lunes, 16 de marzo de 2015

Eso

Colaboración de Juan Medrano

La célebre cita alleniana
Uno de los problemas que surgen cuando se quiere tratar acerca de cierto órgano masculino impar, situado en la línea media, que no es la nariz, ni mucho menos la lengua o el timo, es el tabú existente en nuestra cultura en relación con algunas materias. Otro es que el nombre técnico del citado órgano resulta casi malsonante desde su tecnicismo, teniendo en cuenta el rico acervo de términos entre cariñosos y groseros que se utilizan para designarlo, haciendo alarde de la riqueza idiomática de cualquier idioma y del frondoso imaginario del ser humano. Llamar a esta entrada “en lo que todo el mundo piensa que piensa Woody Allen cuando dice que el cerebro es su segundo órgano favorito” quedaría vistoso, y con unos ribetes de teoría de la mente que lo harían especialmente adecuado en un comentario dirigido a profesionales de la Psiquiatría con conocimientos debidamente al día y on the wave, pero quedaría muy largo. Así que hemos optado por un título entre genérico y vago, que apunta y no lo hace, que queda a medio camino entre la designación rotunda y la parafasia semántica. En medio de esas coordenadas, más o menos.
Pues bien, el pene –ya ha quedado nombrado- es un órgano polifacético. No sólo por su dualidad fisiológica en lo genital y lo urinario, sino por sus innegables cualidades eróticas y su trascendencia cultural. Recuérdese al clásico que aseguró que los hombres viven angustiados ante la posibilidad de su pérdida y que a las mujeres les corroe la envidia por no disponer de este pendular órgano. Considérese la importancia que desde temprana edad dan los varones a sus dimensiones, plasmada en precoces concursos de longitud del arco de orina. Piénsese, en definitiva en la relevancia psicológica e incluso social que se concede a su adecuado rendimiento en su faceta genital y sexual. Como demuestran sus múltiples disfunciones psicógenas y las empanadas mentales de muchos varones acerca de su uso y disfrute, el pene es un órgano en el que el maridaje entre lo cultural y lo biológico a través de lo psicológico no siempre alcanza resultados satisfactorios.


Todo estudio de sus habilidades debe comenzar por la dimensión estrictamente anatómica y fisiológica del pene. Los cánones de belleza y proporcionalidad que determinan el éxito sexual y reproductivo de los seres humanos varían a lo largo de la historia, como lo demuestra el contraste entre las bellezas rubensianas y los actuales iconos de pasarela (véase un reciente vídeo que las repasa). Pero en medio de tanta variación parece que en lo tocante al pene siempre se ha dado importancia al rasgo, netamente anatómico, de su forma y tamaño. No nos queda, pues, más remedio, que explorar estos dos aspectos.
La cuestión de la longitud del pene debe tener su trascendencia, pues no en vano ha dado pie a muchos chistes y a silvestres estudios interraciales cuyos resultados han invadido el saber popular. La antropología comparada, con sus ejemplos de héroes, dioses o simples villanos caracterizados por un luengo y esmerado pene, nos hace sospechar que la importancia que todas las culturas dan a este aspecto debe tener alguna causa presocial, biológica. Para encontrarla podemos acudir a la Fisiología, que nos explica que dadas las peculiaridades de la pelvis femenina y la disposición de la vagina, el pene ha de tener una longitud suficiente para garantizar un adecuado contacto sexual y, consecuentemente, el éxito reproductivo. Estos hallazgos tienen su correlato radiológico en un estudio, publicado a finales del pasado siglo por el BMJ, en el que se describían las particularidades del acople coital humano a la luz de la Resonancia Nuclear Magnética, justo colofón, por cierto, a la teoría de que la vocación radiológica no pasa de ser una sublimación de impulsos voyeuristas. Este trabajo se publicó en el número liviano que con motivo del fin de año publica cada ejercicio la prestigiosa revista británica, por lo que podría considerarse que fue más una gracieta que algo realmente motivado por un interés científico real y honesto. Sin embargo, existen otras aportaciones, como los estudios de Faix y colaboradores, que en un trabajo que denominaron inicial y en otro más pormenorizado, analizaron con gran interés y ahínco, en los albores de la presente centuria, las características anatómicas, funcionales y biomecánicas de dos de las posturas más clásicas del amplio abanico coital.
 
Estudio publicado en el BMJ
A su vez, la extraordinaria pelvis de la mujer viene determinada por la bipedestación, fenómeno exclusivo de nuestra especie, lo que impone, para un adecuado acople reproductivo, que el pene humano sea proporcionalmente el más largo entre la galería de miembros de primates. No desespere, pues, el varón preocupado por el tamaño de su miembro, porque ha de saber que en un certamen interprimates derrotaría al mismísimo King Kong. De calle, además.

Pero el pene humano no sólo destaca por su longitud: también tiene una forma diferente a la de los apéndices viriles del resto de los primates. La diferencia radica en la forma del glande y muy particularmente en el contorno y disposición de su cresta coronal. A este respecto son esenciales los trabajos del doctor Gallup (a quien ya conocimos como experto estudioso del bostezo) y sus colaboradores de la Universidad de Albany. Este investigador consiguió demostrar que el peculiar diseño del glande humano permite que en el coito en cada acometida el pene actúe como una bomba que expulsa el semen depositado en la vagina por un competidor previo, de modo que al producirse la eyaculación no quede rastro de espermatozoides rivales.

El seminal trabajo de Gallup. Teniendo en cuenta su temática, lo de seminal es un chiste fácil, pero es que uno es así de simple

En apoyo de su teoría Gallup cita experiencias con modelos artificiales (penes de látex, vaginas sintéticas, soluciones acuosas de almidón de diferente viscosidad), según las cuales las acometidas más enérgicas aumentan el bombeo al exterior. También son más eficientes los penes más largos, por lo que nos encontramos ante otro argumento evolutivo para explicar la inusual longitud del pene humano.

¿Tomó de modelo Miguel Ángel a un gorila o un chimpancé?

La teoría de Gallup sugiere que hasta anteayer en términos evolutivos el ser humano se caracterizaba por un modelo de fecundación poliándrica, común en los actuales chimpancés, en el que cada hembra copularía con diferentes machos. Debe deducirse que en estas bacanales reproductivas, y siempre que fuera suficientemente largo, enérgico y con un diseño balánico acertado, el último pene reiría mejor desde el punto de vista de la transmisión de sus genes. También a la luz de esta hipótesis, la rivalidad sexual entre los antepasados de los actuales machos humanos no se limitaría a peleas, ritos nupciales o cuestiones análogas, sino que se extendería a la habilidad de sus penes para bombear hacia el exterior de la vagina el semen de los competidores. Era, pues, una rivalidad entre somas completos, entre penes y entre los espermatozoides de diferentes machos que a pesar de la bomba expelente peneana pudieran llegar hasta el óvulo. Por cierto, que desde este punto de vista, según Gallup, la circuncisión cobra un nuevo sentido que va más allá de lo ritual o de lo higiénico, ya que con esta práctica se exageran los rasgos de la cresta coronal y, por lo tanto, su eficiencia como dispositivo de expulsión de semen rival. Este dato le hubiera encantado al famoso antropólogo de origen judío Marvin Harris (1927-2001), que fue capaz de encontrar un sentido lógico y evolucionista al tabú sobre el cerdo en judíos y musulmanes a partir de su competencia con los humanos por el nicho alimentario.


Marvin Harris y la obra en que analiza el tabú religioso sobre el cerdo

En todo caso, ¿qué queda en el ser humano moderno o postmoderno de este modelo reproductivo? ¿De qué manera el pene moderno o postmoderno demuestra la vigencia de esta actitud reproductiva? Para Gallup y colaboradores, el ejemplo más claro es el especial empuje (nunca mejor dicho) con que el varón temporalmente alejado de su pareja se emplea en el primer coito tras el reencuentro. Esta conducta es generalizada, según nos explican, y queda confirmada por una encuesta entre estudiantes universitarios que contestaron sobre las características, digamos biomecánicas, de sus relaciones sexuales tras un tiempo de separación de su pareja, en las que sus penes (y los músculos que los propelen) se emplean en el reencuentro como si tuvieran que extraer de la vagina de su amante un semen ajeno que sería prueba, muestra y resto de infidelidades durante su ausencia.


Uno de los “esos” más famosos del mundo: El del Manneken Pis de Bruselas

En definitiva, según Gallup, detrás de la anatomía peneana y de la fisiología de la penetración se esconde la pugna reproductiva entre machos. Pero esta pulsión, eliminada en la evolución cultural de nuestra especie la fecundación poliándrica, tendrá que emerger de alguna manera. ¿Tal vez a través de la celotipia, un rasgo común en el macho humano? Es posible que sea una conclusión atrevida, pero en cierto modo los razonamientos de Gallup evocan el Mono Desnudo de Desmond Morris, cuya organización social humana tendría como justificación, base y eje la preservación de la monogamia. Y, dicho sea de paso, a su vez la monogamia, puesto que supone eludir la competición con penes mejor preparados, sería una garantía de éxito reproductivo para los penes más cortos, incircuncisos o con crestas coronales menos pronunciadas. En otras palabras, la monogamia no sólo habría supuesto el sometimiento de la mujer como se ha sostenido desde el feminismo, sino que como efecto colateral habría llenado el planeta de penes cortos, sin empuje y de diseño ineficiente. No somos nada.

¿Envidia del pene, vergüenza ajena o constatación de un efecto colateral del patriarcado?


Autor: Juan Medrano

Fuentes:

Faix A, Lapray JF, Callede O, Maubon A, Lanfrey K. Magnetic resonance imaging (MRI) of sexual intercourse: second experience in missionary position and initial experience in posterior position. J Sex Marital Ther 2002; 28 Suppl 1: 63-76 [Texto completo]
Faix A, Lapray JF, Courtieu C, Maubon A, Lanfrey K. Magnetic resonance imaging of sexual intercourse: initial experience. J Sex Marital Ther 2001; 27: 475-82 [Abstract]
Gallup GG, Burch RL, Zappieri ML, Parvez RA, Stockwell ML, Davis JA. The human penis as a semen displacement device. Evol Hum Behav 2003; 24: 277-289 [Abstract]
Gallup GG. Semen Displacement as a Sperm Competition Strategy in Humans . Evolutionary Psychology 2004; 2: 12-23 [Texto Completo].

Weijmar Schultz W, van Andel V, Sabelis I, Mooyaart E. Magnetic resonance imaging of male and female genitals during coitus and female sexual arousal. BMJ 1999;319:1596-1600 [Texto completo]

3 comentarios:

  1. Sobre el pene, se me ocurre comentar que, siendo el órgano fecundador y el signo del macho dominante, las mujeres no se sienten atraídas por su visión, al contrario de lo que sucede cuando el hombre contempla las curvas femeninas.

    Hago este comentario porque existen los temidos exhibicionistas (se trata de una parafilia) que con sus actos no suelen tener éxito para atraer mujeres a la cópula. Y añado que en alguna literatura picaresca (antigua) aparecen episodios en que las vírgenes se excitan y entusiasman ante la aparición del pene erecto, lo que es absurdo y demuestra que nuestra civilización ha mejorado.

    Todo ello me hace dudar mucho de que eso de "la envidia de pene" tenga algo que ver con la realidad. Y me hace pensar en lo curioso que es que el homo sapiens ni tenga periodo de celo ni se excite con la contemplación de los genitales del sexo opuesto (tampoco la vulva femenina figura entre los rasgos más atractivos del cuerpo de la mujer para el varón)

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  2. Idea21, con todos mis respetos a su comentario, es cierto que existen mujeres sin filia por ESO, pero si le sirve mi analogía...el ser humano es muy dado a desear o apropiarse de lo ajeno, salvo que lo ajeno se halle simbólicamente incluído en el que desea.

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  3. "Idea21, con todos mis respetos a su comentario, es cierto que existen mujeres sin filia por ESO, pero si le sirve mi analogía...el ser humano es muy dado a desear o apropiarse de lo ajeno, salvo que lo ajeno se halle simbólicamente incluído en el que desea."

    Pues qué lástima... porque su analogía no me sirve, no me ha resultado comprensible. Otra vez será...

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