El Yo es la estratagema más oculta de la evolución para asegurar el éxito de la vida en grupo
-Matthew Lieberman
El libro de Matthew Lieberman Social. Why our brains are wired to connect gira alrededor del hecho de que los seres humanos estamos cableados para ser sociales. Hay cosas interesantes a lo largo del libro como sus estudios, y los de otros autores, demostrando que el dolor social ( p. ej. la exclusión social, el aislamiento, la soledad) utiliza los mismos circuitos cerebrales que el dolor físico. Pero no vamos a hablar de eso ahora sino del capítulo 8 de este libro que lo dedica a una idea bastante contraintuitiva: que el Yo, algo que creemos muy íntimo y personal, es en realidad un Caballo de Troya del grupo, un programa cargado en nuestro cerebro que en realidad no trabaja para nosotros, sino para los demás.
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Matt Lieberman |
En Occidente tendemos a pensar que el yo es lo que nos hace especiales, que nos provee con un único destino para alcanzar nuestros fines personales y conseguir la autorealización. Nos imaginamos el yo - nuestro sentido de lo que somos- como un tesoro herméticamente cerrado, una fortaleza impenetrable a la que tan solo nosotros tenemos acceso. Pero Lieberman nos cuenta en este capítulo que el Yo es similar en muchos aspectos al software, o aplicaciones, que se cargan a un terminal de ordenador para que pueda funcionar en red con otros ordenadores y con un servidor. Como señala en la frase que he destacado como cita que el Yo es la estratagema más oculta de la evolución para asegurar la vida en grupo. Para Lieberman el Yo es un engaño que permite al mundo social entrar dentro de nosotros y tomar posesión de nuestras mentes sin que nos enteremos.
Esta idea no es nueva, no hay nada nuevo bajo el sol, y ya se le había ocurrido, entre otros, a Nietzsche, pero Lieberman nos va a aportar algunos datos (por supuesto no definitivos, pero sí sugerentes) desde la neurociencia. He aquí lo que decía Nietzsche:
“Pensemos lo que pensemos y digamos lo que digamos acerca de su “egoísmo”, la gran mayoría no hace nada por su ego a lo largo de su vida: lo que hacen lo hacen por el fantasma de su ego formado en las cabezas de los que les rodean y que les ha sido comunicado a ellos”
Nietzsche creía que nuestro sentido del yo no era algo interno a nosotros, un núcleo verdadero dentro de nosotros al que vamos ganando acceso a lo largo de nuestra vida. Para él el sentido del yo es algo construido primariamente por las personas de nuestra vida, y que el yo es un agente secreto trabajando más para ellos que para nosotros.
Es claro cómo cambian las costumbres y las modas y cómo nuestro gusto se conforma al de la mayoría de la gente, desde ropas a gustos estéticos y demás. Inyectar nuestros gustos desde fuera dentro de nosotros en una “operación clandestina” lleva a una armonización y mejor funcionamiento social. Cada uno de nosotros tiene una variedad de impulsos y si los actuara cuando no es adecuado, o con la gente inadecuada, la sociedad se hundiría. Según Lieberman, el Yo existe para que el grupo social ( familia, escuela, país…) suplemente nuestros impulsos naturales con unos impulsos sociales. El mundo social imparte una colección de creencias acerca de nosotros mismos, de la moralidad, y de lo que es una vida con sentido. Debido a cómo funcionamos, nos enganchamos a estas creencias como si fueran ideas a las que hemos llegado por nosotros mismos, el auténtico producto de nuestra voz interior. No es suficiente para nosotros reconocer los valores y creencias del grupo. Tenemos que adoptarlos como propios para que sirvan de guía a nuestra conducta. En otras palabras, igual que pasó con el Caballo de Troya, mucho de lo que constituye nuestro sentido del yo llega desde fuera al abrigo de la noche. Nuestro cerebro utiliza estas fuerzas externas para construir y actualizar el Yo.
Imaginaos el siguiente juego. Estamos sentados en una habitación unas 20 personas y cada uno tenemos una carta con nuestro valor en la frente, nosotros no podemos verla , pero sí vemos el valor escrito en la frente de los demás. Se nos pide que nos emparejemos con la persona que tenga la carta de más valor que quiera emparejarse con nosotros. Al principio no tenemos una idea de nuestro valor, pero eso tiene fácil arreglo: enseguida la mujer con el as de oros va a tener un grupo de admiradores alrededor, mientras que al hombre con el dos de espadas nadie le hará ni caso. George Herbert Mead y Charles Cooley plantean que la forma en que aprendemos acerca de nosotros mismos en el mundo real no es muy diferente de lo que ocurre en este juego de cartas. A este proceso lo llaman generación de una valoración reflejada ( reflected appraisal generation). Una valoración reflejada sería lo que yo pienso que tú piensas de mí. Se nos bombardea desde pequeños con feedback acerca de nosotros mismos, sea con palabras, pero también con conducta no verbal y con el tono de voz. Y usamos esta información para descubrir quiénes somos. Más que mirar hacia adentro, miramos a los otros para aprender acerca de nosotros mismos.
Lieberman y Jennifer Pfeifer llevaron a cabo un estudio con adolescentes y Resonancia magnética cerebral. Lo voy a resumir brevemente. Un gran número de estudios de los que Lieberman ha hablado en capítulos anteriores relacionan un área del cerebro en concreto con el sentido del Yo: el cortex medial prefrontal (CMPF). Y existe otras zonas cerebrales, el llamado Sistema de Mentalización, que tiene que ver con adivinar las intenciones, creencias y motivaciones de los demás. Esas áreas incluyen el córtex prefrontal dorsomedial, la unión témporo-parietal,el precúneo, el cortex cingulado posterior y los polos temporales. Entonces se pide a los adolescentes que realicen valoraciones directas (pienso que soy muy inteligente) y reflejas (mis amigos piensan que soy muy inteligente) acerca de ellos mismos. Lo primero que se observa es lo esperado: cuando hacen valoraciones directas se activa el CMPF y cuando realizan valoraciones reflejas el Sistema de mentalización. Pero lo que ya era más sorprendente es que los adolescentes mostraban una fuerte activación del Sistema de Mentalización cuando estaban haciendo valoraciones directas. Los adultos no hacen esto. Recordad que el Sistema de Mentalización se asocia típicamente con pensar acerca de los estados mentales de los demás. Estos resultados sugieren que, incluso cuando se pregunta a los adolescentes qué piensan de sí mismos, podrían haber traído a su mente en realidad valoraciones reflejadas…lo que ellos creen que otros creen acerca de ellos mismos. es como si el CMPF tomara nuestra valoración de lo que otros piensan de nosotros como un poder o sucedáneo (proxy) de lo que nosotros deberíamos pensar acerca de nosotros mismos.
Este y otros estudios sugieren que el CMPF está implicado en la construcción del Yo y que esta región está menos herméticamente cerrada de lo que solemos pensar. Si el CMPF es en realidad un conducto por el que asimilar los valores y creencias de los que tenemos alrededor, entonces el Yo puede ser un mecanismo por y para el mundo social. La existencia del CMPF asegura que un sistema común de valores sea compartido por los miembros de una comunidad. Aunque creemos -volviendo a los adolescentes- que en esta época se vuelven hacia sí mismos en busca de su yo interior, la mayoría lo que hacen es abrazar la identidad de los que tienen alrededor (amigos, amantes , o los diversos grupos en los que se integran en esa época) Lejos de ser ellos mismos, lo que están haciendo es cargar en su mente los programas, las aplicaciones que ven a su alrededor, las cuales, una vez cargadas, se convertirán en su identidad. Nuestro yo trabaja para el grupo, para asegurar que encajemos en el grupo. Tenemos impulsos egoístas y tenemos impulsos sociales internalizados como parte de nuestro Yo.
Resumiendo, experimentamos la autoconciencia como un proceso privado interno pero según psicólogos como George Herbert Mead, Charles Cooley o Matt Lieberman, la autoconciencia es en realidad un proceso altamente social durante el cual se nos recuerda lo que la sociedad espera de nosotros y entonces nos empujamos a nosotros mismos en esa dirección.
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