiosos como profanos. Las historias son para el ser humano lo mismo que el agua para los peces.

Lo primero de lo que tenemos que ser conscientes es del poder de las historias. Estamos tan acostumbrados a ese poder que no le damos importancia, pero es algo que necesita una explicación. La idea de escribir este libro, por ejemplo, le vino a Gottschall por una canción. Iba conduciendo un día de otoño por la autopista escuchando la FM y , de repente, ponen una canción country. Con mucho sentido del humor, dice Gottschall que su respuesta habitual a este tipo de catástrofe habría sido cambiar de canal pero que había algo en la voz del cantante que le llamó la atención y siguió escuchando. La canción trata de un hombre joven que va a pedir la mano de su amada. El padre de la chica le hace esperar en el salón y allí se pone a mirar unas fotos donde una niña pequeña juega a ser Cenicienta, en otras monta en bicicleta y en otra está bailando con su padre. De pronto, el joven comprende que está robando algo precioso a ese padre, le está robando su Cenicienta. Antes de que acabara la canción cuenta Gottschall que estaba llorando de tal manera que tuvo que salirse de la carretera y parar un rato. La canción, Stealing Cinderella, de Chuck Wicks, había capturado algo universal, el dolor de ser padre y saber que nunca serás el hombre más importante en la vida de tu hija (Gottschall tiene dos hijas, Abigail y Annabel).

Gottschall se sintió triste por un rato pero a la vez maravillado de lo que había pasado. De una manera fulminante, una historia musical había derretido a un hombre hecho y derecho, que no suele llorar y al que encima no le gusta el country. Le pareció extraño que una historia -sea en un libro, una película, una canción-  pueda hacernos llorar, reír , enfadarnos, etc. El autor entra en nuestro cráneo y toma el control de nuestro cerebro. Así que decidió investigarlo. Y en el libro Gottschall utiliza estudios y datos procedentes de la psicología evolucionista, la biología y la neurociencia para entender lo que le pasó con aquella canción, y , en general, para descubrir cómo nos convertimos en el animal que cuenta historias.

Pero para ver el hechizo de las historias te propongo un experimento. Te voy a traducir un fragmento de la novela In the Heart of the Sea, de Nathaniel Philbrick, que trata de la catástrofe que inspiró a Herman Melville para escribir Moby Dick: el naufragio del ballenero Essex hundido por una furiosa ballena. Te advierto de que el autor va a intentar teletransportarte en el tiempo y en el espacio así que agárrate a la silla, nota su tacto y no pierdas de vista el ruido del tráfico o las señales del ambiente en que te encuentras. El capitán del ballenero Dauphin, Zimri Coffin, avista un pequeño bote a la deriva y ordena al timonel que se acerque al bote y lo deje a sotavento:

“Bajo la mirada de Coffin, el timonel acercó el barco todo lo que pudo a la abandonada embarcación. Aunque la inercia les hizo pasar de largo, los breves segundos durante los que el barco pasó a su lado les presentó una vista que no olvidarían el resto de sus vidas. Primero vieron los huesos -huesos humanos- ensuciando las bancadas y las tablas, como si el bote ballenero fuera la guarida marítima de una feroz bestia comehombres. Y entonces vieron a los dos hombres.  Estaban acurrucados en los extremos opuestos del bote, su piel cubierta con llagas, sus ojos sobresaliendo de los agujeros de sus cráneos, sus barbas impregnadas de sal y sangre coagulada. Estaban chupando la médula de los huesos de sus compañeros muertos.”

Rápido, ¿dónde estás? ¿estás todavía en tu silla notando su tacto así como los ruidos de tu ambiente? ¿O te ha hechizado Philbrick y estabas viendo los dientes y los labios de los dos hombres trabajando sobre lo huesos y sus barbas llenas de sal? Por mucho que lo intentemos no podemos resistir la gravedad de esos mundos alternativos. Como decía, Samuel Taylor Coleridge, leer una historia, cualquier historia, requiere que el lector “suspenda voluntariamente su incredulidad”…para pasarlo bien se dice a sí mismo: “voy a silenciar a mi escéptico interior y voy a creerme lo que me cuentan”. Lo que ocurre es que esto no es voluntario, como dice Coleridge.

Cuando lees la escena toma vida en tu mente: ¿cómo es el capitán Coffin?, ¿joven, mayor? ¿de qué color es su guerrera o su barba? ¿cuantos hombres forman la tripulación del Dauphin? No nos lo dicen. El autor nos engaña y deja que nosotros hagamos el trabajo de imaginarlo. A veces se dice que leer es algo pasivo pero no es cierto. Cuando leemos una historia nuestra mente está trabajando duro. El trabajo de un escritor se parece más a un dibujo que a una pintura. Él dibuja unas lineas maestras y nosotros le pintamos el cuadro completo.

La presencia de las historias en nuestra vida es enorme. Los niños pasan la mayor parte del tiempo en el mundo de la fantasía “jugando a” ser indios y vaqueros, príncipes y princesas, o lo que sea. Según estadísticas, vemos unas 5 horas al día de TV y cine. Cuando dormimos seguimos viviendo historias en el País de nunca jamás, pero también soñamos de día mientras trabajamos, conducimos, cocinamos o nos vestimos. Se estima que el “sueño despierto medio” dura unos 14 segundos y que tenemos unos 2.000 por día. Cuando vemos un anuncio de detergente no nos dicen que limpia muy bien sino que nos cuentan una historia de una mamá apurada por la suciedad de la ropa de sus hijos y de cómo la resuelve gracias al detergente. Cuando conversamos, el 70% del tiempo cotilleamos y contamos historias acerca de la vida de los demás. En definitiva, pasamos más tiempo en Neverland, en el País de la Fantasía, que en el mundo real. ¿Cuál es la explicación de esto?

¿Por qué contamos historias? No hay una explicación única satisfactoria en estos momentos (además las historias pueden cumplir más de una función o responder a presiones evolutivas diferentes) pero los autores señalan tres funciones como las más importantes. Algunos dicen que la fuente de la evolución de las historias es la selección sexual y no la selección natural, es decir, que las historias son para conseguir sexo. Mirad la foto del cuentacuentos !Kung y fijaos en las guapas chicas que están sentadas a la izquierda del narrador siguiendo encantadas la historia. Esa es la idea.

La hipótesis más aceptada es la del simulador virtual. Todos aceptamos que las historias sirven para evadirse del mundo real, que son una forma de escapar de la rutina. Pero si el escapismo fuera la explicación de las historias ¿por qué son los problemas el eje de cualquier historia? La realidad es que si no hay un problema no hay historia. Las historias en todos los lugares del mundo tratan de gente (o animales personificados) con problemas y el patrón es más o menos el mismo: complicación, crisis y resolución. Existe una gramática de las historias que es universal y no sólo en la forma sino en el fondo. Los temas de la literatura mundial son el amor, el sexo, la guerra, el miedo, la muerte, el poder…las cosas propias de la naturaleza humana que interesan a los seres humanos. Pues según pensadores evolucionistas como Brian Boyd, Steven Pinker o Michelle Scalise Sugiyama, las historias sirven para que la gente practique las habilidades que son esenciales para la vida social. Lo mismo que los pilotos practican en simuladores de vuelo las maniobras que luego ejecutarán en la vida real, podríamos decir que las historias son el simulador de vuelo de la vida social humana. La ficción es una tecnología virtual antigua que simula problemas humanos.

La otra hipótesis es que las historias sirven para unir a la gente. Si volvéis a mirar la foto del cuentacuentos !Kung veréis lo juntos que están todos, abrazados, piel con piel. Durante la mayor parte de nuestra historia como especie no hemos disfrutado de libros, ni pantallas y la forma de transmitir las historias ha sido la vía oral escuchando a narradores. Pero incluso hoy en día si entras en un cine y miras a la gente cuando ven una película verás que todos responden al unísono. Una película coge a un grupo de extraños y los sincroniza: sincroniza lo que piensan, lo que sienten, su ritmo cardiaco, su respiración y hasta lo que sudan. Una historia impone una unidad emocional y psíquica, funde las mentes, hace que la gente sean todos uno. De esta manera se refuerzan los valores comunes y se estrechan los lazos en una cultura común.

¿Y cual es la base biológica del poder de las historias? Pues tampoco lo sabemos pero algunos autores señalan a las neuronas espejo como responsables de la capacidad de meternos en la piel de un protagonista y sentir lo que él siente. Estas neuronas se disparan no sólo cuando nosotros hacemos una cosa sino cuando otra persona las hace. Gracias a las neuronas espejo podemos tener una experiencia vicaria, por una persona interpuesta. También se han realizado experimentos de Resonancia Magnética funcional donde se escanea el cerebro de sujetos que ven a un actor tomar un líquido y hacer un gesto de asco y también se les escanea mientras ellos tienen la experiencia de asco y las regiones que se activan son las mismas (la ínsula anterior). Todo esto indica que cuando experimentamos una ficción nuestras neuronas disparan como si la viviéramos realmente, pero hay controversias en este tema y tendremos que esperar para saber si las neuronas espejo son o no la explicación última de cómo nos afectan las historias física y mentalmente.

Pero no sólo contamos historias a los demás. También nos las contamos a nosotros mismos. Nuestra identidad es una historia que nos contamos a nosotros mismos. Y estas historias no son objetivas, son ficciones que nos ayudan a vivir, a seguir adelante. Como en las películas basadas en hecho reales, nuestras historias vitales deberían llevar el anuncio: “esta historia que cuento acerca de mí mismo está basada en hechos reales pero es una ficción, una ficción útil. Soy en buena parte un engaño de mi imaginación”. Y necesitamos el autoengaño para seguir viviendo y no caer en la desesperación. Como lo expresa William Hirstein:

“La verdad es deprimente. Vamos a morir, lo más probable después de una enfermedad; todos nuestros amigos morirán también; somos unos puntos insignificantes de un insignificante planeta(…) Se necesita el autoengaño para salir de la cama cada mañana”

Y cuando esta narración nos falla viene la depresión. Psicólogos como Michele Crossley dicen que la depresión surge de una “historia incoherente” de una historia rota, de una narración inadecuada acerca de uno mismo, de una historia vital que ha descarrilado. La psicoterapia ayuda a las personas infelices a reparar sus historias vitales, las que se cuentan a sí mismos. Les da una historia con la que puedan vivir. Y funciona. Así que el terapeuta es una especie de guionista, de editor de historias que ayuda al paciente a revisar su historia vital y reescribirla para que pueda volver a jugar el papel de protagonista.

En definitiva, las historias -sagradas o profanas- son probablemente la fuerza de cohesión más importante en la vida humana. Una sociedad se compone de personas con diferentes personalidades, objetivos y agendas. ¿Qué las conecta a todas? Las historias. Como dijo John Gardner, “la ficción es seria y beneficiosa, es un juego contra el caos y la muerte, contra la entropía”. Las narraciones son el contrapeso al trastorno social, a la tendencia de las cosas a separarse. Las historias son el núcleo sin el que el resto no se sostendría.

¿Y cuál es el futuro de las historias? Pues mientras el hombre sea hombre no van a desaparecer, al contrario, cada vez van a tener más importancia. Somos criaturas del País de la Fantasía, ése es nuestro hábitat. Y las nuevas tecnologías, como los videojuegos y la realidad virtual, nos van a facilitar sumergirnos en él. Ya hay gente que pasa más horas en mundos virtuales que en el mundo real. Como dice el economista Edward Castronovo en su libro Exodus to the Virtual World, hemos empezado la mayor migración en la historia de la Humanidad, hemos empezado a movernos del mundo real al virtual (algo que siempre hemos querido hacer).

@pitiklinov

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sábado, 20 de junio de 2015

Los Preocupones (El Neuroticismo)


Mi vida ha estado llena de terribles desgracias, la mayoría de las cuales nunca sucedieron
-Montaigne

El Neuroticismo es a las emociones negativas lo que la Extroversión es a las emociones positivas (ver entrada anterior sobre la Extroversión). Lo mismo que los extrovertidos tienen un aumento de buen ánimo cuando ven una película divertida, cuando se trata de películas tristes o de escribir sobre una mala experiencia son las personas altas en Neuroticismo las que tienen una disminución marcada de su estado de ánimo. El Neuroticismo parece que mide la respuesta de los sistemas de emociones negativas. ¿Y qué son las emociones negativas? Pues un grupo interconectado que incluye el miedo, la ansiedad, la vergüenza, la culpa, el asco y la tristeza, que son todas ellas desagradables de experimentar.

Así como las emociones positivas están diseñadas para hacer que nos acerquemos o busquemos cosas buenas para nosotros, las emociones negativas están diseñadas para detectar y evitar cosas que , en nuestro ambiente ancestral, han sido malas para nosotros. El miedo nos hace vigilantes de los peligros y nos ayuda a evitarlos. La ansiedad hace que escaneemos el ambiente y nuestras mentes en busca de problemas y peligros. El asco nos mantiene lejos de cosas lesivas o infecciosas. La vergüenza y la culpa son emociones complejas pero parece que nos alejan de actos con consecuencias negativas. Y la tristeza no está claro del todo pero puede cumplir varias funciones. Puede ser una señal para pedir apoyo a los demás. Puede ser una estrategia para ahorrar energía o para que nos desconectemos de un plan que ha fracasado y nos dediquemos a otra cosa. También puede servirnos para revisar nuestros errores y hacer mejores planes para el futuro.

El problema de las emociones negativas es que operan según un principio que se ha dado en llamar “el principio del detector de humos”. Los detectores de humos pueden fallar de dos maneras: pueden dispararse cuando en realidad no hay fuego (falso positivo) o pueden no dispararse cuando resulta que sí hay un fuego (falso negativo). Lo primero es una molestia pero lo segundo es catastrófico. Por eso los detectores de humo se diseñan de forma que sean muy sensibles y no produzcan falsos negativos, lo que implica que dan lugar con frecuencia a falsos positivos. La selección natural ha diseñado las emociones negativas igual que nosotros diseñamos los detectores de humo. Se diseñaron para detectar graves peligros y depredadores, o la perdida del estatus, o el riesgo de ostracismo, todo ello situaciones que eran una sentencia de muerte para nuestros ancestros, por lo que más valía pasarse que quedarse corto.

En el caso de la Extroversión la relacionábamos con ciertas regiones cerebrales, neurotransmisores y genes, ¿podemos hacer lo mismo con el Neuroticismo? Pues también. Existen regiones cerebrales cuya activación se asocia a imágenes negativas, como armas, caras de ira y cementerios y esa respuesta se relaciona con el Neuroticismo. Una región clave en esos circuitos es la amígdala, que se ha comprobado que está más activa en sujetos preocupones que puntúan alto en Neuroticismo. Diferencias de tamaño y densidad en la amígdala se asocian a Neuroticismo o depresión. También el córtex prefrontal dorsolateral derecho se ha visto que muestra una actividad reducida en pacientes deprimidos y en sujetos normales se activa mucho cuando quieren inhibir un sentimiento negativo.

En cuanto a neurotransmisores y hormonas está implicada la adrenalina y el cortisol, pero sobre todo la serotonina, que parece una parte integral del circuito de emociones negativas. No voy a revisar aquí en detalle los datos que apoyan este punto de vista pero sí voy a comentar una cosa que los psiquiatras observamos con relativa frecuencia en la clínica cuando utilizamos antidepresivos inhibidos de la recaptación de serotonina, como el famoso Prozac. Lo que observamos es que esos fármacos amortiguan las emociones negativas y las personas dejan de preocuparse y se vuelven más “pasotas”. Los problemas están ahí pero dejan de repercutirles emocionalmente: “¿que mi hijo ha suspendido cinco asignaturas?…tranquilo, no pasa nada…”. Cosas que en circunstancias normales no les dejarían dormir cuando están bajo el efecto de la medicación dejan de afectarles.

A nivel genético, como decíamos respecto a la Extroversión, la cosa está en pañales, pero también se ha relacionado algún gen con el Neuroticismo. En este caso, el gen implicado es el gen transportador de serotonina, que es el que se encarga de la función de quitar la serotonina de la sinapsis. Hay dos formas de este gen, la corta y la larga y se ha visto que la gente con al menos una copia de la forma corta tienen niveles más elevados de Neuroticismo que la gente con las formas largas. Los sujetos con la forma corta muestran también una activación mayor de la amígdala cuando se les presentan fotos de caras agresivas o de miedo que la gente con la versión larga.

Las personas que puntúan alto en Neuroticismo son también inestables en sus vidas, en sus objetivos personales y tienen un sentimiento crónico de vacío y de falta de valor. Esto parece deberse a sus dudas crónicas acerca de quiénes son y de lo que les podría hacer felices. Robert McCrae y Paul Costa, los expertos en el modelo de los Cinco Grandes, lo expresaron así: “Los que puntúan alto en Neuroticismo prueban continuamente nuevas definiciones de sí mismos como el insomne que no puede dormir prueba continuamente nuevas posiciones en la cama, porque no encuentra una postura confortable”. 

Y esta característica es probablemente la causa de una de las características más crueles del Neuroticismo: los estudios demuestran que no sólo es que los preocupones reaccionen con más fuerza a los sucesos negativos, sino que realmente tienen más sucesos negativos en sus vidas. La causa de esto no se conoce con certeza pero una explicación podría ser la genética: como el Neuroticismo es heredable (en un 50% aproximadamente, como el resto de rasgos de los Cinco Grandes) y corre en familias, es lógico que los familiares de los preocupones tengan predisposición a la depresión, al suicidio o a otros tipos de sufrimientos y eso afecte a los sujetos. Por otro lado, la baja autoestima les puede hacer tomar decisiones equivocadas, por ejemplo, elegir parejas peores porque creen que no van a poder conseguir otras mejores, y todo ello llevar a más fracasos. Por último, también es posible que las emociones negativas acaben provocando la conducta que tememos en un fenómeno conocido como “la profecía que se cumple a sí misma”: el hombre que está continuamente preocupado porque su pareja le va a dejar, debido a ese miedo y a las conductas derivadas de él, acabará dando a su mujer razones para que le deje.

Llegados a este punto algunos igual os estaréis preguntando por qué existe el Neuroticismo si tiene tantas consecuencias negativas. Para entenderlo pensad en el dolor, que también es subjetivamente una emoción desagradable pero que todos entendemos que favorece a nuestra supervivencia. Las personas que no experimentan dolor mueren jóvenes. Por ejemplo, un estudio en conductores de autobús demostró que los que tienen más accidentes puntúan alto en Extroversión. Los escaladores de montaña puntúan bajo en Neuroticismo, pero muchos de ellos mueren practicando ese deporte. Es decir, puntuar bajo en Neuroticismo tiene sus riesgos. Algunos estudios han encontrado una relación (débil pero existente) entre Neuroticismo y éxito profesional. Por ejemplo, puntuar alto en Neuroticismo iría probablemente muy bien para ser policía o militar porque ayudaría a estar alerta y evitar peligros.

En definitiva, en la vida hay tiempos y circunstancias para todo.Cuando estamos en la “fase de implementación" de un proyecto, es positivo tener mucha confianza en uno mismo y ser muy optimista pero no siempre estamos en la fase de implementación, también hay “fases de deliberación”. En esas fases de reflexión hay que valorar de forma más fría nuestra situación y cambiar o abandonar cosas que no funcionan. Preocuparse y darle vueltas a las cosas puede ser esencial para nuestro futuro (ver entrada sobre el realismo depresivo). El problema es que el precio a pagar por esa capacidad de anticipar y de rumiar es que, como señala Montaigne, perderemos mucho tiempo en nuestras vidas preocupándonos por cosas que nunca sucederán.


@pitiklinov

Bibliografía








martes, 16 de junio de 2015

Los Trotamundos (La Extroversión)

Vamos a volver en esta entrada al estudio de la Personalidad, siguiendo a Nettle, con el que ya hemos repasado lo que es la dimensión de personalidad llamada Agradabilidad. Nettle llama empatizadores a esos sujetos. En este caso vamos a hablar de la Extroversión, y a los sujetos que puntúan alto en este rasgo Nettle les llama vagabundos, viajeros o trotamundos (wanderers). Vamos a ver que esta dimensión es algo bastante diferente a la idea que tenemos de ella.

Los Términos Extroversión e Introversión fueron introducidos por Jung hace mucho tiempo, hacia 1921. Jung quería describir dos orientaciones alternativas hacia el mundo. Su extravertido estaba focalizado hacia el exterior, ama la acción más que la reflexión y la compañía de los demás más que la de sus propios pensamientos, le gusta salir y es activo. El introvertido de Jung, por contra, está más orientado hacia sus propios pensamientos y sentimientos, es más distante y le gusta la soledad y la paz para reflexionar. Sin embargo, como vamos a ver, el concepto de Extroversión ha ido cambiando con los años y esta visión de Jung no encaja del todo con los conceptos actuales. Lo que es verdad es que todas las teorías de personalidad, y no sólo la de los Cinco Grandes que es la que estamos siguiendo, contienen una dimensión similar a la de la Extroversión.

En la conciencia popular, y en la de algunas teorías psicológicas antiguas, la parte central de la Extroversión es la sociabilidad. Es verdad que los que puntúan alto en Extroversión dedican más tiempo a actividades sociales, hablan más, van a más fiestas y les gusta más ser el centro de atención. También hacen nuevas relaciones sociales con más facilidad. Pero este no es el eje de la dimensión de Extroversión. Tenemos que tener cuidado de no igualar Extroversión con sociabilidad. En primer lugar, la timidez no es debida habitualmente a baja Extroversión sino a alto Neuroticismo y ansiedad. El que puntúa bajo en Extroversión no es necesariamente tímido. Simplemente no saca mucho de la actividad social y se apaña sin ella, por esta razón se perciben como distantes. Tampoco hay que confundir Extroversión con buenas relaciones sociales. La Extroversión predice bien conductas como ir a fiestas, el tiempo gastado en actividades sociales y la facilidad para hacer nuevos amigos, pero no es un predictor de lo buenas que son esas relaciones sociales. La armonía en las relaciones sociales se predice mejor por el rasgo que ya hemos estudiado, la Agradabilidad.

La Extroversión tiene otras facetas que nos van a ir ayudando a entender su naturaleza. Los extrovertidos disfrutan del sexo, del amor, tienden a ser ambiciosos, les gusta conseguir estatus y la novedad. También les gustan los deportes, viajar y la novedad, en conjunto son gente muy activa. Y son estas características las que nos van dando la clave para entenderla: los extrovertidos tienen un montón de emociones positivas. Estos sujetos informan continuamente de estados de alegría, deseo, entusiasmo y excitación. Todos estos estados tienen que ver con conseguir cosas o con moverse en la dirección de conseguirlas. ¿Qué cosas? La diana a la que apuntan las emociones positivas son el estatus, los recursos materiales, el sexo o una pareja, dominar una habilidad o un reto, o simplemente disfrutar de estar en un lugar. Todos estos sucesos u objetivos que hacen surgir las emociones positivas los podemos llamar incentivos. 

Las emociones positivas detectan los incentivos en el ambiente y organizan nuestra conducta para capturarlos. Hacen que nos despertemos, que tengamos interés, y que hagamos todo lo que es necesario para capturar esas recompensas. Estos mecanismos cerebrales de las emociones positivas no son únicos de humanos, por supuesto. Cuando una ameba sigue un gradiente químico  para llegar a una comida podemos decir que está actuando siguiendo sus emociones positivas. Todo organismo exitoso tiene un mecanismo para encontrar comida en el ambiente e ir tras ella y todo el sistema de emociones positivas humanas no es más que un sistema altamente desarrollado de este tipo. Según nos explica Nettle, unas emociones positivas muy reactivas es el corazón de la dimensión de Extroversión.

Vuelvo a señalar que lo opuesto a alegría y excitación no es miedo y tristeza, sino simplemente la ausencia de alegría y excitación, un aplanamiento afectivo, por así decirlo. Muchos estudios dicen también que la cantidad de emociones positivas que tenemos en nuestra vida no es un predictor de la cantidad de emociones negativas que tenemos. Lo que ocurre con las personas que puntúan bajo en Extroversión es que no obtienen el mismo “chute”, la misma excitación por el sexo, las fiestas y el estatus que un extrovertido, pero no necesariamente es una persona triste. Como no obtienen el mismo “subidón" que el extrovertido pues no se van a romper una pierna por conseguir esas cosas, no tienen la misma motivación para pelear por ellas. Alguien con esa baja respuesta a los incentivos no va a trabajar horas extras para conseguir dinero, estatus o fama.

Repito, por tanto, cuál es el corazón de la Extroversión. La Extroversión es variación en la respuesta a las emociones positivas. En la persona que puntúa alto, la respuesta es grande y por tanto la persona está dispuesta a trabajar duro para conseguir la excitación de la compañía, la adulación y el amor. El sistema de emociones positivas de la persona que puntúa bajo responde mucho menos a estos incentivos por lo que las ventajas psicológicas de conseguirlos es menor. Dado que los costes de conseguir estas cosas son iguales para introvertidos y extrovertidos, el introvertido no está tan motivado para ir tras ellas.

¿Y cuál es la base neurobiológica de la Extroversión? Pues, resumiendo, el sistema de recompensa del cerebro. Existen datos convergentes de que lo que hace que un extrovertido sea extrovertido es el alto grado de respuesta en las áreas relacionadas con la dopamina como el área ventral tegmental, el núcleo accumbens, y sus proyecciones, cuya función es disparar cuando hay señales de recompensa en el ambiente. Estos datos apuntan también a la relación de la dopamina más con la motivación que con el placer. Y esta mayor reactividad del sistema de dopamina del cerebro tiene que ver con los genes. Aproximadamente el 50% de la variación en Extroversión es genética. En cuanto a los genes implicados todavía no sabemos mucho. Un gen que se ha relacionado con variaciones en la Extroversión es el D4DR del que existen varias versiones. Se ha visto que las personas que tienen un o más copias de la versión “larga” del gen (la que tiene al menos seis repeticiones)  tienen puntuaciones más altas en Extroversión. La prevalencia de estas formas largas del D4DR es también más alta en poblaciones nómadas que en sedentarias.

Para finalizar, sólo comentar una cosa de la que ya hablaremos más adelante: no existe un nivel “bueno” o “malo” de Extroversión, como no lo existe de ningún otro rasgo de personalidad, todo depende del ambiente. En cualquier caso, creo que merece la pena conocer la naturaleza de la Extroversión, aunque sólo sea porque en algún momento de tu vida de vas a relacionar con alguien que puntuará más o menos alto que tú en ella. Si te casas por ejemplo con alguien que puntúa más alto que tú, te encontrarás con que quiere hacer cosas que a ti te parecen costosas y sin sentido, sea ir a fiestas, comprar un Porsche o practicar algún tipo de hobby loco. Si te casas con alguien que puntúa más bajo que tú, te sentirás decepcionado porque no quiere salir tanto como tú y no está tan entusiasmado por esas mismas cosas. Todo depende de la forma en que estamos cableados.

@pitiklinov

Referencia:






sábado, 6 de junio de 2015

La Violencia Virtuosa

Virtous Violence es un libro de Alan Page Fiske y Tage Shakti Rai donde exponen una tesis que a muchos lectores les puede parecer insólita; el libro muestra que la gente, la mayoría de las veces, es violenta porque siente genuinamente que la violencia es lo correcto, lo que deben hacer. Según los perpetradores de la violencia, la violencia es moralmente necesaria y es la manera correcta de regular unas relaciones sociales según lo que mandan los preceptos y normas culturales. Detrás de la violencia habría ideales culturales que la motivan. Probablemente me voy a repetir en este comentario dandole vueltas a la misma idea pero creo que el tema lo merece: la mayoría de los actores violentos no son patológicos o ni siquiera actúan en su propio interés, sino que están convencidos de que actúan al servicio de un bien moral más alto.

Ya sé que esto suena totalmente contraintuitivo. El modelo predominante de entender la violencia es el modelo del mal: la gente buena hace cosas buenas y la gente mala hace cosas malas. Pero son muchos autores los que nos vienen avisando ya hace tiempo (como Baumeister en el enlace anterior) de que es la gente buena la que comete las mayores barbaridades. La gente cree que la violencia es una expresión de nuestra naturaleza animal y que aparece cuando las normas morales culturales fallan. Según la visión al uso, la violencia es mala, sería la esencia de la inmoralidad. Pero cuando analizamos los actos violentos lo que vemos es justo lo contrario. Cuando la gente hace daño o mata a alguien lo hacen porque creen que es lo correcto moralmente y que es obligatorio incluso ser violento. La violencia, además, surge de las relaciones entre perpetrador y víctima o entre perpetrador y otras personas y la persona que comete actos violentos busca corregir una relación personal, hacer que sea correcta. Según Fiske y Rai la mayor parte de la violencia es motivada por razones morales. La moralidad trata de regular las relaciones sociales y la violencia es una forma de regular esas relaciones.

Fiske y Rai definen violencia para los efectos del libro como acciones en las que el actor considera que infligir dolor, sufrimiento, miedo, heridas, o la muerte es un medio necesario y deseable para los fines que se buscan. Son muchos los autores que han señalado que el ser humano tiene una aversión a ser violento en circunstancias normales. La violencia es virtuosa cuando el sujeto, su grupo de referencia, o la audiencia, consideran que el acto es lo que hay que hacer aunque sea difícil y duro llevarlo a cabo. La moralidad consiste en la regulación de las relaciones, en la realización de unos ideales de lo que deben ser las relaciones. Por ejemplo, si un padre castiga a a un hijo por no hacer lo que debe, o por alguna mala acción que haya cometido, el padre cree que está haciendo lo que debe hacer según sus normas morales. Lo mismo ocurre en el caso de los asesinatos por honor en muchos países del mundo.

Es conocido y aceptado que las normas morales son relativas y diferentes en cada lugar del mundo o en cada cultura. Por eso, cuando estamos diciendo  que la persona violenta actúa moralmente lo estamos afirmando desde su visión moral. Por supuesto que personas de otra cultura pueden no estar de acuerdo. Aquí tendríamos el problema -que Fiske y Rai no explican explícitamente- de que nos encontramos con el choque de dos círculos morales diferentes, según la terminología de Peter Singer. Un padre de determinada cultura que mata a su hija porque ha tenido una relación sexual y eso supone la deshonra de toda su familia está actuando moralmente, aunque desde nuestra cultura nos parezca que es un acto inmoral. Ese padre y nosotros estamos en círculos morales diferentes. Es fuerte pero la gente mata porque cree que la víctima merece morir. 

Como decíamos, la gente mata para regular las relaciones y Fiske y Rai tienen un modelo de cuáles son las relaciones sociales básicas, la Teoría de los Modelos de Relación. Según este modelo, hay cuatro relaciones básicas: unidad, jerarquía o autoridad, igualdad y proporcionalidad; estos son los cuatro motivos fundamentales que subyace en todo juicio, emoción y conducta moral:

1- Unidad, compartir comunalmente. Usamos este modelo de relación cuando percibimos a determinadas personas dentro de nuestro mismo grupo y a otras fuera: familias, equipos, hermandades, nacionalidades, etnias, etc. El motivo moral en esta relación es la unidad, mantener la integridad del grupo. Es evidente que mandamientos como el “No matarás” quiere en realidad decir “No matarás a alguien de tu grupo” o “No matarás a alguien con el que tienes relaciones importantes”, es decir al que pertenece al “Nosotros” . Pero este mandamiento no incluye al enemigo, al otro, al que forma parte de “Ellos” (recordad lo de grupos morales diferentes). En las guerras no sólo es lícito matar sino que es alabado y está incluso premiado. De esto hablan Fiske y Rai cuando dicen que la mayoría de la violencia es moral, la de las guerras o los genocidios, por ejemplo. Cuando nuestro grupo ha sido amenazado o agredido es lícito actuar violentamente.

2- Jerarquía, la autoridad. Cuando colocamos a las personas según una dimensión estamos usando un modelo de autoridad: adultos y niños, militares y subordinados, jefes y empleados, maestros y alumnos, etc. Según este modelo, se considera legítimo que un superior cometa violencia contra un subordinado para instruir o castigar (caso de los padres o de los profesores).

3- Igualdad. Usamos este modelo cuando llevamos la cuenta de lo que uno debe a otro, lo usamos cuando repartimos turnos, en colas, en decisiones lanzando una moneda, etc. Este motivo moral de la igualdad es el que nos mueve a reciprocar, a invitar a nuestra casa a alguien que nos ha invitado, pero también a pagar ojo por ojo y diente por diente al que nos ha hecho daño.

4- Proporcionalidad, el precio de mercado. Usamos este modelo en las relaciones económicas en un mercado, costes y beneficios de las decisiones sociales, o cuando nos guiamos por la utilidad en un asunto moral. El motivo guía es la proporcionalidad. La violación fundamental de la proporcionalidad es la que comete el aprovechado, el que engaña, el que recoge los beneficios pero no da un palo al agua. Dentro de este esquema de la proporcionalidad es correcto infligir daño cuando los beneficios superan los costes (visión utilitarista). Por ejemplo, En la II Guerra Mundial el presidente Truman habría usado este principio cuando le aconsejaron que lanzar bombas sobre Hiroshima y Nagasaki era moralmente necesario según el análisis coste-beneficio que decía que así se ganaría la guerra con el menor número de víctimas norteamericanas. 

Habría que señalar otro aspecto dentro de este esquema, que ya he mencionado de pasada. La violencia tiene que ver no sólo con la relación entre el actor y la víctima sino con las relaciones del actor con otras personas o miembros de su grupo. Por ejemplo, la violencia de un combatiente refuerza la relación del combatiente con sus amigos, amantes, fans, compañeros, etc. El combatiente está motivado pro su afán de gloria, de amor y de lealtad. Si lucha bien atraerá amantes, será admirado y envidiado y será honrado. Nada de esto tiene que ver directamente con la víctima, es decir, las relaciones que trata de regular la violencia en este caso no es la relación perpetrador-víctima sino  la relación del perpetrador con otras personas.
Alan Fiske y Tage Rai

Con esta base teórica que he intentado resumir el resto del libro se dedica a analizar diferentes tipos de violencia y a demostrar que la base de esa violencia es moral y analiza también cuál es el tipo de relación que intentar regular. Se analiza la violencia étnica y el genocidio, los asesinatos por honor, la guerra, la venganza, el castigo, el castigo corporal de los niños, la violencia dentro del mundo militar, la violencia religiosa, la violencia ordenada por los dioses, los caballeros en la edad media, las bandas callejeras, los deportes, el terrorismo, los ritos de iniciación como la circuncisión o las mutilaciones de los genitales de las niñas, la tortura, el homicidio, e incluso la violencia de las relaciones íntimas o la violación. En todos ellos, la argumentación de Fiske y Rai es muy sólida y convincente y creo que defienden muy bien su tesis.

En los últimos capítulos analizan las repercusiones legales, filosóficas, evolucionistas y psicológicas de esta nueva visión de la violencia dejando en el aire importantes preguntas. Por ejemplo, muchos sistemas legales consideran que para condenar a una persona el acusado debe tener la capacidad, en el momento del acto, de conocer que lo que hace está mal…¿pero que ocurre si el sujeto cree que está haciendo el bien? No podemos esperar que se arrepienta o sienta culpa si cree que está obrando correctamente. Dicho de otra manera, el criminal según nuestro sistema actual pensaría algo así: “esto está mal, pero lo voy a hacer de todas las maneras”. Si las cosas son como venimos comentando en esta entrada, esto no es lo que hay en la mente de la mayoría de las personas que cometen actos violentos, así que ya podemos ir llamando a Houston porque tenemos un problema…Si una persona sana cree firmemente que el acto violento es lo que debía hacer, ¿eso es exculpatorio? A nivel filosófico más fundamental: ¿cuál es el propósito de castigar legalmente a una persona que cree que hace sinceramente lo que debe? ¿tiene sentido castigar a las personas por actuar según sus convicciones morales?

Dejando todos estos interrogantes a un lado, nos interesaría poder responder a la pregunta más importante de todas: ¿Cómo terminamos con la violencia? Y aquí una enseñanza muy clara de este libro es ésta: para reducir la violencia debemos conseguir convertirla en inmoral. Si la gente viera la violencia a todos los niveles como algo inmoral sería muy difícil que la llevara a cabo. Siempre quedarían psicópatas (obviamente la violencia de los psicópatas no está motivada moralmente) o gente que tuviera que matar para comer o cosas por el estilo, pero sería una minoría. El problema es cómo conseguimos hacer que gente de diferentes culturas y círculos morales llegue a consensuar una moral común y ese problema no lo tenemos resuelto. Pero hay motivos para el optimismo. La violencia sirve para regular las relaciones pero no es la única manera. Si buscamos alternativas, ésta no será necesaria. 

Por último, hay otra enseñanza muy importante de este libro: lo profundamente importante que son las relaciones sociales para las personas. La moralidad consiste en la regulación de las relaciones sociales, en una especie de código de circulación de las relaciones personales. La gente mata o muere para hacer que sus relaciones sociales sean como deben ser. Las relaciones de la gente son muchas veces más importantes para ellos que su cuerpo o que su propia vida. Muchas veces, para que sus relaciones sean como ellos creen que deben ser las persona sacrifican sus cuerpos o sus propias vidas, o las vidas de sus esposas/os, amigos o vecinos. Algo que debemos tener muy en cuenta.

@pitiklinov

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