miércoles, 27 de marzo de 2013

Mesmer, el placebo y la imaginación


Si una persona enferma recibe un tratamiento para mejorarle y realmente mejora, ningún poder racional conocido por la ciencia médica le podrá convencer de que podría no haber sido el tratamiento lo que le devolvió la salud
-Peter Medawar

En tiempos de Luis XVI, el médico de origen alemán Franz Anton Mesmer, y el tratamiento que proponía, eran toda una sensación en París. Mesmer curaba a la gente de casi cualquier cosa moviendo las manos a su alrededor para reequilibrar su “magnetismo animal” que, según él, era una energía cósmica que lo conectaba todo. Mesmer había empezado en Viena sus prácticas curativas y en 1778 se trasladó a París. Enseguida “el todo París” se dirigió a su clínica para ser “mesmerizado” (hipnotizado). Algunos de sus más fieles seguidores eran miembros de la corte, entre ellos Maria Antonieta. La demanda de sus servicios era tan grande que tuvo que entrenar a un grupo de “curadores magnéticos” que bien trabajaban por su cuenta o actuaban como asistentes suyos. 

Un visitante  que acudiera a su clínica de París entraría en un oscuro salón decorado con gruesas cortinas de color púrpura y altos espejos diseñados para reflejar  e intensificar la energía invisible. Los sonidos misteriosos de una armónica de vidrio se filtraban desde una habitación contigua. En el medio del salón se encontraba el baquet, una bañera circular de un pie de altura, llena de agua, vidrio en polvo y virutas de hierro. Decenas de pacientes se sentaban alrededor. Los más cercanos a la cubeta se agarraban a una barras de hierro que agujereaban su tapa mientras que los demás se agarraban a ellos bien sujetando una cuerda que pasaba de paciente a paciente o dándose la mano. Cuando todos estaban ya en silencio formando un circuito aparecía Mesmer, vistiendo un largo manto de seda bordada con símbolos celestiales. Se acercaba a los pacientes y les miraba a los ojos. Ocasionalmente, tocaba a alguno con una varita de hierro o ponía sus manos sobre ellos. Hacía gestos de barrido para canalizar el magnetismo según fuera necesario. Mientras Mesmer avanzaba a través de la multitud, los pacientes empezaban a toser, escupir y gritar. De repente, uno de ellos empezaba a convulsionar. Esto era la crisis que presagiaba la cura, y era contagioso. Como describió un testigo, el salón se convertía en un tropel de miembros sacudiéndose, ojos salvajes, lágrimas, hipos y risas incontroladas. Algunos tosían sangre y otros vomitaban, muchos se desvanecían. Los asistentes de Mesmer retiraban  a los que sufrían los síntomas más violentos a otra habitación. Una vez que pasaba la crisis todos se recuperaban y la mayoría decía encontrarse mucho mejor.

La enorme popularidad de estas curas desató la controversia y las denuncias públicas lideradas por los médicos parisinos que estaban todos en contra de Mesmer ( ellos hacían en aquella época cosas más “científicas” como sangrías, purgas, enemas...). Al final, era tan grande el revuelo que Luis XVI pidió una investigación en nombre de la ciencia. Nombró una comisión real que incluía a notables como Antoine Lavoisier, el padre de la química moderna, el astrónomo Jean-Sylvain Bailly, que había calculado la órbita del cometa Halley o el médico que llegaría a ser terroríficamente célebre, Joseph-Ignace Guillotin. Para presidir la comisión el rey eligió al estadista Benjamin Franklin que a la sazón vivía en el pueblo de Passy, en las afueras de París, y era una celebridad en toda Francia.

La investigación del mesmerismo llevó a los primeros estudios con placebo, utilizando procedimientos fingidos para comprobar la eficacia de un tratamiento médico. El informe de la comisión fue además el primer relato del propio fenómeno del placebo. El resultado fue una condena de Mesmer y el magnetismo. Los investigadores del rey trazaron una raya entre el mundo real y el febril mundo de la imaginación que amenazaba al primero como una pestilencia. Dos siglos después esta línea apenas ha empezado a disolverse.

Mesmer pensaba que el magnetismo animal era una ciencia, con principios y consecuencias, una doctrina. Basaba su teoría en uno de los más grandes descubrimientos de la época, el magnetismo que rodea la Tierra y la gravedad que la mantiene en órbita alrededor del sol. Estas fuerzas afectaban a todo y gobernaban el cosmos, incluidos nuestros órganos y tejidos vitales. Tras haber estudiado teología, Mesmer cambió a medicina en la Universidad de Viena donde escribió una disertación sobre La Influencia de los Planetas en la Cura de las Enfermedades. Nuestros cuerpos tienen polos magnéticos, como la Tierra, escribía Mesmer, y al estar compuestos de agua sufren mareas igual que los océanos. Nuestra salud física es sensible a la rotación de las estrellas y a la influencia de las órbitas planetarias porque estos fenómenos celestiales están gobernados por la misma gravitación universal por la que nuestros cuerpos están armonizados como un instrumento musical de varias cuerdas. 

A pesar de que Mesmer citaba a Galileo, Kepler y Newton, sus influencias principales fueron dos curas católicos. Uno fue Maximilian Hell, un jesuita astrónomo de la Universidad de Viena que curaba dolores estomacales tocando las tripas con imanes. Mesmer se hizo amigo del jesuita y enseguida empezó a probar los imanes en sus pacientes con buenos resultados. Lógicamente, Mesmer se atribuyó la idea publicando una “Carta sobre el Tratameinto Magnético” y se consideraba a sí mismo una especie de Rey Midas magnético capaz de captar la energía del papel, la lana, la seda, el cuero, el vidrio, el agua, varios metales, la madera, los hombres y los perros, abreviando: “todo lo que toco”. Ni las creencias, ni las expectativas, ni los pensamientos tenían nada que ver con la curación magnética, y mucho menos la intervención divina, para Mesmer todo era pura ciencia. El otro cura fue Johann Gassner que por la misma época curaba muchas enfermedades también, causadas por posesión demónica, por Austria y el sur de Alemania. Cuando el príncipe José de Baviera puso en marcha una investigación sobre Gassner pidió ayuda a Mesmer. La conclusión de Mesmer fue que Gassner estaba en realidad curando por medio del magnetismo aunque él lo estaba malinterpretando y atribuía las curaciones a Dios.

Al poco de instalarse en Paris su negoció era un boom, de una cubeta pasó a cuatro y hasta magnetizó un árbol cercano a su casa para que lo pudieran usar los pobres que no podían asistir a sus sesiones. Tenía más clientes de los que podía atender pero le faltaba el reconocimiento de los que más le interesaban: los médicos y los científicos. Lo intentó con la Academia de las Ciencias, la Real Academia de Medicina y ,finalmente, con la Facultad de Medicina de París, pero nadie le hizo caso. Hubo una excepción, un médico llamado Charles D´Eslon, que apoyó públicamente el magnetismo y fue por ello condenado al ostracismo por sus colegas.

En 1784, a sus 78 años, Franklin llevaba ya 8 años como invitado permanente de Jacques-Donatien le Ray de Chaumont, un rico mercader y, como decía, era una auténtica celebridad en toda Francia e iban a visitarle ministros, cortesanos, científicos e inventores. Mesmer se negó a cooperar en la investigación pero Charles D´Eslon aceptó y un montón de enfermos empezaron a desfilar por Passy. D´Eslon utilizaba las mismas técnicas que Mesmer y sus pacientes se curaban con el mismo éxito y fervor que los de Mesmer así que la comisión consideró que D´Eslon era un buen sustituto para la investigación. Por su parte, D´Eslon estaba deseando demostrar la eficacia del mesmerismo e invitó a los investigadores a presenciar su sesiones de tratamiento. Pero los investigadores estaban interesados en saber si el magnetismo era el responsable de las curas, no les interesaba los efectos de la curación magnética, es decir, si los pacientes se curaban, lo cual es a mi modo de ver un palnteamiento muy inteligente y científico. Muchos pacientes se beneficiaban del tratamiento pero el meollo del asunto era saber si era por el magnetismo verdaderamente. Suponiendo que el magnetismo quedara descartado, a la comisión tampoco les interesaba saber qué era lo que de verdad curaba a los enfermos (y esto ya no me parece tan científico, aunque en su época era algo que difícilmente estaba a su alcance). 

Pero lo interesante es la metodología empleada por Franklin y la comisión: experimentos con placebo. Los pacientes los elegía D´Eslon pero luego se les vendaba los ojos (todavía no se habían inventado los estudios doble ciego) y se les aplicaba una serie de trucos. Por ejemplo, se les preguntaba hacia dónde, hacia qué parte de su cuerpo estaba dirigiendo su energía el sanador. Consiguieorn provocar convulsiones en un paciente haciéndose pasar por D´Eslon uno de los investigadores y en otro dándole agua que había sido falsamente magnetizada. A otro joven le dijeron que le iban a traer unos árboles magnetizados ( y le trajeron unas ramas normales sin magnetizar) y el joven se desvaneció igual. “La experiencia es claramente concluyente”, escribieron en su informe. La curación magnética era causada por las expectativas, no por el flujo de energía universal. 

Pero lo que a mí me parece muy interesante de esta historia es que en cierto momento de la investigación D´Eslon llamó aparte a Franklin y reconoció que la imaginación podía jugar un papel en la curación. A pesar de ello, argumentó, “la imaginación dirigida de esa manera para aliviar el sufrimiento humano sería una herramienta muy valiosa en manos de la profesión médica”. D´Eslon había utilizado un argumento similar unos años antes en una carta dirigida a sus compañeros médicos, “aunque el señor Mesmer no tuviera otro secreto que ser capaz de conseguir que la imaginación actúe eficazmente para producir salud, ¿no dispondría de una cosa maravillosa?” Sus contemporáneos respondieron con un sonoro no, que todavía hoy retumba.


Mesmer cayó en desgracia a partir de entonces y pasó el resto de sus días en una relativa oscuridad, pero el argumento de D´Eslon creo que sigue teniendo validez. El efecto placebo es una herramienta curativa poderosa, diseñada por la evolución, una herencia que hemos recibido de nuestro pasado ancestral. ¿Y no estaremos desperdiciando una cosa maravillosa?

@pitiklinov en Twitter

Referencia:


sábado, 23 de marzo de 2013

¿Por qué no pagan los hombres la pensión de alimentación de sus hijos?


Antes de hablar del tema de las pensiones (desde el punto de vista de la psicología evolucionista exclusivamente) unas líneas sobre el origen evolucionista de la paternidad. El éxito reproductivo de los machos viene determinado por su acceso reproductivo a las hembras, mientras que el éxito reproductivo de las hembras  está limitado por su acceso a unos recursos suficientes que puedan ser usados en la reproducción. Antes se pensaba que las hembras no se beneficiaban reproductivamente del hecho de tener más compañeros sexuales pero en animales como las ardillas de Idaho se ha demostrado que las hembras tienen más descendencia si se emparejan con múltiples compañeros sexuales. También pueden obtener más recursos (comida) si se emparejan con varios machos. También hay especies donde el macho ofrece más cuidados parentales a la prole que las hembras (pájaros como las jacanas, algunas ranas, caballito de mar, pez pipa...). Por eso, ahora se maneja el concepto de “tasa de potencial reproductivo” de manera que el sexo que tiene una tasa reproductiva potencial más lenta es aquel por el que va a competir el otro. Pero matices aparte, en el lenguaje de la biología evolucionista los machos se especializan en el “esfuerzo de emparejamiento” e invierten en competición entre machos, en el cortejo y en la guarda de la pareja. Las hembras, por contra, tienden a especializarse en el “esfuerzo parental”, en la supervivencia y perspectivas de reproducción de su prole. 


Aproximadamente el 90% de los pájaros son socialmente monógamos, un macho y una hembra se unen (con o sin fidelidad sexual, ese es otro cantar) y los machos invierten en los hijos. Como ponen huevos el macho puede sentarse encima y cuidarlo y puede alimentar al polluelo cuando nazca. En mamíferos la cosa cambia radicalmente porque la fertilización es interna y el macho no puede sentarse encima del huevo y tampoco pueden encargarse de la lactancia. El resultado es que solo el 3-5% de los mamíferos forman parejas donde el macho provee cuidado parental. La mayoría de las veces la inversión parental de los machos mamíferos en la prole termina con la eyaculación. Pero por ejemplo lobos y coyotes invierten paternalmente, también algunos monos del Viejo Mundo y otros como los titíes y tamarinos de América del Sur. La importancia del cuidado paterno en estas especies es tal que en animales en cautividad se ha visto que si se saca al padre de la familia la madre abandona al hijo. De los pequeños simios los machos Siamang son los que más cuidado parental ofrecen  cargando con los pequeños en sus espaldas buena parte del día.

Pero entre los grandes simios la norma es que los machos no proveen cuidado parental. No lo hacen los orangutanes, los chimpancés y bonobos tampoco, y los gorilas un poquito. Esto quiere decir que el cuidado parental de los humanos ha evolucionado recientemente. Pero no hay acuerdo en las fechas. Algunos plantean que las primeras parejas de humanos pudieron formarse hace 2 millones de años, en los primeros Homo erectus, pero otros plantean que el desarrollo cerebral más lento y el nacimiento de niños más indefensos ocurrió en Homo heidelbergensis, hace unos 500.000 años, aproximadamente, mientras que otros retrasan la aportación masculina y de otros familiares (abuelas, tías e hijas mayores) hasta la aparición del Homo sapiens, hace unos 150.000 años. En sociedades de cazadores-recolectores se ha observado que abuelas y tías proveen más cuidado directo de los niños que los propios padres. El problema de por qué se forman las parejas humanas es ciertamente complejo y se han propuesto muchas hipótesis. Por un lado el nacimiento de hijos cada vez más indefensos que por ejemplo no son capaces de agarrarse a la piel de la madre, como hacen los orangutanes, y que son mucho más difíciles de transportar. También están las conductas de vigilancia de pareja (mate guarding) para evitar el acceso de machos rivales, que podrían haberse ido prolongando en el tiempo. La hembra podría haber elegido un vínculo más prolongado buscando protección de depredadores o de otros machos. Y también está la hipótesis del “hombre cazador”, de que los hombres no aportaban cuidado directo sino indirecto por medio de las calorías aportadas por medio de la caza. Sea como fuere, la formación de estos vínculos de pareja a más largo plazo daría lugar a que las parejas durmieran juntas y los niños con ellos y así los machos fueran formando un vínculo parental con los hijos.

Acercándonos al tema de las pensiones, Gray y Anderson, los autores del libro por el que me estoy guiando para hacer esta entrada, señalan que el problema de invertir en hijos genéticos con los que ya no se convive es un problema exclusivamente humano. En las otras especies que hemos mencionado en las que los machos proveen cuidado paternal (tanto de pájaros como de mamíferos) la inversión de los machos termina en el mismo momento en que finaliza la unión reproductora entre los dos padres. Según estos autores, esta característica podría servir para definir a la especie humana: “los humanos son la especie en la que los machos continúan invirtiendo en los hijos después de que los padres dejan de estar en una relación sexual”. Sin embargo, a la vista de las cifras que vamos a ver a continuación, Gray y Anderson deberían haber formulado su definición como: “ los humanos son la especie en la que la mitad de los machos continúan invirtiendo...”. En USA en 2003 el 23% de las madres con la custodia de los hijos no recibían ningún pago por parte del padre mientras que el 32% solo recibía unos pagos parciales. Solamente el 45% de las madres recibía el pago completo acordado. Además los datos dicen que esta situación no ha mejorado con el tiempo y se mantiene casi inalterada en las últimas décadas. Jane Waldfogel encuentra que en 1978 el 59% de los hijos que vivían con la madre recibían el equivalente a la pensión de alimentación, y un 62% en 1995. Timothy Grall informa de un 60% en 1994 y un 61% en 2005.

Bien, ¿por qué son los padres reacios a pagar la pensión de alimentación de los hijos? Los expertos dan muchas razones y algunas de ellas son explicaciones proximales del fenómeno. Por ejemplo, los padres separados pueden tener menos dinero debido a los costes de mantener otra vivienda. Dicho claramente, es más caro para dos adultos mantener dos viviendas separadas que mantener una casa de forma conjunta. El divorcio conlleva menos dinero para gastar en los hijos, un desclasamiento. Tanto los padres como  los hijos bajan en el escalafón social. Esta vida loca que llevamos hace que sea prácticamente imposible vivir de manera digna con un sueldo, y con la crisis actual estamos viendo que la tasa de divorcios ha disminuido porque parejas que quieren separarse no se lo pueden permitir. Por esto no sorprende que los ingresos de un hombre  predicen de forma muy significativa si pagará la pensión. Los hombres que son muy capaces de pagar la pensión es más probable que la paguen, y es lo que se encuentra en los estudios.  Otro factor implicado es la proximidad entre el padre y los hijos, a mayor proximidad mayor implicación del padre en general y mayor pago de la pensión. Los padres que ven a sus hijos con más frecuencia es más probable que paguen la pensión. Padres qeu no pagan la pensión aducen que no tienen acceso a sus hijos como razón de no pagar y existe la percepción también de que las madres que no cobran la pensión restringen el acceso de los padres a los hijos. En un reciente estudio (en USA) el 86 % de los padres y las madres estaban de acuerdo en que los padres que no pueden pagar la pensión tienen derecho a ver a sus hijos, pero solo un 40% decía que los padres que pueden pagar pero no lo hacen tiene derecho a ver a los hijos. El problema en esto de la proximidad es ver en qué dirección va la flecha de causalidad: ¿los hombres que viven cerca invierten más, o los hombres que están dispuestos a invertir más se quedan viviendo cerca?

Otros autores señalan que la incapacidad del hombre para decidir cómo se gasta ese dinero puede influir en su decisión de pagar. Mientras la pareja está casada ambos cónyuges monitorizan si el otro gasta el dinero en lo que han acordado, pero tras la separación el padre no sabe si su dinero va realmente a ser invertido en los hijos. Esto podría explicar que cuando las relaciones entre los padres siguen siendo amigables y positivas el padre cumple mejor el pago de la pensión. Tal vez porque tiene más confianza en la mujer o porque esa cercanía puede servirle para monitorizar que la madre está gastando el dinero de forma adecuada. En estudio en Sudáfrica si la madre tiene un buen trabajo o lleva un estilo de vida aparentemente “lujoso”, los padres no suelen estar motivados a pagar la pensión.

Otra posibilidad sería que en realidad los hombres no disminuyan su inversión en los hijos cuando se divorcian, aunque puede parecer contraintuitivo o ridículo. Veamos. Se ha hecho muy poquita investigación midiendo la inversión del mismo padre con los mismos hijos antes y después del divorcio. Los estudios normalmente comparan a unos padres que están actualmente en una relación con la madre frente a hombres que ya no están en  relación con la madre. ¿Pero qué pasa si los hombres que se divorcian difieren de los hombres que no se divorcian? Suponed, por ejemplo, que es más fácil que las madres se divorcien de padres que sean malos proveedores o que no se implican con los hijos. Si ese fuera el caso, un bajo nivel de inversión parental sería la causa y no la consecuencia del divorcio. Es dudoso, pero merece la pena investigarlo. Un estudio holandés encuentra que los hombres más implicados en el cuidado parental tenían matrimonios más estables porque la madre “es más feliz si el padre está fuertemente implicado con los hijos”. También hay un estudio en USA que observa que en parejas con bajo nivel de conflicto antes del divorcio los padres estaban más implicados con los hijos que en parejas con alto nivel de conflicto pre-divorcio. Este es un tema que necesita más investigación. Una manera indirecta de estudiar este problema es ver si los padres que tienen hijos biológicos con dos parejas diferentes invierten lo mismo en los hijos que tienen con su pareja actual que en los hijos que tienen de la pareja anterior. Estamos estudiando en este caso a los mismos padres. Anderson ha realizado un estudio con este diseño y encuentra claramente que los hijos de uniones anteriores reciben menos dinero que los hijos de la unión actual. Esto sugiere que las diferencias de inversión entre los hijos de la actual pareja y de parejas anteriores no se deben a diferencias entre los padres de cada tipo de hijos, porque como decimos es el mismo padre.

Y aquí es donde la Psicología evolucionista nos aporta una explicación para esta disminución de inversión de los padres en los hijos cuando se divorcian, una explicación no proximal sino distal, o de causas últimas, aunque me temo que a algunos (y sobre todo a algunas) os va a parecer un poco “cruda”. La teoría evolucionista plantea que los organismos experimentan un compromiso entre esfuerzo de emparejamiento y esfuerzo parental. Es decir, el tiempo, el dinero y otros recursos pueden ser dedicados a adquirir parejas sexuales y al mantenimiento de esas relaciones (esfuerzo de emparejamiento), o a la inversión en la descendencia (esfuerzo parental). Pero el esfuerzo dedicado a adquirir parejas no puede ser dedicado a los hijos y viceversa. Aunque la mayoría de los modelos asumen que los hombres invierten en los hijos por el impacto beneficioso que esa inversión va a tener en ellos puede ser que los hombres no realicen esa inversión exclusivamente por el bien de los hijos. Si los individuos eligen su pareja en parte por la capacidad que tiene para invertir en los hijos, entonces la inversión en hijos aumenta la probabilidad  de obtener y mantener una pareja y de mejorar la calidad de la relación. Como las mujeres prefieren compañeros que invierten en niños, la medida en que los hombres inviertan en los niños de su actual pareja va a influenciar su relación con ella. Es decir, que visto desde esta perspectiva la inversión parental de los machos es en realidad una forma de esfuerzo de emparejamiento así como esfuerzo parental. Y tenemos estudios que apoyan esta hipótesis. Por ejemplo, Mary la Cerra encuentra en un estudio que las mujeres reaccionan positivamente a fotografías de hombres interactuando con niños y valoran más para una posible cita o como compañero sexual o como marido a estos hombres que a los que aparecen solos. También observa que las mujeres valoran negativamente a hombres que ignoran el llanto de un niño. Conviene fijarnos en que las mujeres del estudio no valoraban la empatía o solidaridad de los hombres en general, porque no reaccionaban de la misma manera cuando en las fotos el hombre ayuda a un viejo . Los hombres, por contra, eran indiferentes ante el hecho de que la mujer en las fotografías apareciera con niños o ignorando los llantos de un niño (ya os dije que esta explicación era un poco cruda).

Esta hipótesis nos aporta una posible explicación de la disminución de inversión de los hombres en los hijos tras el divorcio, incluyendo la resistencia de los hombres a pagar la pensión. En el caso de los hijos de la pareja actual el hombre no está invirtiendo en los niños simplemente por el bien de los hijos, sino que está motivado, en parte, por el impacto que la inversión tiene en la madre de los niños. Como decíamos, esta inversión es una combinación de esfuerzo parental y de emparejamiento (dicho crudamente de nuevo: se traduce en relaciones sexuales...). Cuando la relación con la madre termina el esfuerzo parental ya no lleva un componente de esfuerzo de emparejamiento y es única y exclusivamente esfuerzo parental. La selección natural favorecerá la inversión parental en los hijos para el bien de los hijos, pero a un nivel más reducido porque el hombre no está ya invirtiendo en la relación con la madre. Cuando la relación con la madre termina, es probable que el hombre recoloque la proporción de inversión que era en realidad esfuerzo de emparejamiento en establecer y mantener una nueva relación de pareja. A partir de la separación hay un conflicto de intereses entre el nivel de inversión que el padre está dispuesto a realizar y el nivel que la madre espera o prefiere. Las leyes también suelen obligar a mantener el mismo nivel de inversión que si el padre viviera con los hijos y, según esta hipótesis, podría ser que los hombres vivan  este arreglo como injusto porque merma su capacidad para un esfuerzo de emparejamiento.

Una hipótesis tiene que servir para hacer predicciones y la que estamos manejando nos dice que los hombres que invierten fuertemente en los hijos tras el divorcio  es menos probable que atraigan nuevas parejas y que tengan futuros hijos. ¿Hay datos que lo apoyen? En un estudio en Trinidad los padres que no se emparejaban de nuevo interactuaban más con sus hijos que los que tenían una nueva pareja. En USA algunos estudios encuentran que los hombres que pagan la pensión- por las buenas o por las malas- es menos probable que se casen de nuevo o que formen una relación sexual. Otros estudios encuentran que los hombres que tienen nuevos hijos con otra pareja es menos probable que paguen la pensión de alimentación, así como que los padres que pagan la pensión es menos probable que tengan nuevos hijos.

Resumiendo, vemos que intentar responder a la pregunta que da título a la entrada es francamente difícil y además no hemos tocado otros factores económicos y sociales implicados. Simplemente, hemos tratado de una aportación desde la teoría evolucionista a la comprensión de este fenómeno. Por supuesto no se trata de “justificar” la conducta de muchos padres irresponsables sino de que entender la motivación (o la falta de la misma) de estos padres es un paso importante para explicar y tal vez para cambiar sus conductas.

@pitiklinov en Twitter

Referencia:

lunes, 18 de marzo de 2013

Pensamiento contrafactual, causalidad y el borracho del puente


Hay una historia que a mí me encanta, una especie de acertijo moral que probablemente conoceréis, que tiene mucho que ver con el pensamiento contrafactual y con la causalidad, que es la del asesinato de una mujer adúltera por un borracho en un puente. Yo os voy a contar la versión que me ha llegado porque esto es como el juego del teléfono, y a medida que las historias se transmiten sufren diversas mutaciones que dan lugares a versiones muy diferentes ( por cierto, si alguno conoce el origen de esta adivinanza, me interesaría mucho conocerlo). Se trata de una ciudad dividida en dos partes por un río y para cruzar de un lado a otro solo hay dos posibilidades: un puente y una barca. La protagonista es una mujer que está casada pero tiene un amante al otro lado del río y un día decide ir a pasar la noche con su amante. A la mañana temprano sale de casa de su amante para llegar a su hogar antes de que su marido vuelva de trabajar y se dirige al puente. Resulta que en el puente hay un borracho con un cuchillo (en otras versiones es un loco con un cuchillo) y se asusta y da la vuelta para coger la barca. Cuando va acercando al embarcadero busca la cartera y se da cuenta de que se la ha dejado en casa del amante, pero aún así le explica al barquero que hay un borracho en el puente, que no puede ir por allá y que la pase al otro lado, que ya le pagará otro día. El barquero le dice que ni hablar, que pasar cuesta un euro y que si no le paga no la pasa. Entonces la mujer vuelve a la casa del amante pero este ya se ha ido ( en otras versiones habla con él y no le da el dinero). Decide entonces ir a casa de un amigo que vive en esa otra parte del río y le explica el problema y le pide ayuda. El amigo le dice que es amigo de la pareja, que él no se quiere meter en líos y ayudarla, lo que supone perjudicar a su marido que también es amigo mutuo y no le da el dinero. Al final la mujer ve que se le echa el tiempo encima y decide cruzar el puente y el borracho la mata. La pregunta es: ¿Quién tiene la culpa de que muera la mujer?


Hablábamos en el post anterior de que el pensamiento contrafactual tiene la forma de una oración condicional y en este cuento enseguida se nos dispara el pensamiento contrafactual: “si el barquero la hubiera pasado en la barca en vez de pensar en su miserable euro...si el amigo le hubiera dado el dinero...la mujer no habría muerto”. Decía yo también en la entrada anterior sobre el arrepentimiento que el pensamiento contrafactual influencia en gran medida los juicios de culpa y responsabilidad y ponía el ejemplo de Harry que sale a dar una vuelta y le matan. Al ver que si los diferentes actores de este cuento se hubieran comportado de otra manera se habría evitado la muerte de la mujer es bastante intuitivo adjudicarles un porcentaje de culpa. De hecho, se suele preguntar en esta historia que ordenemos de mayor a menor la culpa de los diferentes actores, como veis en este post o en este otro donde tenéis incluso un gráfico. 

Encontramos este mismo tipo de mecanismo contrafactual en otras circunstancias como son, por citar algunas, el duelo y el suicidio. En el duelo los sentimientos de culpa son universales. Siempre nos sentiremos culpables de acción o de omisión. Con el suicidio pasa algo peculiar que es que parecen ser evitables porque si hubiéramos estado allí no se habrían producido: “si hubiera estado yo allí no le habría dejado tirarse por la ventana”. En una enfermedad orgánica ( un cáncer, por ejemplo) aunque estemos presentes el individuo se va a morir sin que podamos hacer nada por evitarlo, pero el suicidio lo vivimos de forma diferente.

Pero volvamos al borracho del puente. ¿Quién tiene la culpa? Bueno, hay respuestas para todos los gustos. Este cuento funciona de alguna manera como un test de Rorschach que nos sirve para conocer la personalidad del sujeto. Algunos (los que valoran la fidelidad) dicen que la culpable es la mujer porque si no hubiera sido infiel esto no habría pasado. Otros (pocos, pero que valoran especialmente la amistad) culpan al amigo, un buen amigo no haría eso. Los realistas y sensatos culpan al borracho que es el actor y agente principal de la muerte. Otros culpan al marido por no ocuparse de su mujer y conducir con ello a que la mujer se busque un amante. Otros, por fin ( estoy comentando según mi experiencia, puede que haya más), culpan a la sociedad que hace que el marido trabaje un montón de horas y no pueda encargarse de su mujer.

Si hablamos de la culpa desde un punto de vista estrictamente legal o judicial está claro que el único culpable es el borracho, que es el que causa la muerte con el cuchillo pero esto no es el fin de la historia, sino más bien el principio. A mi modo de ver, lo más importante de este cuento es que nos enseña algo sobre la causalidad, que la causalidad es un fenómeno en red, y que cada actor en esta historia es un nodo de la red. Para continuar con la argumentación (concedédmelo aunque muchos no estéis de acuerdo) vamos a adjudicar unos “porcentajes de culpabilidad” o más bien “porcentajes de causalidad” de la siguiente manera: Borracho: 70%, mujer: 20%, barquero: 5%, amante: 3% y amigo: 2%- es un ejemplo, no digo que sea así. Pues bien, aunque el mayor peso causal lo tengan el borracho y la mujer, basta con que un nodo insignificante de esa red no existiera ( por ejemplo que el amigo le diera el euro) para que no se produzca el acontecimiento. Si el amigo le da el euro, ya no puede actuar el borracho...el 2% del suceso tiene tanta influencia en el resultado final como el 70%...o no?

Las redes de causalidad están por todas partes pero nuestro concepto occidental de la causalidad nos impide verlas. Por ejemplo, tiramos una cerilla y arde un bosque. ¿Quién es el culpable del incendio? La cerilla... ¿no? Vale, ¿y el oxígeno del aire? sin oxígeno no hay combustión. ¿Y si se hubiera limpiado la vegetación? ¿Y si ese día no hubiera hecho tanto calor? en invierno la cerilla no habría provocado el incendio probablemente...La cerilla es el borracho del puente, el oxígeno es la mujer, el verano es el amante y la limpieza del bosque es el barquero, ¿no es así? Pero en otras cosas está más claro: la tuberculosis se debe al bacilo de la tuberculosis y punto...¿seguro? ¿y las condiciones socioeconómicas? ¿y los genes? La tasa de concordancia para tuberculosis en enfermos monozigotos es del 50 % y en dizigotos del 20%, luego los genes intervienen. El Helicobacter Pylori origina la úlcera. Si, puede ser, pero hay gente que tiene el helicobacter en sus estómago y no tiene úlcera...

La cosa se complica, ¿no ? Preguntaba Leon Tolstoi en Guerra y Paz, “Cuando una manzana madura y cae al suelo, por qué cae? ¿por la atracción de la gravedad a la tierra, porque su tallo se marchita y se seca, porque la ha secado el sol, porque sopló el viento...? Nuestra mente está acostumbrada a pensar en términos de una sola causa, en términos lineales y, además temporales, lo que viene antes es la causa de lo que viene después. Pero si queremos entender mejor las cosas tendremos que pensar que los resultados son causados por una intersección, o nexus, o confluencia de factores ( incluyendo la ausencia de circunstancias que impedirían el hecho). John Tooby le llama a esto nexus causality. Ante cualquier hecho la lista de factores que intervienen es probablemente infinita. Pero nuestra mente evolucionó para extraer de la situación el elemento que podemos manipular y conseguir un resultado favorable para nosotros. Los elementos que permanecen estables en la situación, como el oxígeno o la gravedad en los ejemplos anteriores, y que no podemos cambiar, se dejan fuera de la representación de causas que nos hacemos. Sin embargo, otros factores variables, como el viento, que igual no podemos controlar pero que predicen un resultado son útiles para representarlos como causas y prepararnos así para aprovechar oportunidades o evitar peligros. Es decir, que la realidad de las redes de causalidad es ignorada cognitivamente a favor de un dibujo de causas únicas. Toda esta maquinaria causal cognitiva un tanto simplista es muy útil a un cazador-recolector para vivir su vida pero empobrece el conocimiento científico de la realidad y hace que nos enredemos en discusiones absolutamente ridículas sobre las “causas” del cáncer, de la violencia, de la guerra, de la enfermedad mental, de la infidelidad, del cambio climático, de la pobreza o del desempleo.
John Tooby

Para concluir, comentar que esta visión “moderna” de la causalidad era ya conocida por los orientales. Creo haber leído en Psicoterapia del este, Psicoterapia del Oeste, de Alan Watts, pero no estoy seguro, un ejemplo que ilustra lo que estoy diciendo. Ponía el ejemplo de una sequía en una región. Durante meses no llueve, el río no lleva agua, el ganado no tiene agua para beber, ni alimento porque no crece la hierba, y las vacas acaban muriéndose. En Occidente diríamos que la ausencia de lluvias o la sequía es la causa de la muerte de las vacas. En Oriente dirían que la ausencia de lluvias o la sequía es igual a la muerte de las vacas, la ausencia de lluvia es la muerte de las vacas. Si construimos un pantano en la zona la ausencia de lluvia ya no equivale a la muerte de las vacas pero es que ahora tenemos un nodo nuevo en la red de causalidad (un pantano ) que no teníamos antes. En realidad, hay un suceso único en el mundo, que es todo lo que sucede, y hay una una única red de causalidad, que es todo lo que existe.

@pitiklinov en Twitter

Referencia

Nexus Causality, Moral Warfare, and misatribution arbitrage. John Tooby. En This Will Make you smarter Doubleday 2012. Existe traducción al castellano. Este libro te hará más inteligente. Transiciones 2012

viernes, 15 de marzo de 2013

Psicología del Arrepentimiento



Vale más hacer y arrepentirse, que no hacer y arrepentirse
-Nicolás Maquiavelo

No hay palabras más tristes del habla o la pluma que “pudo haber sido”
-Greenleaf Whittier


Aunque hay mucha gente que dice que no se arrepiente de nada y que no cambiaría nada  en su vida, la realidad es que no cometer errores y querer que todo se repita de la misma manera no es habitual. La mayoría cambiaríamos algunas cosas. Porque vivir es decidir, y decidir es descartar alternativas, y cuando las cosas salen mal es difícil no atormentarse por lo que imaginamos que habrían sido las consecuencias de los caminos que no tomamos. Por eso, vivir es lamentar. Sin embargo, el arrepentimiento es una emoción que está poco estudiada, por lo menos comparada con otras.

El primer problema que nos encontramos, como siempre, es el de definir el objeto de estudio. A falta de otra mejor tomemos la definición de Landman: “El arrepentimiento es un estado emocional y cognitivo de mayor o menor dolor, de sentimiento de pena por la mala suerte, las limitaciones, las pérdidas, las transgresiones o los errores. Es un mezcla de sentimiento y de razón, de razón y emoción. Las materias que se lamentan pueden ser pecados de comisión o de omisión y pueden ir desde lo voluntario a lo incontrolable y accidental. Pueden ser actos ejecutados o mentales, cometidos por uno mismo o por otras personas o grupo. Y pueden ser transgresiones morales o legales o asuntos neutrales moralmente”. Desde el mundo de la teoría económica se conceptualiza el arrepentimiento como la diferencia de valor entre los recursos o activos realmente conseguidos y el nivel más alto de recursos obtenidos por otras alternativas.

El arrepentimiento tiene a su vez mucho que ver con el pensamiento contrafactual ( counterfactual thinking) que empezó a estudiarse en los años 70 del siglo pasado y se refiere a la construcción mental de alternativas a hechos pasados. ¿Qué habría sido de mi vida si hubiera tomado otras decisiones? ¿ si hubiera escogido otra carrera, otra pareja...? Se llama contrario a los hechos porque se refiere a representaciones mentales alternativas, pero es que la mente humana es una máquina de producir pensamiento contrafactual: “si hubiera hecho...” “podía haber hecho”...De manera típica, un hecho negativo, algo que nos sale mal, dispara automáticamente los escenarios en que ese hecho podría haber sido diferente. El pensamiento contrafactual tiene típicamente la forma de una oración condicional: “Si no hubiera quitado la vista de la carretera...” “...no habría ocurrido el accidente”. 

El pensamiento contrafactual puede ser de dos tipos ascendente o descendente. El contrafactual ascendente (upward) es el que se centra en que el resultado obtenido habría sido mejor si hubiéramos actuado de otra manera y es el que da lugar al arrepentimiento, que es una emoción contrafactual. Y si una persona está continuamente pensando y rumiando acerca de cómo las cosas podrían haber sido mejores, esa persona tiene un alto riesgo de sufrir depresión o un trastorno de ansiedad. El contrafactual descendente ( downward) se refiera a imaginar mundos peores que la realidad (una enfermedad o accidente que podría haber sido más grave p.ej.) y da lugar a alivio, al ver que las consecuencias no han sido tan graves. El pensamiento contrafactual influencia en gran medida los juicios de culpa y de responsabilidad. Imaginemos el caso de Harry, un hombre al que atacan por la noche mientras pasea cerca de su casa. Dado que es muy fácil imaginarnos a Harry tomando otro camino, o quedándose en casa, el pensamiento contrafactual enfatiza la decisión de Harry de dar un paseo como causa del ataque. Aunque objetivamente la culpa del ataque recae en el atacante, tenemos la tendencia a culpar a la víctima porque el pensamiento contrafactual nos muestra que el resultado habría sido diferente si Harry hubiera tomado otra decisión.

Este fenómeno de que los hechos no se valoran en aislamiento sino por comparación con sucesos alternativos es lo que produce el fenómeno de la amplificación emocional, es decir, la tendencia a reaccionar de una manera emocional más fuerte ante sucesos en los que es fácil imaginar un resultado diferente. Imaginemos ahora que Harry fallece en un accidente de avión después de haber cambiado un vuelo y coger un avión que no tenía pensado coger. Estos casos nos suelen impresionar especialmente: “ si no hubiera cambiado el vuelo...”. Los directores de cine saben mucho por oficio de psicología,  conocen bien estos cableados de la mente humana, y utilizan el pensamiento contrafactual como técnica en cantidad de películas. Cuando un personaje “va a realizar su última misión...o después de terminarla decide hacer una más por cumplir el turno de un amigo...o resulta que ya ha dejado las fuerzas armadas...”, todos sabemos que no va a salir con vida de esa...La muerte de esos personajes nos impacta porque “casi” se salva...Un caso extremo de utilización del pensamiento contrafactual en el cine es la película ¡Qué bello es vivir! cuyo argumento consiste precisamente en un contrafactual descendente ( downward) donde el ángel de la guarda le enseña al protagonista lo que habría sido su pueblo y la vida de sus habitantes si él no hubiera existido. Todo habría sido mucho peor y así el protagonista aprende a valorar su realidad y su vida.

Pero vamos a dejar el pensamiento contrafactual para otra ocasión y vamos a centrarnos en el arrepentimiento, o por lo menos en una de las cosas que más se ha investigado de él. Uno de los hallazgos más replicados del pensamiento contrafactual es que la gente lamenta más los resultados negativos derivados de acciones realizadas que iguales resultados negativos debidos a no realizar ninguna acción. Sin embargo, cuando se investiga directamente el arrepentimiento y se pregunta a la gente de qué se arrepienten más en la vida, la tendencia unánime es a lamentar las cosas que no hicieron en la vida: “debería haber dicho a mi padre que le amaba antes de que falleciera...”, “debería haber ido a la Universidad...”. Aunque parece contradictorio, la realidad es que se pueden entender estos dos fenómenos si apreciamos que existe un patrón temporal en el arrepentimiento, de manera que a corto plazo lamentamos las acciones mientras que a largo plazo nos arrepentimos de las omisiones.

Thomas Gilovich, de la Universidad de Cornell es uno de los autores que más ha estudiado el arrepentimiento y en la referencia bibliográfica tenéis detallados algunos de sus trabajos, pero de forma resumida las cifras son que un 75% de la gente se arrepentía de no haber hecho algo y un 25% de haberlo hecho. Las tres cosas que más lamentaba la gente eran no haber estudiado lo suficiente, no haber aprovechado una oportunidad importante, y no haber pasado el tiempo suficiente con los amigos y la familia. Por el contrario, los que se arrepentían de hacer mencionaban cosas como elegir mal la carrera, casarse con alguien a quien no amaba o tener un hijo en el momento menos oportuno de su vida. Gilovich realiza un análisis psicológico muy detallado de este patrón temporal pero os extraigo algunas ideas.

Una primera explicación de por qué esto es así es que podemos tomar medidas para arreglar o deshacer físicamente nuestros actos (aunque no por completo). Si mi arrepentimiento se debe a casarme con Mr. Wrong pues puedo divorciarme, o si he elegido una compañía eléctrica que me sale muy cara me puedo cambiar de compañía, si ofendí a alguien puedo pedirle perdón... Un segundo paso es que si no puedo hacer algo en el mundo real, puedo hacer un “trabajo psicológico” para disminuir los daños de las acciones. Las formas que toma este trabajo psicológico son muy variadas. Una de ellas consiste en verle un lado positivo (silver lining) al error: “ me sirvió para aprender mucho” o “después de todo tengo unos hijos muy monos...”, por ejemplo. Este tipo de razonamiento es una forma de reducir la disonancia cognitiva y las acciones conducen a más reducción de la disonancia cognitiva que las omisiones. 

Pero tal vez la diferencia más importante entre acciones y omisiones, como resume Richard Wiseman, es que resulta relativamente fácil ver las consecuencias negativas de algo que ha sucedido. Tomas una mala decisión en tu carrera y te quedas atrapado en un trabajo que no te gusta. Tienes hijos demasiado joven y no puedes salir con tus amigos. Te casas con la persona equivocada y discutís constantemente. Las consecuencias negativas son conocidas y, aunque puede que el arrepentimiento potencial continúe siendo importante, también es limitado. Sin embargo, la situación es completamente diferente cuando se trata de algo que no ha sucedido. De repente, las posibles ventajas parecen interminables. ¿Qué habría pasado si hubieses aceptado aquella oferta de trabajo, si hubieses sido lo bastante valiente como para pedir una cita al amor de tu vida o si hubieras pasado más tiempo estudiando? En esas circunstancias, el único límite es la imaginación.


Tanto el pensamiento contrafactual como el arrepentimiento ofrecen una serie de ventajas adaptativas, que explican que haya sido seleccionado. El análisis de escenarios alternativos que producen nos sirve para guiar y promover actuaciones futuras. Este pensamiento está implicado en el aprendizaje, la toma de decisiones y la planificación y contribuye al pensamiento causal. Los niños comparan un resultado observado con lo que ha ocurrido en diferentes circunstancias: “ si nadie hubiera soplado la vela no se habría apagado...”. Palabras como “casi” “cerca” “ apunto de” que son propias del pensamiento contrafactual empiezan a ser usadas por los niños antes de cumplir los tres años. Por otro lado, en algún estudio donde la capacidad para sentir arrepentimiento estaba limitada por lesiones en el córtex orbitofrontal, se ha visto que el aprendizaje por medio de la experiencia estaba dañado. El pensamiento contrafactual ayuda también a establecer relaciones entre conceptos y estímulos diferentes que previamente nos podían parecer independientes. Pero aparte de estas ventajas cognitivas individuales no hay que olvidar que las emociones son fenómenos sociales como vimos en el post sobre la Evolución de las Emociones. Las emociones nos ayudan a integrarnos en el grupo y navegar el mundo social. Un individuo que no muestre arrepentimiento después de una acción que ha perjudicado a otros miembros del grupo sufrirá el rechazo o el ostracismo. Por contra, el que repare las consecuencias de su acción, movido por el arrepentimiento, volverá a ser tenido en cuenta como compañero o colaborador, y será integrado. El pensamiento contrafactual, al examinar los dos extremos del espectro, puede dar lugar no solo a arrepentimiento sino también a agradecimiento, otra emoción que favorece la integración grupal.

De modo que el trabajo de Gilovich ofrece apoyo científico a las palabras de Maquiavelo y el consejo que nos puede dar hoy la Psicología para aplicarlo en nuestra vida es el mismo que ha estado dando Nike (aunque a la vista de lo que ha ocurrido con Woods, Armstrong y Pistorius, como dice en broma el montaje gráfico, igual hay que replanteárselo...) y el mismo que daba también el escritor Max Lucado: “Haz el esfuerzo. Invierte el tiempo. Escribe la carta. Discúlpate. Haz el viaje. Compra el regalo. Hazlo. Aprovechar la oportunidad te hará más feliz. Perderla hará que te arrepientas”

Y si te arrepientes de no haber hecho algo, busca la forma de remediar la situación: escribe la carta, haz esa llamada telefónica, pasa más tiempo con la familia, arregla la relación rota, vuelve a la universidad y consigue tu título. Utiliza el arrepentimiento para espabilarte y motivarte.

@pitiklinov en Twitter

Referencias





viernes, 8 de marzo de 2013

El Realismo Depresivo

Lionel Tiger

A veces en la vida nos hacemos las preguntas equivocadas y eso no nos permite avanzar en el conocimiento de las cosas. Ante el drama que supone la depresión en la vida de las personas, la gente se pregunta: “¿por qué nos deprimimos?”, cuando igual lo que todos deberíamos preguntarnos es: “¿por qué no estamos continuamente deprimidos? A fin de cuentas el mundo es deprimente desde muchos puntos de vista, la mayor parte del tiempo.  No sabemos de dónde venimos a dónde vamos, qué sentido tiene la existencia, si tiene alguno, nos vamos a morir, nosotros, nuestros amigos y familiares, nuestros hijos, los hijos de nuestros hijos..., ahora mismo están muriendo millones de personas inocentes en el mundo, muchos de ellos niños, por enfermedades como el SIDA y otras, por guerras de todos los colores...Si pensáramos un poco en estas cosas la angustia nos paralizaría y no podríamos vivir, así que vivir implica ser ajeno, y no sintonizar, con todo el dolor y sufrimiento del mundo...
El realismo depresivo es la noción (discutida) de que las personas depresivas ven el mundo como es en realidad, mientras que las personas normales tenemos una visión distorsionada. Parece un concepto contraintuitivo, pero vamos a ver algunos datos que apoyan que esta proposición no es ninguna tontería. Fijaos en estos datos: los sujetos que sufren una paraplejia se van adaptando y en ocho semanas ya manifiestan más sentimientos positivos que negativos, y al de años solo se consideran ligeramente menos felices que individuos no paralizados. El 84% de los pacientes tetrapléjicos considera que su vida es como la media, o por encima de la media. A primera vista, esto no tiene mucho sentido. Y la explicación última para esta distorsión cognitiva y emocional tenemos que buscarla lógicamente en la Evolución. Lionel Tiger dice, entre muchos otros, que la especie humana ha sido seleccionada por la evolución por sus ilusiones optimistas acerca de la realidad. Ajit Varki, también, propone que la conciencia de nuestra propia muerte nos impediría funcionar si no hubiera emergido junto con ella un optimismo irracional. Capacidad de contemplar el futuro y optimismo irían necesariamente de la mano. Pero, como decía, existe evidencia considerable de que la gente normal distorsiona la realidad de una manera autocomplaciente, de que nos autoengañamos, en definitiva. Vamos a ver a continuación algunos de estos datos (que quede claro que cuando hablo de depresión no me estoy refiriendo a los casos más graves, los que antes se llamaban melancolía, o a las depresiones psicóticas).


Tenemos por ejemplo la ilusión de control. En una serie de experimentos se ponía a dos grupos de sujetos, uno de ellos de pacientes con depresión y otro de personas sin depresión, a manejar unos interruptores que encendían y apagaban unas luces. Durante una parte del experimento los participantes operaban realmente las luces, pero en otro momento eran los experimentadores los que manipulaban los controles de manera que las luces no respondían a las acciones de los sujetos. Pues bien, en la situación manipulada, las personas “normales” seguían diciendo que eran ellos los que controlaban la situación, mientras que los depresivos se daban cuenta de que no tenían el control.
Martin Seligman

Otro argumento es la ilusión sobre las propias capacidades. La gente normal sobreestima sus capacidades y se consideran más persuasivos, acertados y atractivos que unos jueces neutrales. Los depresivos juzgan mejor sus capacidades. Por otro lado, el 80% de los hombres americanos considera que se encuentra en la mitad superior (por encima de la media, 50%) en cuanto a habilidades sociales...lógicamente las cuentas no salen...

En otros experimentos se medía la seguridad de la memoria. Se suele decir que los depresivos distorsionan el pasado y que es inútil preguntarles por el mismo porque todo lo recuerdan más negro y negativo de lo que fue. Pues bien, en un experimento se les puso a los sujetos unas pruebas de manera que acertaban 20 veces y fallaban otras 20, y luego se les preguntaba qué tal lo habían hecho. Los depresivos eran fiables, te decían por ejemplo, que habían acertado 21 y 19 mal...¡era la gente normal la que distorsionaba la realidad!, te podían decir que había hecho 12 mal y 28 bien.

Y luego están todos los sesgos cognitivos de los que en este blog hemos ido ya viendo unos cuantos. Por citar solo uno que se refiere a los estilos explicativos, el llamado sesgo autocomplaciente (self-serving bias), el hecho conocido de que la gente normal se atribuye los éxitos y endosa a otros los fracasos (el fracaso suele ser huérfano). Es decir, si una cosa es buena yo la hice, va a durar para siempre, y me va a ayudar en muchas situaciones. Pero si algo está mal la culpa es de otros, no durará mucho, y solo se refiere a esta situación. El depresivo, por contra, ve sus fracasos como debidos a la misma causa que sus éxitos.

Resumiendo, si damos por  buenos los resultados de todos estos experimentos (y dada la situación actual de la investigación en Psicología, igual esto es mucho conceder) tenemos que los depresivos ven la realidad de forma más fiel, que el pesimista se encuentra a merced de la realidad, mientras que el optimista (la mayoría de la gente en situación basal) presenta una defensa masiva contra la realidad, lo que le ayuda a mantener la alegría frente a un mundo indiferente u hostil. ¿Debería esto llevarnos a concluir que la felicidad es una enfermedad y que hay que meterla en el DSM-V? Bueno, eso es lo que propuso en broma  Richard Bentall en 1992 en su artículo “A proposal to classify happiness as a psychiatric disorder”. Según él a la felicidad habría que llamarla Trastorno Afectivo Mayor, tipo agradable...

Pero ahora en serio, ¿cómo podemos entender la depresión desde este punto de vista evolucionista? ¿cuál es la función del pesimismo, o de la depresión? La función del optimismo la tenemos clara, nos ayuda a seguir adelante y hay muchos estudios que nos dicen que los optimistas:
  • sufren menos enfermedades infecciosas que los pesimistas
  • tienen mejores hábitos de salud
  • tienen un Sistema Inmune que funciona mejor
  • viven más que los pesimistas
  • tienen más éxito en la vida
  • y , para remate, ligan más.

Entonces, ¿para qué diablos sirve la depresión? ¿para qué sirve algo negativo que nos hace sufrir? ¿por qué permite la evolución que exista el pesimismo y la depresión? Para entenderlo tenemos que darnos cuenta primero de que una cosa negativa puede ser seleccionada por la evolución, y para ello solo tenemos que fijarnos en el dolor. El dolor es adaptativo y la prueba está en que las personas que tienen una incapacidad congénita de sentir dolor mueren jóvenes porque no se dan cuenta de que se queman, de que sufren heridas, o de que tienen que cambiar de postura. La depresión, y su dolor psíquico asociado, cumpliría en el plano mental la misma función que el dolor físico en el plano orgánico. Al igual que el dolor físico nos obliga a retirar la mano, a alejarnos de la fuente del dolor, la depresión nos avisaría de que estamos haciendo una inversión enorme en una pelea que no vamos a ganar y que no merece la pena. A  veces, necesitamos ser realistas, a veces fallamos y ver la realidad de color de rosa no es lo mejor para nosotros, a veces tenemos que poner fin una situación que no nos lleva a ninguna parte, a veces nos encontramos atrapados y tenemos que ver la realidad de la manera más objetiva y realista posible para encontrar una salida... Y es entonces cuando aparece la depresión y viene en nuestra ayuda.
Tali Sharot

Imaginaos que he puesto un negocio pero la cosa va mal. Al principio es bueno que sea optimista y tenga fe en mis posibilidades, y que siga invirtiendo tiempo y esfuerzo. Un optimismo moderado puede conducir al éxito. Pero pongamos que la situación es verdaderamente mala, nos hemos equivocado en el momento, el lugar, el tipo de negocio, lo que sea. Llegará un momento que si mantengo contra viento y marea un optimismo exagerado, y pido por ejemplo préstamos elevados contando con una buena evolución que tal vez no se produzca nunca, estoy arriesgando mi futuro y el de mis hijos. Un optimismo desaforado puede dar al traste con la transmisión de mis genes, que es de lo que va la evolución a fin de cuentas. Pues precisamente en esos momentos lo que necesito es quitarle el decorado al mundo y ver lo que hay detrás...en ese momento justo lo que necesito es deprimirme, quitarme las gafas color de rosa para ver realmente dónde estoy.

Resumiendo, normalmente nos conviene engañarnos a nosotros mismos y mostrar un optimismo biológico o vital, que ha sido seleccionado por la Selección Natural para maquillar la realidad. Pero a veces, ante las adversidades, antes situaciones de atrapamiento, conviene pararse a pensar, a reflexionar, a considerar las cosas, a valorar los recursos que tenemos, y el rumbo que llevamos. Esto es la depresión.

Para acabar, un matiz curioso. El sesgo optimista es el fenómeno por el que cuando se trata de predecir lo que nos ocurrirá mañana, la semana que viene, o dentro de 50 años, sobreestimamos la probabilidad de sucesos positivos y subestimamos la probabilidad de sucesos negativos. Por ejemplo, subestimamos la probabilidad de divorciarnos, sufrir un accidente o un cáncer, y sobreestimamos nuestras posibilidades de éxito laboral o nuestra longevidad. Este sesgo es uno de los más robustos en Psicología. Pues bien, hay algunos experimentos que sugieren que las ratas y los pájaros también tienen un sesgo optimista. Uno de los experimentos en pájaros consistía en que si los pájaros apretaban un interruptor rojo cuando oían un sonido corto (2 segundos), obtenían una recompensa inmediata y si apretaban uno verde cuando oían un sonido largo (10 segundos) les daban una recompensa diferida ( algo que no gusta a los pájaros, que prefieren la recompensa inmediata). Entonces los experimentadores les ponían un sonido intermedio a ver qué hacían. Hay que decir que los pájaros tenían que apretar el interruptor correcto o se quedaban sin recompensa. En esa situación, lo que los pájaros hacían era  apretar el botón de la recompensa inmediata,  lo que sugiere que esperaban un resultado positivo aunque no había razones objetivas para ello. Pero lo interesante que observamos, y que coincide con todo lo que he comentado previamente, es que si los pájaros estaban encerrados en jaulas pequeñas, sin acceso a baños de agua ni juguetes, no mostraban estas tendencias optimistas. Una prueba más de que ni los humanos deprimidos ni los animales deprimidos muestran el sesgo optimista. En cualquier caso parece que el impulso vital básico es optimista, porque ayuda a que , como decían en Parque Jurásico, la vida se abra camino.




@pitiklinov en Twitter

Referencias: