Estoy leyendo ahora Zoobiquity. What animals can teach us about being human. La filosofía del libro resumida es preguntarse: “¿tienen los animales...............?”. Es decir, ¿tienen los animales cáncer? ¿tienen los animales enfermedades de transmisión sexual? ¿tienen los animales Trastorno Obsesivo-Compulsivo? ¿tienen los animales depresión? Conocer mejor las enfermedades de los animales puede ayudar a entender y tratar mejor nuestras enfermedades humanas ya que, a fin de cuentas, compartimos un 99% casi de nuestros genes con el chimpancé, y un 90 % con los ratones. Volvemos al tema darwiniano de que hay una continuidad en todo entre los animales y nosotros y la autora, Barbara Natterson ( psiquiatra y cardióloga), reclama una unidad mayor entre veterinarios y médicos porque las enfermedades son transespecie, no se limitan a una especie y saltan de unas a otras, como vemos en el caso del virus VIH, o en la gripe. A nivel psicológico existe esa misma continuidad aunque es todavía más difícil de digerir. Por poner un ejemplo, el miedo y las fobias son transespecie. Los circuitos del miedo con la amígdala a la cabeza son similares en todos los mamíferos y si un psicólogo entiende el miedo en nuestra especie puede entenderlo en otras especies, lógicamente con las peculiaridades propias de cada una. El miedo a los ruidos fuertes, los fuegos artificiales, en perros tendrá muchos puntos en común con las fobias humanas. El libro da un repaso a la mayoría de las enfermedades, pero aquí voy a hablaros de lo que cuenta en el capítulo dedicado a los trastornos de alimentación.
Barbara Natterson |
Barbara comienza recordando su rotación como residente de Psiquiatría por el Instituto Neuropsiquiátrico UCLA, y en especial a una chica de 14 años, Amber, enferma de anorexia nerviosa. Recuerda un día sentada a su lado con un plato de comida en el que había un sandwich de pavo y una manzana roja. Amber miraba y miraba el plato hasta que se vuelve hacia Barbara y con cara de terror le dice: “No puedo hacerlo. Sencillamente no puedo. Tengo pánico a comer esa comida”. “¡Aterrada de comer”, pensó Barbara!, “eso si que es antinatural, un trastorno mental antitético con los principios de la evolución”. En el mundo natural no comer supone la extinción. Pero resulta que aplicando su idea de “¿tienen los animales trastornos de alimentación?” y ponerse a buscar en las bases de datos veterinarias se encontró con que atracones, comer a escondidas, comer de noche y acumular comida son cosas frecuentes en animales. Anorexia nerviosa y bulimia (o algo parecido a ellas) pueden también ocurrir en ciertos animales bajo ciertas condiciones estresantes. La “psicología” de estos trastornos será lógicamente diferente, pero la neurobiología subyacente muestra similitudes. Como Amber, los animales pueden también a veces tener miedo de comer. De hecho, para muchos de ellos cada comida puede sentirse como algo tan peligroso como Amber vivía la suya.
Kathryn Bowers |
Comer en la naturaleza nunca es aburrido, requiere concentrarse a vida o muerte en dos cosas: encontrar comida, y evitar convertirse uno mismo en comida. Hay que hacer las dos cosas al mismo tiempo, buscar comida y estar alerta para que no te coman. En la naturaleza comer implica peligro, riesgo, estrés y miedo. El ser humano es ahora el mayor depredador del planeta, pero no siempre ha sido así. Hasta no hace tanto había que enfrentarse a diario a la amenaza de convertirse en la comida de alguien. Por otro lado, compartimos con los demás animales el hecho de que tenemos que comer, y puede que permanezca en nuestro interior -en forma de circuitos y conductas- algún eco de ese estrés, esa tensión de buscar comida. Los científicos que estudian la conducta animal saben que su alimentación depende en buena medida de factores que están completamente fuera de su control. La climatología, la disponibilidad de comida, su orden en la jerarquía, todo ello puede marcar la diferencia entre llenar o no el estómago. Y, en la naturaleza, uno de los mayores determinantes de la dieta es la presencia de depredadores. Los biólogos lo llaman “la ecología del miedo”
La Ecología del Miedo
Unos científicos de Yale realizaron el siguiente experimento. Soltaron saltamontes por una extensión de campo y en unos prados les dejaron vivir en paz, mientras que en otros soltaron arañas depredadoras (con la boca sellada para proteger a los saltamontes). En la zona libre los saltamontes se alimentaron de hierbas ricas en proteinas pero en la zona donde estaban los arácnidos dejaron de comer hierba y pasaron a comer vara de San José (goldenrod), una flor rica en azúcares y carbohidratos. La misma preferencia se observó cuando se repitió el experimento y se dio a escoger a los saltamontes entre barras de proteinas y galletas ricas en azúcares. Es decir, bajo estrés los saltamontes se lanzaban a por azúcares y carbohidratos. La amenaza depredadora acelera el metabolismo de gran número de especies preparándolas para reaccionar al peligro. Para mantener el motor acelerado necesitan gasolina, y los azúcares y carbohidratos cumplen es función perfectamente. Sus enlaces químicos se separan más fácilmente que los de los ácidos grasos de cadena larga de las hojas, o los de las complejas proteinas, y así no se necesita mucho procesamiento en el intestino y el organismo puede utilizar la energía rápidamente. También las proteinas tienen nitrógeno y la energía necesaria para procesar y eliminar el nitrógeno se puede dedicar así a actividades más urgentes.
Los psiquiatras que estudian trastornos de alimentación saben que los pacientes que realizan atracones no suelen comer vegetales ni proteínas, sino que prefieren también azúcares y carbohidratos. El experimento de Yale sugiere un posible contexto para las preferencias humanas y un origen evolucionista. Podría haber un punto común entre las conductas de los animales bajo la ecología del miedo y las de las personas en circunstancias de estrés. Y la ecología del miedo influencia no solo qué come un animal, sino también cuándo lo come. Los ciclos de luz-oscuridad afectan al sentido de seguridad de los animales. En algunos animales la luz inhibe las conductas alimentarias. Los jerbos, por ejemplo, comen más en noches oscuras que en noches con luna llena. Algunos ratones comen la mitad si se les pone luces en las jaulas y pierden peso. A los escorpiones les ocurre lo mismo en noches claras, cuanto más grande la luna, menos comen. También sabemos que la terapia de luz que se emplea a veces en la depresión reduce el craving y los atracones en algunos pacientes bulímicos.
En ciervos ocurre algo parecido. En Boulder, Colorado, observaron una conducta extraña en los ciervos que era que acudían a comer de día a sitios expuestos, e incluso daban a luz a plena luz del día, cosa que no es habitual. La razón era que sus depredadores, los lobos, habían desaparecido. En Yellowstone ocurrió algo parecido. Durante 50 años desaparecieron los lobos y los alces de Yellowstone empezaron a comer en prados abiertos y en sitios alejados de los bosques y de los árboles, su hábitat natural. Pero en 1995 la situación cambió porque se reintrodujeron veinte lobos. Los alces cambiaron de conducta rápidamente, se volvieron más vigilantes y se marcharon de los prados abiertos a los bosques protegidos. Y en otros animales se ha observado algo parecido. Cuando la amenaza se incrementa los animales restringen dónde, cuándo y qué comen. Cuando la intimidación disminuye, las conductas alimentarias se relajan. Lo que los ecologistas llaman “evitación de encuentros” o “ vigilancia aumentada” podría solaparse parcialmente con lo que los psiquiatras llaman “fobia social” y “perfeccionismo” en pacientes humanos.
Otra cosa que los animales temen es la hambruna y existen muchos ejemplos de almacenamiento de comida en animales. Las aves de presa matan a veces más de “lo necesario” y lo almacenan. Osos, zorros y pumas esconden animales muertos para consumirlos después. Las arañas matan más presas de las necesarias y las envuelven en sus telarañas para consumo posterior, etc. Las conductas de acaparamiento hacen que el animal se sienta seguro. Pero esto mismo hacen algunas personas. Por ejemplo, se ha visto acaparamiento en niños con problemas de apego, adoptados, niños cuyo sentido de seguridad se vio fracturado tempranamente. Incluso la acumulación de cosas que no son alimentos tiene que ver con la ecología del miedo. Algunos humanos acaparan revistas, bolsas de plástico, cartones, que les hacen sentirse seguros. Deshacerse de ellos les provoca ansiedad, inseguridad y miedo. La acumulación compulsiva en humanos se considera un tipo de Trastorno Obsesivo-Compulsivo(TOC). Muchas pacientes con anorexia nerviosa tienen también TOC, trastornos de ansiedad y Fobia Social. La relación entre miedo y comida podría abarcar diferentes especies.
Anorexia en cerdas
En granjas de cerdos, bajo condiciones estresantes sociales, algunas cochinas restringen su ingesta de comida, aunque sus compañeras coman normalmente. Pierden peso progresivamente hasta que se les marcan los huesos y su pelo se vuelve quebradizo e irregular, como ocurre en las anoréxicas humanas, un pelo áspero y largo. Las pacientes humanas anoréxicas muestran amenorrea (técnicamente es un criterio diagnóstico) y las cerdas dejan de entrar en celo. Tanto unas como otras pueden ayunar hasta la muerte. Esta condición en los cerdos se llama “Síndrome de la cerda delgada” (thin sow syndrome). Pero hay otras similitudes. En un artículo titulado “Intriguing links between animal behavior and anorexia nervosa”, la psiquiatra Janet Treasure y el profesor de agricultura John Owen explican que los animales afectados restringen la comida normal pero consumen grandes cantidades de paja. Las anoréxicas humanas también restringen comidas ricas en calorías, pero consumen alimentos que llenan el estómago como lechuga o apio. Otra característica muy interesante es que estas cerdas - al igual que las anoréxicas y los ratones deprivados de comida- muestran hiperactividad e inquietud moviéndose continuamente alrededor de su corral.
Intentando encontrar una razón a este síndrome de los cerdos, Treasure y Owen encontraron un posible culpable muy intrigante. Resulta que en las últimas décadas los consumidores se están alejando de la carne rica en grasa. Los ganaderos de cerdos no quieren que sus cerdos estén gordos y han empezado a criar cerdos más delgados para que el contenido graso de la carne sea menor. Y aquí es donde parece estar el problema, según dicen Treasure y Owen “ los cerdos, especialmente aquellos que son criados para estar delgados, pueden desarrollar un autoayuno y emaciación”. Lo que ocurre es que una cría selectiva para delgadez pone al descubierto genes que eran recesivos que producen estados extremos. Que estas características salten a primer plano en unas pocas generaciones lleva a Treasure y Owen a sospechar que la anorexia nerviosa puede tener una base genética análoga en cerdos y humanos, e incluso en otros animales, también. Esto indica que secuencias genéticas que codifican para delgadez pueden existir en otros animales, aunque permanecen en el transfondo, inactivas en poblaciones salvajes, donde la cría no está controlada.
En humanos vemos algo similar. La anorexia tiene una heredabilidad alta y la búsqueda del “gen de la anorexia” ha llevado a preguntarse por el origen último de tales genes, por la razón evolucionista de su existencia. Los psicólogos evolucionistas han adelantado diversas teorías. Según Michael Strober, profesor de psiquiatria en UCLA y editor jefe del International Journal of Eating Disorders, lo más probable es que las secuencias genéticas que las anoréxicas están pasando a su árbol familiar están ligadas a la ansiedad. Ansiedad, estrés elevado y respuestas de miedo son las principales características que Strober ve en las anoréxicas humanas. Las pacientes anoréxicas reaccionan con nerviosismo cuando se enfrentan a cambios o novedades en su entorno. Y el cambio es estresante también para las cerdas. Un dato importante es cuándo son más vulnerables las cerdas a este Síndrome de la cerda delgada, y por qué. Suele ocurrir durante las semanas que van entre dar a luz y el destete de los cerditos. Y el destete es también un momento estresante para los cerditos que a veces desarrollan lo que se llama el síndrome del cerdo desnutrido que afecta tanto a machos como a hembras. Los cerditos rehusan comer y a veces mueren.
Pero hay otro factor importante en este síndrome. Los cerdos viven bajo unas estrictas jerarquías que funcionan bien en estado salvaje pero que conducen a manifestaciones de dominancia en el estado de superpoblación de las granjas en el momento de las comidas. En esos momentos los cerdos pueden morder las orejas y el rabo de los demás para ser el primero en comer. Los que prevalecen engordan y mantienen un estado saludable. En este ambiente los cerdos con genes que expresan más ansiedad, especialmente ansiedad social, son más vulnerables a un fenómeno que vemos en los colegios, el bullying. Los granjeros suelen vigilar sus rebaños porque saben que este “bullying” puede conducir al Síndrome de la cerda delgada.
¿Y cual es el tratamiento del Síndrome de la cerda delgada, si es que lo hay? En un estudio administraron ansiolíticos a los cerditos con el síndrome del cerdito desnutrido y retomaron las ingestas y recobraron peso. Pero en los cerdos adultos los ansiolíticos no funcionan y no hay un tratamiento claro. Pero hay algunas medidas preventivas. Los granjeros recomiendan dar calor a los animales, mantenerles calientes, elevar la temperatura de los corrales y darles más material del que utilizan para hacer sus camas. A las ratas que no paran de dar vueltas en la rueda cuando están desnutridas también las calma subir la temperatura y dejan de estar hiperactivas. Esto a veces revierte incluso la pérdida de peso. La explicación será el efecto de esta medida sobre el hipotálamo, estructura cerebral que regula la temperatura corporal, el metabolismo y la estimulación y supresión del apetito. Lesiones tempranas en el hipotálamo pueden dar lugar a anorexia nerviosa posteriormente en la vida y la anorexia nerviosa puede originar una disfunción hipotalámica. Los granjeros también recomiendan aumentar la ración de comida para todo el rebaño, no solo los animales enfermos. Esta medida busca reducir la competición por la comida y disminuir el estrés y las tensiones en la jerarquía social. ¿Serviría esto para las anoréxicas humanas? parece que lo de aumentar la temperatura no. En un estudio se mantuvo a anoréxicas con unos trajes térmicos tres horas al día pero no tuvo ningún efecto sobre su masa corporal. En cuanto a lo de disminuir el bullying y la competición en el entorno social de la paciente parece una medida razonable.
Regurgitación y Reingestión ( R y R) y Bulimia
Entre gorilas, belugas y delfines existe una conducta que los veterinarios llaman Regurgitación y Reingestión ( R y R) que consiste en el movimiento retrógrado voluntario de comida o fluido desde el estómago o esófago hasta la boca. Un gorila que haga esto se provoca él mismo el vómito. Suele efectuar una serie de maniobras previas como masajearse el estómago, preparan un lugar en el suelo, mueven la cabeza hacia atrás y adelante agarrados a una roca...Después de vomitar suelen reingerir el bolo alimenticio. Lo que es curioso es que esta conducta es contagiosa. Si lo hacen los gorilas viejos, los jóvenes se quedan fascinados y les imitan escupiendo y tragando su propia saliva. Hay que recordar que la anorexia también se contagia y que las pacientes se copian conductas unas a otras, e incluso se utiliza Internet para difundir el estilo Ana de vida. R y R no ocurre en estado salvaje, solo en animales en cautividad y su posible utilización como modelo de la Bulimia se basa en que también tiene relación con el estrés.
Cuando los veterinarios detectan estos comportamientos lo primero que hacen es atender al ambiente social, monitorizan las interacciones para buscar de dónde pueden provenir los factores estresantes y miedos. Otra cosa que hacen es cambiar la dieta. Se ha comprobado que el R y R ocurre más si se administra leche a los animales. Strober señala que hay un producto lácteo que gusta mucho a las anoréxicas: el yogur. Si les preguntáramos cuál es su alimento favorito, muchas dirían que el yogur. Barbara vuelve con lo de la regurgitación a la ecología del miedo. Dice que en muchos animales existe lo que los biólogos llaman “regurgitación defensiva” que es un arma defensiva frente a depredadores ( también la defecación se utiliza a veces como arma defensiva) y plantea que tal vez pensar en la Bulimia como regurgitación defensiva podría ayudar a comprenderla mejor.
Soy consciente de que muchos paralelismos que hace la autora de Zoobiquity entre conductas animales y humanas resultarán muy forzados para los clínicos que tratan trastornos de alimentación, pero he querido recoger todas las ideas que expone en este capítulo por si ayudan a pensar sobre estos trastornos. Para acabar voy a traducir aproximadamente el párrafo con el que concluye Barbara el capítulo:
“ Amber dejó la unidad al de unas semanas y la he visto alguna vez posteriormente, aparentemente en buen estado de salud. Pero si pudiera volver a aquel momento en el comedor en que tenía miedo de un sandwich y cambiar una cosa, sería ésta. Le ayudaría a entender su miedo a alimentarse como una fisiología protectora que ha descarrilado. Le hablaría de la ecología del miedo y de los alces de Yellowstone. De cómo dejaban de comer cuando había lobos y cómo volvían a comer cuando estos desaparecían. Trabajaríamos juntas para ayudarla a identificar los lobos en su vida, y desenganchar su miedo de su alimentación. Porque Amber se parecía mucho a cualquier criatura vulnerable que se aventura lejos de su nido, cueva o madriguera. La amenaza no proviene de la comida que ella pudiera comer, sino más bien del mundo incierto y peligroso en el que debe consumirla”.
Referencia